Cuba sigue siendo noticia a ambos lados del Atlántico. No suelen ser las noticias que los cubanos, desde hace varias décadas, necesitan. Pero el régimen neocastrista, pícaro y recostado en el manejo del olvido político y la indolencia mediática, de cualquier modo, no ha logrado borrar a la isla del no pocas veces mal leído mapa geopolítico.
Hace unos días, desde Washington D.C., un grupo de senadores demócratas criticaron la cada vez más vergonzante y peligrosa política del Gobierno socialista español de Pedro Sánchez respecto al régimen de La Habana, entre ellos Bob Menéndez (Demócrata por New Jersey). Sucedió en una audiencia para estudiar la nominación de Julissa Reynoso (Jefa de Gabinete de la Primera dama y Copresidenta del Consejo de Política de Género de la Casa Blanca) como nueva embajadora de Estados Unidos ante España y Andorra, según reportó la agencia Efe.
Chris Murphy (Demócrata por Connecticut) «se mostró especialmente molesto por la negativa del Ejecutivo de Sánchez de firmar la declaración de Estados Unidos contra el Gobierno de Cuba durante las protestas de julio en la isla; mientras que Tim Kaine, también demócrata, indagó sobre el rol que España debe cumplir con América Latina», divulgó la agencia internacional con sede en Madrid.
«Estoy profundamente preocupado de que España adopte puntos de vista que están fuera de la democracia y las disposiciones en derechos humanos que uno esperaría ver en un aliado de la OTAN», afirmó Menéndez, y denunció que «parecería que los españoles se preocupan más por sus hoteles e inversiones (en Cuba) que por la democracia y los derechos humanos».
Según la Oficina Económica y Comercial de España en La Habana: «En el acumulado enero–mayo de 2021 España representa el 45% de las exportaciones totales de la Unión Europea a Cuba, consolidando su posición como exportador líder en valor dentro de la Unión Europea».
Menéndez aseveró que «los españoles no han sido particularmente de ayuda, en concreto en el Hemisferio Occidental» y lanzó una frase punzante: «Estoy seguro de que (a España) no le gustaría que actuásemos de la forma en la que ellos actúan con nosotros, si fuera en su esfera del mundo».
El político cubanoamericano, como se ha señalado en ocasiones, ha compartido posicionamientos con legisladores republicanos, más dados a defender políticas más duras contra el castro-chavismo. Aunque hasta el momento no se haya logrado siquiera hacer temblar el statu quo de estos Estados fallidos, marcados por sus vinculaciones con el narcotrafico y el crimen organizado y por patrocinar el terrorismo internacional.
El 29 de julio el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, del cual Menéndez es presidente, aprobó por unanimidad una resolución condenando «la respuesta violenta» del castrismo contra el levantamiento popular del 11 de julio. Justo al día siguiente de las protestas masivas fuertemente reprimidas, Menendez descartó una intervención humanitaria de Estados Unidos, solicitada por miembros de la oposición interna y por miles de exiliados.
En su discurso en D.C. a propósito de Reynoso, el legislador se mostró además preocupado «por el papel que España está jugando en Venezuela» y acotó que «parecen ser contrarios a dónde estamos nosotros en nuestro propio hemisferio». Vale insistir en que el Gobierno socialista de Sánchez, que hasta hace poco tuvo como vicepresidente al comunista entrenado en Venezuela Pablo Iglesias, jamás ha atacado con fuerza real al castrochavismo. Todo lo contrario.
Reynoso, de origen dominicano y que durante la Administración de Obama-Biden sirvió como embajadora en Uruguay, aseguró estar «bastante familiarizada con la mediocre política de España frente a algunos de estos países, principalmente Cuba y Venezuela, y Nicaragua, debería añadir también».
La funcionaria afirmó que como embajadora en Madrid tendrá como «objetivo» que España sea «mucho más vocal» en lo que respecta a estos países, «dada su importante influencia y sus intereses, principalmente en Cuba». Y añadió que «España puede hacer mucho más». Y en esto tiene toda la razón la señora Reynoso.
Las relaciones hoy día entre la Moncloa y la familia Castro, que a través del poder militar dicta los discursos a su vocero Miguel Díaz-Canel, se desarrollan como si en el caso de Cuba no se tratara de una brutal dictadura. Pero no solo puede hacer muchísimo más España sino también Europa, y sobre todo Estados Unidos como potencia mundial. E incluso mucho también pueden ayudar los países libres del resto del mundo, víctimas, por diferentes vías, de la influencia e injerencia del castrismo.
