«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

A los dos aƱos del atentado de Charlie Hebdo

Hace pocos días se cumplieron los dos años del atentado contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo. Fue el 7 de enero de 2015. Aquel atentado conmocionó a Europa y suscitó una oleada de dolor y solidaridad con el pueblo francés que sacó a miles de europeos a las calles. Por todo el continente, manifestaciones, concentraciones y símbolos de luto mostraron la condena por esta abominación injustificable. Recuerdo, en especial, la concentración frente a la Embajada de Francia en España. Había un clamor contenido de dolor y de rabia. Ondeaban banderas tricolores. Algunos habían llevado flores y velas. Abundaban los carteles con la consigna que se hizo famosa #JesuisCharlie.

Desde entonces, Europa ha tenido muchos dĆ­as de luto como ese por los asesinatos a manos de los yihadistas. Al final de aquel aƱo 2015, nos estremecimos de nuevo con los atentados de noviembre en ParĆ­s: el ataque contra la sala BataclĆ”n y otros lugares de la ciudad. Volvimos a indignarnos y a concentrarnos. TambiĆ©n recuerdo las banderas de la RepĆŗblica Francesa – que entonces eran de todos nosotros- las velas y las flores, la Marsellesa brotando de todas las gargantas como una rebelión y como un grito.

Ha habido mÔs jornadas así: Bruselas, Niza, Berlín, los atentados terroristas que pasan casi fugazmente por las pantallas de las televisiones españolas y caen rÔpidamente en el olvido. Estoy pensando, por ejemplo, en el asesinato del padre Jacques Hamel el 26 de julio del año pasado en Normandía. Semanas mÔs tarde, el Papa Francisco lo proclamó beato. QuizÔs podría recordarse, también, la muerte de un policía y su compañera en Magnanville el 13 de junio del año pasado a manos de un terrorista y que el Estado islÔmico reivindicó. Se guardó por ellos un minuto de silencio en el Ministerio del Interior y en todas las comisarías del país.

Hace pocas semanas, el 19 de diciembre, hubo otro atentado en vƭsperas de las celebraciones navideƱas. Esta vez fue en Berlƭn. De nuevo, vimos las muestras de duelo. Otra vez asistimos a las manifestaciones, los libros de condolencias, las fotografƭas y vƭdeos en las redes sociales.

Sin duda, Europa es un continente que se conmueve.

Ahora bien, se trata de ver si es también un continente capaz de afrontar el desafío que el islamismo y el yihadismo le han arrojado a la cara. Por una parte, la aplicación de la ley islÔmica como norma jurídica. Por otro lado, la generalización del terror entre sus ciudadanos. En ambos casos, Europa corre el riesgo de traicionarse a sí misma, bien por abandonar sus valores y principios bien por traicionarlos con sus propios actos.

Las sociedades europeas comparten unas normas bÔsicas que mÔs de veinte siglos de historia han ido elaborando. El sustrato del derecho romano, la filosofía griega y la tradición judeocristiana han terminado dando forma a una civilización fundada sobre la dignidad intrínseca del ser humano, la libertad y la razón. Incluso durante las guerras de religión de los siglos XVI y XVII, Europa ha conservado unas vigencias y unos principios que debemos defender frente al fanatismo.

El islam es una religión profundísima que ha alumbrado una civilización fascinante, pero no es europeo. Hay, sin duda, millones de musulmanes que viven en Europa, pero esto no coinvierte al islam en una religión europea como lo han sido el cristianismo y el judaísmo. Hay quince siglos de historia que demuestran cómo los pueblos europeos lucharon para no ser islamizados. En 1683, la última ofensiva islÔmica sobre Europa fracasó a las puertas de Viena.

Las tropas de Jan III Sobieski y Carlos de Lorena derrotaron al ejército otomano del sultÔn Mehmet IV y cerraron el ciclo de invasiones que había comenzado con la expansión islÔmica del siglo VII. Es absurdo pretender que la historia fue de otro modo. No, Europa no es islÔmica, aunque en ella vivan musulmanes.

Por eso, las sociedades europeas deben ser fuertes frente a los intentos de ir cediendo parcelas de la vida pública a las organizaciones islamistas que pretenden, so pretexto del ejercicio de las libertades, acabar con ellas. Es necesario detener la injerencia de Estados que financian y fomentan las versiones mÔs radicales e intransigentes del islam desde los Balcanes hasta España. La enseñanza del islam no puede convertirse en el instrumento de la influencia de regímenes teocrÔticos que jamÔs permitirían la enseñanza -no digamos la predicación- de otras religiones en sus territorios. Europa es lo que es porque un musulmÔn puede vivir en libertad su fe, pero también porque puede renunciar a ella o cambiar de religión sin pagarlo con la vida.

Si las organizaciones islamistas quieren emplear las libertades de Europa para cercenarlas, los yihadistas quieren utilizar el miedo para asfixiarlas. Estas Navidades los dispositivos de seguridad en las ciudades europeas han abierto dƭa tras dƭa los informativos. Estos aƱos nos han enseƱado que los terroristas estƔn dispuestos a todo. Sin embargo, debemos vencer el miedo y encontrar un equilibrio entre la seguridad y la libertad. Si renunciamos a Ʃsta, los terroristas ya habrƔn ganado.

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