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El presidente argentino se reunión con Xi Jinping

Alberto Fernández se entrega al globalismo rojo de China para buscar la reelección en 2023

Alberto Fernández muestra el acuerdo suscrito con China. Europa Press

Alberto Fernández, el desprestigiado presidente de Argentina, no conforme con haber ido a rendirse ante Rusia y decirle a Putin que su país será la puerta de entrada para el mandatario ruso en América Latina, ahora también fue a China, donde se reunió con Xi Jinping, a quien se entregó para ser su alfil en el continente americano.

Así, el recién nombrado presidente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), y discípulo de Cristina Fernández de Kirchner, se quita la máscara, y no tiene empacho en mostrar que el plan para su reelección presidencial en 2023 se fundamenta en ponerse a las órdenes del globalismo rojo de Partido Comunista chino (PCCh), y actuar no como un representante de los argentinos, sino del expansionismo y hegemonía económica y cultural del Dragón Rojo.

De esta manera, además, la geopolítica regional hispanoamericana se ve modificada, al poner de facto a la CELAC al servicio del comunismo chino, y buscar desplazar a la Organización de Estados Americanos (OEA), el sueño de Andrés Manuel López Obrador, el anterior presidente de la CELAC, quien buscó en incontables ocasiones acabar con el liderazgo de Luis Almagro.

La OEA incluye a la mayoría de los Estados del continente americano, pero la CELAC no integra a Estados Unidos ni a Canadá, lo que le facilita a los presidentes del bloque rojo latinoamericano tener el control de su agenda. No obstante, la CELAC ha ido sirviendo para acercar la simpatía y el voto hispanoamericano al Partido Demócrata en el gobierno de Joe Biden y Kamala Harris, que buscan desesperadamente perder lo menos posible en la Casa de Representantes y en el Senado, en las elecciones intermedias de 2022.

Por si fuera poco, Alberto Fernández fue a depositar una ofrenda floral al dictador Mao Tse Tung, en su mausoleo. Más allá de los protocolos diplomáticos, esto es una forma de rendir culto a un asesino que dejó más de 70 millones de personas en su país, y que puso en marcha la Revolución Cultural china, una gran purga contra disidentes del pensamiento único, y que además intentó destruir las tradiciones milenarias y las costumbres ancestrales para sustituirlas por las ideas de Mao.

Esta Revolución Cultural maoísta, que ocurre entre 1966 y 1976, y que arrojó millones de muertos, en que las guardias rojas llegaron a encarcelar y perseguir incluso a sus propios padres y hermanos -si entraban en la categoría de adversarios del régimen-, se está presentando con ciertas adaptaciones culturales y de agenda, en los Estados Unidos, justo donde la hegemonía china busca hoy sentar sus reales y vencer culturalmente al pueblo norteamericano.

En Estados Unidos vemos la suma de esfuerzos de un conglomerado socialista y progresista, para imponer el pensamiento único, desde el oficialismo del Partido Demócrata en el gobierno, como desde las universidades, Hollywood, Netflix, las empresas del Big Tech, la mainstream media y grupos de presión supremacistas negros, feministas y de la diversidad sexual. Gran influencia de la herencia de Mao en la actualidad estadounidense, que le pavimenta a China poner su bota sobre América.

A este propósito se pone a disposición hoy el mandatario argentino, no sin el respaldo y connivencia del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla, y de la organización que preside desde inicios de 2022, la CELAC.

Alberto Fernández ha firmado la adhesión de Argentina a la nueva Ruta de la seda, proyecto de gran calado geoeconómico de China, en plena construcción de su dominancia mundial. Esta ruta incluye acuerdos comerciales, infraestructura, transporte y comunicaciones, con cerca de 150 países de Asia, Europa y África. Y ahora, formalmente, China extiende su brazo a América, entrando por el país del tango.

De esta manera, Argentina recibirá de China más de 20 mil millones de dólares (casi 18 mil millones de euros) para el desarrollo de diversos proyectos, con énfasis en energía y en movilidad, es decir, gasoductos, trenes, una central hidroeléctrica, e incluso, se considera una central nuclear. Recordemos que por ahora ya el Dragón Rojo es el socio comercial principal de varios países sudamericanos, e incluso en Chile una de sus empresas posee el control de la distribución de energía eléctrica a nivel nacional.

Gabriel Boric -ese millennial marxista posmoderno, presidente electo de Chile-, anunció durante su campaña a la presidencia que podría “nacionalizar” el litio, siendo que Chile es acaso el país con mayores depósitos de este metal en América y el mundo. Pero para este socialista, la nacionalización no incluye capital privado de chilenos, sino sólo del gobierno, por lo que se trata más bien de una estatización.

Pronto el litio centralizado se pondrá en bandeja de plata para que Xi Jinping lo compre y pueda avanzar en la producción masiva de autos eléctricos y aparatos electrónicos, a cambio de que invierta en Chile, lo que empoderará a Boric y le imprimirá una aura de protección para perpetuarse en el poder bajo el cobijo de las alas del Dragón Rojo.

Así, los gobiernos socialistas de Hispanoamérica, ven reforzados sus liderazgos gracias al poder de inversión de China, su nuevo tutor, luego de un largo periodo de orfandad, cuando en 1991 cae la URSS y se dio pie al surgimiento del Foro de Sao Paulo, el invento de Fidel Castro y Lula da Silva.

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