MĆ”s temprano que tarde va a haber una segunda transición polĆtica en EspaƱa. Eso ya no lo duda nadie. Ahora de lo que se trata es de que esa segunda transición no conduzca a la desaparición del paĆs, a la autodestrucción de la democracia.
Va a haber una segunda transición porque el marco fijado en la primera se ha hundido. La primera transición empezó en 1975 y terminó con las elecciones de 1979, y consistió en transformar el Estado de las Leyes Fundamentales, el de Franco, en el Estado de la Constitución de 1978. Hoy la Constitución ya es papel mojado. Lo es, primero, en el plano de la organización nacional, porque el Estado de las AutonomĆas ha conducido a agudas dinĆ”micas separatistas en CataluƱa y el PaĆs Vasco. Lo es, ademĆ”s, porque elementos bĆ”sicos de la organización social, desde el derecho a la vida hasta la institución del matrimonio pasando por el derecho a usar la lengua comĆŗn, se han visto transformados āy deformados- al margen de las previsiones constitucionales. Hoy esos procesos de cuarteamiento del marco constitucional coinciden con un deterioro brutal de la clase polĆtica, una crisis económica que ha arruinado el concepto (constitucional) del āestado social y de derechoā y, ademĆ”s, un relevo en la corona. Esto ya no da mĆ”s de sĆ.
Los separatistas estĆ”n apostando fuerte en esta segunda transición. Buscan directamente la independencia plena o de facto en un abanico que va desde la consecución de un Estado propio hasta la obtención de un estatuto privilegiado en el marco ya no de EspaƱa, sino de Europa. La izquierda tambiĆ©n estĆ” apostando fuerte: tanto como para plantear abiertamente la opción republicana, lo cual significarĆa ya no una transición, sino una ruptura radical, asĆ como la redefinición federalista del Estado, que tambiĆ©n es una ruptura respecto al modelo vigente. Todo eso sin contar con las legislaciones aprobadas por la izquierda en el periodo 2004-2011 en materia autonómica y social, y aceptadas despuĆ©s por una derecha cobarde, que ya suponĆan un rebasamiento de la Constitución de 1978. Es decir que los separatistas y la izquierda ya tienen en mente, con mayor o menor claridad, su āsegunda transiciónā. Pero, Āæy la derecha?
La derecha, no. Para empezar, porque el partido que formalmente la representa, el PP, ya ha dejado de ser un partido de derecha. Y ademĆ”s, porque el PP ha venido aceptando en la teorĆa y en la prĆ”ctica todos los desbordamientos del marco constitucional impuestos por los separatistas y la izquierda. Todo ello mientras, de boquilla, insiste en defender una Constitución en la que ya nadie cree, empezando por el propio Tribunal Constitucional. El PP ha quedado fuera de juego. Por vacĆo intelectual y por pereza polĆtica, estĆ” incapacitado para pintar nada en el nuevo paisaje.
AsĆ las cosas, lo que se nos viene encima es una segunda transición con una transformación del modelo constitucional y sólo dos fuerzas āseparatistas e izquierda- marcando la dirección y el ritmo. Esto conducirĆ” inevitablemente a la redefinición de EspaƱa en un solo sentido, marginando a medio paĆs y, por tanto, incubando una ruptura de acentos mucho mĆ”s dramĆ”ticos. Ya nos ha pasado mĆ”s de una vez.
Hace falta otra derecha. Una derecha nueva que represente las convicciones y principios de un sector social muy amplio, amplĆsimo, pero sistemĆ”ticamente ninguneado desde hace muchos aƱos en la construcción del paĆs. Frente a la dinĆ”mica de explosión del tejido nacional, esa derecha tendrĆ” que plantear la supervivencia de la nación espaƱola. Frente a la dinĆ”mica de explosión del tejido social, esa derecha tendrĆ” que reivindicar la libertad natural de las personas y de las familias. Frente a la dinĆ”mica de explosión del tejido económico āasunto, por cierto, del que casi nadie habla a fondo-, esa derecha tendrĆ” que formular un nuevo modelo productivo que garantice realmente un cauce de prosperidad y, por esa vĆa, el mantenimiento de los derechos sociales. Si nadie plantea estas cosas, el futuro de EspaƱa serĆ” inevitablemente el de un paĆs roto, desaparecida ya toda conciencia nacional, fracturada su sociedad en un mosaico puramente hedonista e individualista, arruinada su economĆa en un modelo servil de ricos muy ricos y clases medias cada vez mĆ”s pobres.
Tal y como pinta el paisaje, esa derecha nueva para una segunda transición sólo puede estar en VOX. El PP ya ha demostrado que para esta misión no sirve y las otras opciones minoritarias, por su parte, han dejado patente su incapacidad para movilizar a nadie. VOX es una agrupación de gente decente que ha puesto sus ideas por encima de sus intereses. Eso es mĆ”s que un aval en un tiempo en el que los intereses han sepultado a las ideas. Bien es cierto que, para alcanzar esa cualidad de nuevo foco de la derecha espaƱola, VOX tendrĆ” que hacer las cosas de manera que deje palmariamente claro que no es simplemente una rama de ācabreadosā del PP ni una escisión del āPP autĆ©nticoā, sino una fuerza con identidad propia nacida precisamente para navegar en la situación que hoy vivimos. En septiembre serĆ” su asamblea. Entonces veremos si VOX tiene conciencia de la altura del reto.
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