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Entre todos los palmeros presentes en el hemiciclo de las Cortes Españolas ha habido dos objetores de conciencia palmera. Han sido los presidentes de las regiones vasca y catalana, quienes no han echado ni humo de golpear la derecha con la izquierda.
Ellos no saben si debían estar allí, o pensaban en la proclamación de sus propias personas cuando sean los próximos futuribles presidentes de una noctámbula república vasca o catalana. Entonces se harían palmas y ordenarían a sus palmeros no parar de hacerlo, al estilo de la extinta Unión Soviética, donde el palmeo al dictador de turno duraba hasta hacerse sangre en ambas manos.
Pobres personas, el vasco y el catalán, deseosos de verse ungidos por el poder de sus pueblos obedientes a sus sueños imperiales y a una historia milenaria de singularidad inexistente en la realidad, pero inventada por sus palmeros de oficio y beneficio.
Les pido cordura a estos señores para que no lleven a sus pueblos a un sacrificio inútil, ni a ningún choque de trenes no violentos, sino que pisen el suelo que comprendan que en España cabemos todos. Ellos también, aunque hoy no han sido palmeros.