Si una mujer y un hombre reúnen la valentía para denunciar los maltratos, de entrada la sociedad les ve con ojos distintos.
Una mujer maltratada reafirma la posición que legítimamente le merece, decir basta es el primer paso para recuperar la dignidad como persona, cruelmente secuestrada por su maltratador. Pero el hombre es tenido de menos, muchas veces directamente no creído y los casos en los que sí, estigmatizado como paria por haber cedido, que no cruelmente perdido, la posición de dominio.
Pero la diferencia entre los abusos femeninos y masculinos no solo tiene que ver con el imaginario popular, que a fin de cuentas es subjetivo; sino también con el judicial. La esfera que más objetividad y ecuanimidad debería aportar a las vidas de los ciudadanos y sus problemas, peca de la misma falta de perspectiva que las construcciones sociales a pie de calle.
Un delito de maltrato que afecta a dos seres humanos igual de vulnerables, porque no hay víctimas de maltrato que no hayan sido machadas hasta la extenuación, recibe diferente tratamiento legal. Uno, el femenino, es un delito de violencia de género y el otro, el masculino, solo de violencia doméstica. El segundo, con menores penas y que incluso puede acabar en un carpetazo si la víctima retira la denuncia o no quiere seguir el proceso, sin que las autoridades se encuentren obligadas a si quiera pelear por ver que está pasando de verdad en esa casa.
Mucho ha avanzado la sociedad para que los hombres maltratadores no queden impunes en un proceso legal hasta sus últimas consecuencias. El agravante de atentar contra una mujer “por el simple hecho de serlo” es una gran conquista, que da mayor protección y de cuya figura no dispone el hombre maltratado. Un avance que debe aplaudirse, pero también ejemplarizarse.
Si la representación de la justicia es ciega y con una balanza, es porque es justa sin necesidad de saber si se encuentra ante hombre, mujer, rico o pobre. Desde Patón y Asociados, creemos realmente en esa visión. Por eso tratado el maltrato masculino y a los hombres maltratados por lo que son, personas que han sufrido abusos y que merecen protección y guía en el camino que tienen por delante. Alegrémonos de los éxitos en materia social y jurídica en el maltrato, pero una sociedad justa no puede dejar que esos éxitos sean solo de unos pocos y no de todos. Las garantías y las protecciones nunca pueden ser demasiado caras.
Por Juan Rivera Crespo, de Patón & Asociados