En principio, por supuesto, siempre será válida y necesaria la posición crítica. Pero, después de seis décadas de dictadura comunista, la pregunta clave es si los señalamientos críticos, vengan desde Estados Unidos o Europa, podrán trascender la carta ética y la diplomacia internacional para convertirse en un elemento de cambio efectivo, anclado en el plano real, para quienes sufren la persistencia de estos regímenes.
Desde 1959 los cubanos arrastramos el castrismo. Como se sabe, Cuba es la cabeza de la serpiente que ha desestabilizado la región, a solo 90 millas de los Estados Unidos. Los venezolanos han sido desangrados por el castrochavismo desde hace más de dos décadas. No pocos años de dictaduras del siglo XXI y muchísimas penurias sufren también nicaragüenses y bolivianos. Todos estos regímenes han producido éxodos y han sido señalados por los llamados «demócratas» de Occidente, que, a la par, siguen negociando como si el inmenso desastre fuera minimizable y -ojo con esto- como si los efectos de esta vieja cohabitación no fueran perjudiciales también para sus naciones.
Hace unos días, en el programa Libertad y punto de Estado de Sats, Esteban Gerbasi criticó con firmeza la permisibilidad y el contubernio de España y otras democracias con el castrismo durante años. El analista y consultor venezolano propuso imaginar un escenario donde los ciudadanos de Cuba y otros países afectados por el castrochavismo hicieran «una campaña para exigirle al gobierno canadiense y el español que digan por qué el silencio y complicidad ante la condena a un joven irreverente, que está buscando libertad, por romper un afiche».
Gerbasi sugirió empezar a «boicotear» los productos españoles, «a cerrarles las puertas para que el pueblo español también reaccione y no siga siendo copartícipe de la miseria del pueblo cubano. Que los canadienses también lo sufran. Porque es muy fácil vivir con seguridad social en países donde se respetan las leyes y hay separación de poder, e ir a una isla a hacer una orgía con menores porque en mi país no me lo permiten».
Que en España, con Pedro Sánchez a la cabeza, gobierne el PSOE es un hecho que en lo discursivo y resultados prácticos es y será nada halagüeño para la libertad de Cuba. Su política exterior de cara al castrismo, incluso ante la escandalosa falta de libertades, violaciones de derechos humanos y represión desenfrenada, como ocurrió el pasado 11 de julio, será tolerante y permisiva. Porque después de todo hemos llegado al punto en que se ha normalizado no sólo convivir sino también tener relaciones cordiales con las dictaduras y tiranías actuales.
No nos sorprende que, aunque en algunos casos puntuales el establishment sanchista haya lanzado leves críticas, su posición con respecto a la isla navegue complacientemente, pues ambos partidos, el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Comunista de Cuba, comparten más similitudes que discrepancias a nivel ideológico.
Y lo mismo ocurre en cuanto a políticas de Estado con respecto a la imposición de las ideologías de identidades grupales para desactivar las libertades individuales -y todo el entramado de estrategias de la nueva izquierda mundial para atomizar a la sociedad-, tan fuertes hoy en España, y que cada vez se hacen más evidente en la Cuba neocastrista, publicitadas en los medios de comunicación, instauradas como adoctrinamiento en las escuelas e implantadas en el panfleto carcelario que usurpa el lugar de la Constitución.
El castrismo, llevando de la mano a sus criaturas, ha aprendido a ser paciente y doblegar paso a paso al poco espíritu de compromiso libertario de las democracias. Se han acostumbrado a pagar cierto costo a cambio de asestar duros golpes a opositores y la sociedad civil en los momentos escogidos por ellos. Las democracias han optado por vender la idea de que el trato, irá domesticando a la fiera. Mientras tanto, permiten intercambios económicos o actúan muy permisivos con quienes lucran aprovechándose de pueblos cautivos.
El castrismo ha sido monotemático en el intento de culpabilizar a Estados Unidos del estrepitoso fracaso de su revolución. El embargo económico (que llaman bloqueo) codificado en la Ley Helms Burton ha sido el pretexto preferido. Pero es una falacia, que lastimosamente han encontrado eco fuera de la isla.
