«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Tierno Galván nuevamente «colocado»

/span>

Por unanimidad. De una forma tan desusada ha decidido el Ayuntamiento de Madrid erigir una estatua al exalcalde socialista Enrique Tierno Galván (1818-1986), fallecido hace 30 años. El lugar: un sitio aún sin determinar de la plaza de la Cibeles, toda vez que la primera ubicación sopesada se descartó. Pretendían los socialistas madrileños que la efigie del alcalde madrileño sustituyera nada menos que a la estatua de don Álvaro de Bazán, a quien ha salvado su condición de Bien de Interés Cultural de la Comunidad de Madrid más que su histórica –«la más alta ocasión que vieron los siglos» a decir de su soldado Cervantes– victoria en Lepanto sobre los islamizados turcos.

Los componentes del Mito de la Cultura han vuelto a favorecer al Marqués de Santa Cruz, pues en su momento, Ana Botella, en su condición de alcaldesa heredera de Alberto Ruiz-Gallardón, trató de moverle el pedestal al almirante esculpido por Benlliure para sustituirlo por la figura de Felipe II. Tranquilo de nuevo don Álvaro, Madrid contará con una nueva figura de bulto del indiscutido don Enrique, quien ya cuenta con un parque, tres esculturas, dos placas, dos plazas, un monumento, un centro de mayores, un instituto y veintiún bustos… Los méritos para acceder a tal omnipresencia conmemorativa fueron encarecidos no sólo por las llamadas fuerzas de izquierdas, sino incluso por una Begoña Villacís que afirmó que el Viejo Profesor: «Nos ayudó a salir de la oscuridad, a vivir de una forma vibrante, y a él mismo le cambió Madrid, sufrió una metamorfosis, supo que tenía que dejar la izquierda radical para acercarse a posturas europeístas». Maniqueísmo y europeísmo se daban de este modo la mano.

Tres décadas después del multitudinario entierro organizado por Pilar Miró, ceremonia que unió el colorismo de la Movida con la sombría estampa de la carroza Imperial de pompas fúnebres de Barcelona, el prestigio de don Enrique parece intacto al menos para aquellos que no han ahondado en su verdadera biografía, que deberá comenzar con un desmentido: don Enrique no era soriano ni campesino, muy al contrario, estaba entroncado en una familia militar. Su padre, el sargento Alfredo Tierno, combatiente en Cuba, como su abuelo, el capitán Julián Tierno Gómez, muerto por paludismo en la misma isla en 1896, nada tuvieron que ver con las hoces y sí con los fusiles.

Hará bien el interesado en alejarse de esa autobiografía titulada Cabos sueltos, pues el hoy celebrado icono del socialismo, transitó por muy otras vías antes de encontrar acomodo en el PSOE que, bien nutrido de marcos alemanes, pilotaron González y Guerra, los jóvenes turcos, tras la caída en desgracia del exiliado Llopis, socialista viejo sobre el cuyos hombros pesaba como plomo el aroma masónico y un anticomunismo radical que supieron manejar mejor los sevillanos chicos de la tortilla, conscientes de que el PCE de Carrillo era mucho menos fiero de lo que se pintaba.

Antes, mucho antes, Tierno, maestro del funambulismo político e ideológico, ya se había integrado en el donjuanismo –Don Juan Tercero Izquierda llamaban con malicia al regio residente de Estoril– dirigido por Joaquín Satrústegui: la Unión Española, organización monárquica y anticomunista que celebró su puesta de largo en una célebre cena que tuvo lugar en el Hotel Menfis el 26 de enero de 1959. Labrábase por entonces don Enrique una carrera como profesor universitario en Salamanca, donde a los 36 años recibiría el apodo con el que aún se le conoce. Su fino olfato, no obstante, le permitiría percibir la presencia de nuevas oportunidades. A principios de los 60, el Congreso por la Libertad de la Cultura desembarcó en España provisto de dólares con los cuales estimuló las actividades de un conjunto de gentes del régimen que comenzaban a mostrar, la Guerra Civil que polarizó las distintas corrientes ideológicas en dos bando iba quedando lejos, ciertas objeciones con respecto a la realidad política española en cuyo vértice se situaba Franco. Tierno fue uno de los que, no sin un cierto recelo inicial, se integraron en una estructura que fomentaba la publicación de libros, las becas de viajes y la celebración de reuniones en las cuales se sentaban las bases ideológicas de la España que hoy algunos, todos ellos cultivadores del mito de Tierno, pretender convertir oficialmente en plurinacional.

 

Atento a cualquier movimiento, máxime si se tiene en cuenta que esta facción, encabezada políticamente por el letrista del Cara al Sol, Dionisio Ridruejo, se escoraba hacia la socialdemocracia, Tierno no tardará en intentar hacerse con el espacio que dejaba el histórico PSOE en España, toda vez que la vieja guardia tenía su sede en Toulouse. En este contexto, fundará el Partido Socialista Popular, de estructura federal, al que perteneció, entre otros, José Bono. El otrora analítico, presentado ahora como marxista, el Viejo Profesor, tan aficionado a la expresión «comunidades diferenciadas», llegará a aceptar el derecho de autodeterminación del llamado «pueblo vasco». Las urnas revelarían, no obstante, el verdadero alcance de su proyecto. Fracasado en las primeras elecciones, aflorará una importante deuda que el PSOE asumiría integrando a Tierno en sus filas. Madrid, su Madrid, sería el techo de sus ambiciones y el teatro donde podría lucir sus variadas máscaras, algunas de las cuales se conservan en su archivo conservado en Barcelona tras la donación de su hijo a la Gran Logia Simbólica de España.

TEMAS |
.
Fondo newsletter