«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Menú de Caballo

Lo bueno de ser católico es que durante la cuaresma hemos reducido el riesgo de tomar kebab de caballo, que es una dieta involuntaria muy esparcida por la Europa protestante. En Alemania y en Inglaterra se han hartado durante años de consumir corceles, sin saberlo. Eso les pasa por no ayudarnos en Lepanto. El caballo es un menú heroico, por otra parte. Los defensores del Alcázar de Toledo resistieron el sitio cocinándose la yeguada de la academia. Claro que eran infantes. Seguro que si llega a ser la academia de caballería los cadetes se mueren de hambre antes que comerse los brutos. Lo habrían considerado canibalismo. Para entenderlo hay que leerse La soledad de Alcuneza, de Salvador García de Pruneda, quizá la mejor novela bélica sobre la guerra civil, y a la vez un monumento al romanticismo tardío. “La caballería es anticuada y pasará”, dice un personaje. “Pasará todo”, responde el protagonista, con esa melancolía heroica que palpita en el espíritu del jinete.

También los ingleses sienten cierto respeto por los caballos, así que la noticia de los kebabs equinos habrá sido todo un shock en la campiña, como ya lo fue cuando descubrieron que sus lasañas congeladas contenían bucéfalos y rocinantes. Ahora tendrán pesadillas pensando que en cualquiera de sus platos infames puede aparecer un trozo de fusta. Quizá vomiten en Ascot, al ver la carrera y recordar las últimas albóndigas. Por supuesto -si alguien investiga en serio el escándalo de esas partidas de carne adulterada- al final de la trama encontrará a un socialista. No es un prejuicio gratuito, es un conocimiento empírico: en el extremo de la corrupción siempre hay un socialista haciéndose rico. Al menos eso pasaba hasta Gürtel. Los escándalos de corrupción en el PP se grabarán en la historia como el tiempo de la inocencia perdida. Ha sido una violación en masa del electorado popular. Son tan iguales. Nada estrafalarios. Por eso Berlanga los metió a todos en la cárcel de su película. Y sólo en la pantalla los veremos entre rejas.

Hoy el caballo andaluz empieza a tener complicado sobrevivir a las empresas cárnicas y a la dieta musulmana, que engullendo kebabs pretende quedarse con la catedral de Córdoba. En ese envite nos jugamos más que en el referéndum catalán. Los socialistas de la Junta -mientras guardan con naftalina sus trajes de nazareno- se han colocado abiertamente al lado de la comunidad islámica. Lo hacen porque gracias a este tipo de batallas -igual contra la iglesia que contra el recuerdo de Foxá- han construido la impunidad para repartirse los Eres, Mercasevilla y la pasta de los cursos de formación.

La actualidad política se puede dictar a un telégrafo. No tiene música. Es una inarmónica sucesión de obviedades. En eso sí seguimos la tradición, siempre tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias. El socialismo -el del PP y el del PSOE- es un steak-tartar de carne equina. Incompatible con los caballeros. 

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