«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Hablar de la patria

Hoy se cumplen 110 años de la conferencia que Miguel de Unamuno pronunció en el Teatro de la Zarzuela de Madrid con el título “La crisis actual del patriotismo español”. Lo habían invitado a darla algunas de las personalidades más brillantes del periodismo -y en general, de la vida pública- de la España de aquel tiempo: los hermanos Machado, Pío Baroja, Pérez Galdós, Pardo Bazán… He aquí algunos nombres de aquellos que entonces participaban en el debate público. 1905 había sido un año muy turbulento y el que comenzaba no presagiaba una mejoría.

Allá va, pues, a Madrid, Miguel de Unamuno, vasco de Bilbao, catedrático de Griego, amigo de Ganivet, polemista, socialista un tiempo, atormentado siempre. Genial. Como reza el dicho portugués, todo lo que pasa, pasa por aquí. Madrid y Cataluña son los epicentros de los terremotos que cada mes o mes y medio sacuden la vida política. El periodismo es vibrante. No ha pasado tanto tiempo desde que los redactores se batían en duelo por una información o una columna. Los partidos tienen sus propios medios de comunicación. Se habla de golpes de estado, de conspiraciones militares, de asonadas y pronunciamientos.

Pueden leer aquí el texto de un ensayo que, poco tiempo antes, había publicado este intelectual cuyas frases aún hoy nos duelen como puñaladas. Gracias al servicio documental de la Universidad de Salamanca, que él tanto amó, podemos leerlo con el sabor añejo del papel descolorido y la tipografía de entonces.

No voy a parafrasear a Unamuno. Léanlo, atrévanse a escuchar a este vasco que viene a Madrid a hablar de España a los castellanos. El helenista no deja títere con cabeza: ataca el género chico, el militarismo, los chistes y hasta las navajas. Ya saben: esas que aterrorizaron a los soldados de Napoleón y que, como decía Pérez Reverte, hacían siete veces clac antes de abrirse y en la hoja decían “viva mi dueño”. Unamuno fue al Teatro de la Zarzuela con una artillería intelectual como para bombardear Madrid una semana.

Quizás su juicio fue demasiado duro. No todos los militares eran como aquellos que se habían amotinado -ese fue el sustantivo que empleó, “motín”- en Barcelona unos meses antes. El Ejército de África merecería, tal vez, una revisión más ponderada. Allí hubo oficiales que se adentraban en las cabilas convencidos de la misión civilizadora de España. Como en la Administración del Protectorado, hay vidas que deberían recordarse para evocar lo mucho bueno que España dejó en el norte de África y para lamentar en toda su extensión el desastroso abandono de Sidi Ifni, el Sáhara y el Marruecos español. Dejo para otro día la tristísima historia de Guinea Ecuatorial.

Unamuno quiso una España donde los vascos y los catalanes fuesen pujantes. Quiso “desarraigar las taifas”. Citó el Evangelio. Se figuró una patria grande por la tensión vital de castellanos, vascos, catalanes… Me deja un poco apenado que apenas hable de los gallegos. Algún día tengo que explorar por qué Galicia mereció tan poca atención -bueno, a mí me parece poca, pero quizás no lo fue- en la obra de este autor fascinante.

En aquel tiempo, España era una palabra que uno podía encontrar por igual en labios de los socialistas, los anarquistas, los comunistas, los liberales, los carlistas, los conservadores y, por supuesto, de los hombres y mujeres libres que escapaban a las etiquetas como Unamuno, Baroja, Machado, Menéndez Pidal, Pardo Bazán… Dios mío, ¡qué hora de España! (discúlpenme el guiño, pero Azorín no perdona).

Hoy se habla cada vez menos de España y así nos va. Algunos prefieren expresiones como “este país” o el “Estado español”, lo que demuestra una comprensión pobrísima de lo que es un país y una ignorancia absoluta de lo que es un Estado.

La idea de “patria” es un tabú, un término maldito en nuestro discurso público. Muy pocos lo usan y suena añeja y un poco rancia. Parece de mal gusto hablar de la “patria” y, para colmo, a veces, uno la encuentra en textos y discursos que so pretexto de defender España la convierten en una coartada para el racismo y la xenofobia, renegando así de lo que su nombre significa en la Historia: universalidad, mestizaje, apertura al mundo, la Universidad de Salamanca dictaminando sobre la conquista de América y poniendo límites, Bartolomé de las Casas, Fray Bernardino de Sahagún, los capitanes de Aragón cruzando el Mediterráneo, Elcano regresando de dar la vuelta el mundo con Magallanes. He aquí una parte fabulosa de nuestra herencia.

 

No dejen de leer a Unamuno.

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