El embargo económico ha sido hasta el presente una política de sanciones poco efectiva una vez que permite que a la Isla ingresen recursos del orden de cinco a seis mil millones de dólares anuales en efectivo y en bienes procedentes de la diáspora cubana. Es el mercado norteamericano el que vende un gran número de productos alimenticios a Cuba a mejores precios que los ofertados por proveedores de otros países.
Por otra parte, el régimen ha recibido jugosas ganancias procedentes de empresas aeronáuticas que enlazan el sur de la Florida con la nación caribeña. Adicionando los montos anteriores, Estados Unidos debe ser probablemente el segundo país que más recursos proporciona a la Isla después de Venezuela.
La debacle económica de la Isla tiene su núcleo en el férreo control que ejerce el sistema, sin dar respiro a que los cubanos desarrollen en libertad su creatividad y capacidad productiva.
Otra iniciativa reciente de legisladores estadounidenses busca ir en contra de responsables de violaciones de derechos humanos. Los senadores Marco Rubio y Rick Scott, ambos republicanos por Florida, presentaron la Ley de Negación de Ingresos a la Oligarquía Militar en Cuba y Restricción de Actividades del Aparato de Inteligencia Cubano, conocida como Ley Democracia. Dicha legislación bicameral responsabilizaría al régimen ilegítimo de Cuba por sus abusos contra los derechos humanos e impondría severas sanciones y una presión financiera sin precedentes.
A comienzos de este mes 15 senadores estadounidenses, entre ellos Menendez, solicitaron al gobierno de Biden-Harris aumentar la «presión» sobre el régimen de Daniel Ortega y liderar una «estrategia internacional para lograr la liberación de 7 aspirantes presidenciales encarcelados» en Nicaragua. Hasta el momento Ortega-Murillo, como todo el bloque de las dictaduras del Socialismo del Siglo XXI liderado por Cuba, continúan con sus prácticas históricas.
Es clara la necesidad de ir cerrando las vías de financiamiento a la élite castrista, pero es vital reconocer que, de no ir sobre los tentáculos o socios foráneos del régimen, poco se logrará.
Ir sobre los tentáculos implica ir sobre individuos y empresas que participan de negocios y acuerdos con la criminal dictadura de La Habana mientras siguen disfrutando de todos los beneficios del sistema democrático. Es decir, lucran y participan de la corrupción de regímenes totalitarios mientras, a la par, disfrutan de los beneficios del mundo libre.
El abrazo o el silencio de las democracias del llamado primer mundo, a ambos lados del Atlántico, hacia el totalitarismo cubano y todas sus ramificaciones y franquicias en la región, es realmente añejo. Esteban Gerbasi, con su mirada realista y nada complaciente ha recordado que «es muy fácil en esos países desarrollados, pero entonces quieren ir a violarse una niña de 12 o 14 años, y van y la pagan en Cuba. Y eso es inaceptable, es inmoral. Eso es anti-natura, y eso se tiene que acabar».
Gerbasi ha sido muy claro, como siempre ha de hablarse, y mucho más en estos casos: «La diplomacia norteamericana lo conoce, lo sabe. Porque si yo lo sé, que soy un ciudadano pequeñamente informado, un ciudadano común de este país, cómo no lo va a saber la diplomacia, los congresistas, los senadores, los funcionarios de este país, el FBI. ¿Por qué no se toma una acción, no contra los cubanos sino con todos estos países que mantienen esta dictadura? ¿Por qué no se toman acciones contra China? ¿Por qué no se toman acciones contra Rusia para que dejen de alimentar a esos monstruos, que están acabando con nuestros pueblos?», denunció el politólogo y activista anticomunista.
La situación de nuestros países cada vez se hace más deplorable mientras sus regímenes avanzan en una batalla, no únicamente cultural, contra los valores y la estabilidad de Occidente.
Urge preguntarnos y preguntarle a los responsables de las políticas exteriores hacia Cuba y sus satélites en la región, si no es hora de revisar críticamente las estrategias que hasta hoy se han ejecutado en este sentido, desde el pobre apoyo a las oposiciones internas hasta la efectividad de las cientos de sanciones, a veces desenfocadas por desconocimiento del contexto y de la operatividad de los poderes tiránicos.
Por encima de ilusiones y agendas partidistas, la realidad nos obliga a no esperar más y realizar una exégesis de los aciertos y desaciertos de todas estas décadas. Cada vez, en ambas partes, hay más vidas en juego.