Llegada masiva a Alemania; pasaportes falsos; miles de personas sin identificar y, ¡oh, sorpresa!, una bolsa con munición cerca de un mercado navideño…
Hablaremos de la cuestión catalana, pero antes, otra no menor y seguro -y dejando a un lado la visión (importante visión) puramente patriótica-, mucho más grave. Tres noticias que se entienden mejor juntas:
– 450 inmigrantes rescatados frente a las costas de Libia este fin de semana
–Llegada a Alemania de refugiados que utilizan pasaportes falsos para viajar en avión
-Encuentran una bolsa con munición cerca de un mercado de Navidad en Berlín
Bien, veamos. Eso que la gran prensa llama rescate humanitario no es más que un mortífero servicio de taxi, según relatan a La Gaceta fuentes que conocen bien el sector. Un servicio que, además, aviva y prolonga la existencia de mafias millonarias que trafican con la vida -y casi siempre con la muerte- de hombres, mujeres y niños inocentes. Para nosotros que si la única operación rescate que puede llevar a cabo la humanitaria Europa es recoger embarcaciones a la deriva en medio del Mediterráneo en lugar de trabajar en los países de origen de estas personas para evitar que tengan que abandonar sus hogares… es que Europa está muy, muy de capa caída.
Y a eso sumemos ahora la otra visión, la de la seguridad de quienes ya pisan suelo europeo. Llegada masiva a Alemania; pasaportes falsos; miles de personas sin identificar y, ¡oh, sorpresa!, una bolsa con munición cerca de un mercado navideño… (recuerdan el atentado en el mercado de Navidad del pasado año, ¿verdad?). Blanco y en botella, que diríamos en una reunión de amigos. Y sí, es cierto que hay refugiados e inmigrantes buenos, que sólo buscan un futuro mejor. Es cierto que estos, los buenos, son la mayoría. Igual de cierto que, entre esa mayoría, hay una minoría de yihadistas radicalizados en campos del ISIS enviados a Europa con el único mandato de matar a cuantos más mejor. Tan cierto como que la Unión Europea ha demostrado ser incapaz -o no tener voluntad alguna- de proteger a sus ciudadanos de esta peligrosísima minoría. Y así estamos…
Hasta la muerte
Y ahora, la cuestión catalana. Con el eco de las rotundas afirmaciones de nuestros gobernantes todavía en la cabeza -‘Cataluña ha recuperado la normalidad’- contamos hoy la paliza mortal que ha recibido un exlegionario de 60 años en tierras aragonesas. Ha ocurrido en Zaragoza y ha ocurrido, hasta donde sabemos, por llevar unos tirantes con la bandera de España. ¿Y qué tendrá que ver esto con lo de Cataluña?, pensarán… Mucho, desgraciadamente… Mucho porque vivimos en una España -no es nuevo, pero sí es ahora más visible que hace unos meses- dividida entre quienes aman y quienes odian a la bandera nacional. En una España herida -esperemos que no de muerte- por la egoísta ideología separatista. En una España que ve cómo ciertos políticos encienden el odio de quienes están deseando odiar. España nos roba, nos oprime, nos manda batallones para llevarse un botín de guerra… (sí, hablamos de Sijena), España es el mal, nosotros, los separatistas, el bien. La revolución de la sonrisas se rodea de peligrosos socios…
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