«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El Whisky, una bebida con historia

El whisky, bebida de carácter único y de fama mundial, debe su nombre a las palabras celtas uisge-beatha (agua de la vida). Desde su Escocia e Irlanda natales, su consumo se ha extendido a lo largo y ancho del globo como el de prácticamente ninguna otra bebida espirituosa.

En su elaboración intervienen básicamente dos elementos: granos de cereales (cebada principalmente) y agua de la mayor pureza. El cereal humedecido germina y su almidón se transforma en azúcar fermentable en un proceso que se conoce como malteado. Acto seguido, los granos de cereales se secan con aire caliente, a menudo proveniente de turba, y se muelen para mezclarse con agua.
Esta mezcla fermenta y se destila dos veces en alambiques; después descansará el tiempo óptimo en barricas de diversa procedencia para redondear su aroma y ganar en complejidad. Llegado el momento en que los maestros de cada destilería consideran que el whisky está en su momento perfecto, se rebaja con un porcentaje de agua hasta cerca de los 40º y se embotella.
Sólo si la destilación y la posterior crianza, de al menos tres años en barricas, suceden en Escocia se puede considerar al whisky Scotch, y sólo se denominará Single Malt cuando esté hecho únicamente con cebada malteada y elaborado en una sola destilería.
Cereales como el trigo, el maíz o la propia cebada se destilan sin haber sido malteados en columnas de destilación para producir whisky de grano; este whisky, mezclado con el de malta, da lugar a los whiskies conocidos como blended, una buena puerta de entrada al universo del whisky escocés.
Cerca de Escocia, en Irlanda, se elaboran whiskies más suaves, entre otras cosas porque en el secado de sus granos no se emplea turba, materia vegetal en proceso de carbonificación que añade intensos aromas ahumados; además, los whiskeys irlandeses se destilan tres veces.
Canadá produce también algunos whiskies muy interesantes al estilo escocés en los que el centeno juega un papel importante, pero sin duda, el más reputado productor de whisky americano es Estados Unidos.
Originalmente, los whiskies estadounidenses se producían mayoritariamente con centeno, pero en la actualidad, los Bourbon de Kentucky o los whiskies de Tennessee se elaboran principalmente con maíz. Este último, además, se filtra a través de carbón de arce antes de empezar la maduración, lo que le confiere su sabor único. En general, los whiskies americanos son de perfil más bien dulce y no esconden los aromas avainillados derivados de las barricas nuevas empleadas en su añejamiento.
Curiosamente, el país con la mayor progresión en cuanto a calidad se refiere es Japón. Los japoneses han sabido aprender, sobre todo de los escoceses, y comprender la esencia del whisky. Aunque nos parezca un producto exótico, los primeros whiskies japoneses se produjeron hace ya cerca de un siglo y los de alta gama se codean ya con los mejores del mundo. Son whiskies elegantes y florales, no exentos de complejidad pueden satisfacer a infinidad de paladares.
Así que ya sabes, sea escocés, irlandés, americano o incluso japonés, pocas bebidas te garantizan una experiencia tan única como un buen vaso de whisky. Pero recuerda tomarlo solo o con agua mineral, no se te ocurra añadir hielo al vaso si no quieres despertar la ira del algún maestro destilador escocés que te observe desde las Tierras Altas.
Por el Equipo de someliers de Vinissimus

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