En lo más quimérico de todo, los hijos pueden acabar viviendo con la persona maltratadora, mientras el maltratado se ve obligado a irse e incluso a pagar una pensión compensatoria. La negligencia está servida.
Un divorcio nunca es un buen trago. Para nadie. Incluso cuando es amistoso. La cosa se complica cuando es un divorcio que ha tenido violencia de por medio. Y se convierte de primer orden cuando hay niños o menores de edad dentro de esa situación. Nuestro sistema jurídico lo sabe, por eso establece normas y salvaguardas.
El problema de una norma, es que precisamente se enfoca en la normalidad. Por desgracia, el número de mujeres maltratadas por su parejas es alarmantemente superior a otros crímenes más “comunes” como el robo con violencia. Por lo tanto, las normas, yendo a la general, establecen una marginalidad sobre los casos minoritarios. En este caso, el abuso masculino.
En el caso de los hijos, la mujer dispone, de forma natural, de una visión más proteccionista: siendo más fácil que disponga del domicilio común, de una pensión para los hijos y del derecho de criarlos con cesiones periódicas a su otra pareja.
Esta situación de protección se eleva en el caso del maltrato masculino. Y eso es algo que debemos aplaudir. Porque una víctima de maltrato se merece toda la protección que se le pueda dar. El problema es cuando el maltrato se entiende como unidireccional, de un género a otro. ¿Es querer proteger a los hombres maltratados y reconocerles la necesidad de especial protección necesariamente simultáneo a desproteger a las mujeres? Muchos piensan que si. La igualdad de derechos, en tanto que seres humanos, no es encontrar un punto medio en donde uno gana y otro pierde; es hacer avanzar a todas las minorías hacia el punto más alto en el que se encuentra el grupo “con privilegios”.
Muchas defensas, consienten tácitamente esta situación. Permitiendo que se llegue a una solución neutra. Como es la mujer la que ha maltratado al hombre, y la ley no está de su parte, mejor aconsejar llegar a ese punto medio. El maltratado se ve excluido de lo que la protección especial que le debe la ley, la maltratadora se ve beneficiada porque el divorcio se lleva como amistoso con una solución equitativa para ambas partes.
En Patón y Asociados no creemos eso, si la ley no está de nuestra parte, hay que trabajar el doble. El hombre maltratado se merece que sus derechos como víctima se protejan, los suyos y los que de todos los que le rodean. Porque, en lo más quimérico de todo, los hijos pueden acabar viviendo con la persona maltratadora, mientras el maltratado se ve obligado a irse e incluso a pagar una pensión compensatoria. La negligencia está servida.
Por Juan Rivera Crespo, de Patón y Asociados