ArtĆculo publicado hoy, en la pĆ”gina 29, del Diario Ideal, edición de JaĆ©n
Entre enredaderas otoƱales judiciales, entre declaraciones amorosas peliculeras, entre teatros de guiƱol con el voto metido en cajas de zapatos, entre un gobierno inerme e inane y su presidente improvisando, entre unos fiscales que dicen, pero no hacen, entre los sustos judiciales a cabezas intocables andaluzas, encuentro a un vecino levantino que estƔ dispuesto a ahuyentar a la clientela de un bar, cuyos ruidos y olores le molestan en su vida familiar y en su necesario descanso.
Y lo hace al modo mĆ”s espaƱol profundo, propio de la mejor literatura fĆŗnebre, firmada por los autores mĆ”s espectrales y funerarios: coloca varios ataĆŗdes, lĆ”pidas mortuorias y objetos similares iluminando unas luces intermitentes para colorear y teatralizar la escenografĆa, que espanta a los que ven tal espectĆ”culo silencioso pero figurativo al mĆ”s valiente como fue don Juan Tenorio, firmado por don JosĆ© Zorrilla.
Los del bar han colocado una plancha de producto fibroso para que el teatrico fantasmal no lo vean los clientes, y aparenteque allà no se estÔ anunciando la muerte a la que tanto temen los supersticiosos españoles de todos los tiempos.
Porque la muerte es un misterio, tan oscuro para los miedosos, que tapÔndola, ya viven felices, cuando el final de las vidas humanas es el único plazo fijo que tenemos que pagar todos, unos antes y otros después, sin que nadie se pueda escapar.
La Iglesia Católica ha tenido siempre una devoción popular pegada a los dĆas de noviembre, como el mes de los difuntos, treinta dĆas que muy pocos han elegido para contraer matrimonio, para bautizar un hijo, para viajarā¦.porque siempre la superstición miedosa ha estado por encima de la madurez de la fe católica que nos llama a reflexionar que la vida es corta y se acaba cuando menos lo pensemos, tanto para los ricos como para los pobres. La hermana muerte estĆ” en su lugar esperando que pasemos delante para llevarnos con ella siempre el dĆa y la hora que ya estĆ” estipulada y que nadie sabe cuando, ni cómo, ni el sitio donde seremos llamados por la Parca.
ĀæPor quĆ© tememos a la muerte tanto en EspaƱa?. La vida literaria nos dice que el espaƱol es supersticioso y le achaca a la muerte el principio de todos los males personales y familiares, cuando es al contrario, la muerte es el final de nuestra biografĆa humana, es la puerta de este mundo al mĆ”s allĆ”, es el paso necesario para encontrarnos con el SeƱor, es la otra vida donde nos esperan nuestros seres queridos fallecidos antes, es la hora del descanso eterno en la paz con Dios, es la otra orilla donde nos esperan para recibir el premio a las muchas buenas acciones que hayamos hecho.
El lector, probable supersticioso, estarĆ” pensando, pare, detĆ©ngase, por favor, que me estĆ” entrando el sudor frĆo de la muerte, a la que no quiero mirar. Ya lo hago, amigo.
TomĆ”s de la Torre LendĆnez
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