En la tradición de Occidente, que hunde sus raíces en la Biblia, la memoria no es una carga que nos ate al pasado, sino un trampolín que nos proyecta hacia el futuro. Sabemos quiénes somos porque conocemos de dónde hemos venido, Por eso, en la antigüedad, uno de los mayores miedos lo suscitaba el olvido.
En España, el llamado “fin de ETA” -un término desconcertante cuando quedan 300 asesinatos sin esclarecer y sus amigos campan por las instituciones- este pretendido final de la banda, digo, va acompañado de una campaña de propaganda y manipulación propia de otros regímenes y de otro tiempo. Parece de mal gusto recordar las complicidades y las pertenencias a esta organización terrorista. Como si se evocase a un fantasma, resulta incómodo señalar que las ideas de ETA, lejos de languidecer en un rincón de la historia, gozan de excelente salud y siguen intoxicando nuestro debate público con su ambigüedad –“condenamos todas las formas de terrorismo” como si hubiese muchas-, sus eufemismos –“la lucha armada”, “la izquierda abertzale”- y ese terrible sofisma de condenar la violencia sin condenar las ideas que la inspiran y tratan de legitimarla.
En España, nos están inyectando dosis de olvido y desmemoria como si envenenasen a alguien indefenso.
Se pide “generosidad a las víctimas” como si no hubiesen sido no sólo generosas, sino magnánimas. Deben soportar, por igual, las entrevistas a miembros de ETA y las bienvenidas en loor de multitudes cuando salen de prisión. Tienen que convivir con ellos en la misma calle o en el mismo bloque. Ahí está Pilar Elías, viuda de Ramón Baglietto, y su vecindad, en Azkoitia (Guipúzcoa) con el asesino de su marido. Han de visitar los cementerios mientras los familiares de los etarras los reciben a la salida de la cárcel. Siguen soportando la humillación cotidiana, el silencio cómplice, el olvido colectivo como forma encubierta de desinterés generalizado hacia el pasado y el presente de quienes más han sufrido.
Ahora les piden a las viudas y a los hijos de los policías nacionales, los guardias civiles, los militares, los concejales, los periodistas y tantísimos otros que callen y comprendan – ¡que comprendan! – que el fin de ETA era esto: un muro de silencio y de bruma sobre el tiempo y sobre la historia. Hoy se les pide a los heridos, a los secuestrados, y a los extorsionados, a los miles de vascos que tuvieron que dejar su tierra expulsados por los etarras y sus cómplices, que callen ante el uso torcido del sistema educativo, los medios de comunicación y la cultura para reescribir un relato que pone a las víctimas a la altura de los asesinos como si unos y otros hubiesen tenido un “conflicto”; como si Gregorio Ordóñez, Fernando Múgica o Fernando Buesa hubiesen puesto bombas o encerrado a seres humanos en zulos; como si los policías nacionales, los guardias civiles o los militares fuesen equiparables a Aguirre Lete, Achurra Egurola o Santi Potros.
Recuerdo los días del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. Me vienen a la memoria aquellas imágenes de la Puerta de Sol llena de gente que pedía su liberación. No he olvidado aquellos días de dolor y rabia en que los “beltzas” -las unidades de intervención policial de la Etzaintza- se quitaron los pasamontañas y mostraron los rostros mientras millones de españoles por todo el país alzaban sus voces contra la ignominia. Escucho de nuevo la voz de Gregorio Ordóñez despertando conciencias y quitando miedos. ¡Basta ya!
Basta ya. Hay que decirlo más. Tenemos que repetirlo una y otra vez. Podríamos imprimirlo en pegatinas y pegarlo en los coches y las marquesinas de los autobuses. Quizás haya que tatuárselo o grabarlo en las cortezas de los árboles. Basta ya. Basta de mentiras al servicio de ETA, sus amigos y sus aliados de ayer y de hoy. Basta ya de olvidos y desmemorias. Basta ya de lavados de caras impregnadas de sangre. Basta de entrevista “de lado humano” – ¿dónde estaban cuando había que entrevistar y dar voz a las víctimas”- y basta de utilizar el pretexto del humor para normalizar la burla, la humillación y el desprecio.
Sin embargo, no todo está perdido.
Junto a la historia de las tiranías, uno debe contar la de aquellos que resistieron y les hicieron frente. No se puede hablar de ETA sin hablar de aquellos que se atrevieron y se atreven a pedir -entonces y ahora- memoria, dignidad y justicia. No todos han claudicado. No todos han aceptado este pacto de silencio como precio, recompensa ni promesa.
Fernando Savater, Maite Pagazaurtundua, Teo Uriarte, Martín Alonso, Joseba Arregi, Consuelo Ordóñez y Luis Castells han sido promotores de un manifiesto titulado “Un fin de ETA sin impunidad”. Reclaman cosas tan justas y tan legítimas que casi sonroja que tengan que pedirlas: el rechazo al proyecto político de ETA; la justicia en lugar de la impunidad; la verdad en lugar de la falsificación de la historia; que la política penitenciaria no sea una política de gracia; y un final de ETA basado en la dignidad.
Las víctimas del terrorismo, los amenazados, los extorsionados, los que tuvieron que dejar su tierra e ir a otros lugares de España porque en el País Vasco o en Navarra no podían vivir tienen razón y tienen derecho; y estar del lado del Derecho y la razón debería ser importante en una sociedad que aspira a tener un futuro. Sobre el olvido y la injusticia es imposible construir nada que perdure ni merezca la pena. Algún día recordaremos este tiempo con tristeza y vergüenza, pero iniciativas como ésta rescatarán el nombre y el recuerdo de quienes se negaron a consentir impasibles la impunidad y el engaño.
Se me ocurren muchas razones -más de las que caben en una columna- para firmar este manifiesto. Quizás la suya sea la indignación o la solidaridad. Tal vez le preocupe el futuro o recuerde el pasado. Quién sabe si usted pertenece a ese grupo de ciudadanos que sigue creyendo que los terroristas deberían estar en prisión y no dando entrevistas. Lo mismo siente usted que, a fuerza de callar, consentir y mirar para otro lado, uno no va a poder ni mirarse al espejo sin avergonzarse. Hay muchas razones para firmar.
Por favor, encuentre la suya.
Firme.
P.S. Aquí tiene el texto completo del manifiesto. Yo ya he firmado. Pueden seguirlo en redes sociales con la etiqueta #FinDeEtaSinImpunidad https://www.change.org/p/a-la-gente-de-bien-que-no-acepta-que-los-asesinos-pongan-reglas-un-fin-de-eta-sin-impunidad