«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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La peor y más ineficiente ideología

Socialismo (o la normalización de la miseria humana)

Limpiabotas en Trinidad, Cuba. Ban Yido, Unsplash.

Es indispensable denunciarlo una vez más: gobiernos, medios de comunicación y academias del llamado mundo democrático no han ayudado a extinguir el socialismo, sino que, por el contrario, han colaborado con el relato socialista, incluso han apuntalado a dictaduras comunistas, lavándoles la cara o simplemente mirando hacia otro lado cuando el horror sube el nivel de su tolerancia socialdemócrata, lo mismo en Latinoamérica, Europa que en Estados Unidos. 

El mensaje generalizado es que el socialismo ha cometido faltas, abusos, que ha fallado en varios de sus intentos, pero que no es tan terrible y que se puede mejorar. Un ejemplo de la mala interpretación de este terrible sofisma de raíz socialistoide es la reciente resolución del Parlamento Europeo donde se denuncian las violaciones de Derechos Humanos en Cuba. Por una parte, el documento que señala esta constante de la realidad en la isla, pone ejemplos que catalogan al régimen como una dictadura y pide el cese de la represión. 

Pero en ese mismo texto, por otro lado, se alega que el régimen comunista ha hecho avances en términos democráticos, que siete millones de personas pueden acceder a Internet y que ha enviado a 4,000 médicos a casi 40 países para «ayudar» a afrontar el coronavirus, como si realmente fuera una ayuda y no un viejo y conocido negocio del castrismo, así como una forma de esclavitud. El Parlamento Europeo, ahí mismo, reclama que se «garantice el derecho de los cubanos, incluidos los médicos desplegados en misiones médicas en el extranjero, a salir de su país y regresar a él, de conformidad con las normas internacionales en materia de derechos humanos». 

Un bonito discurso repleto de agujeros y dobleces. Entre esa mezcla de contradicciones y conjuras hemos vivido los cubanos de cara a la máquina moldeadora de la opinión pública mundial. Décadas y décadas sin que se acabe de entender, o no se quiera entender la verdadera naturaleza criminal de estos regímenes. Incluso aunque en los últimos años otros países de la región ya lo estén sintiendo en carne propia. Como era de esperar, pues sabemos que cuando el cáncer no se ataca la metástasis será indetenible. 

Mucha relación tiene esta complicidad con el hecho de que, aunque parezca delirante, aunque realmente sea delirante, el socialismo sigue seduciendo a millones en todo el planeta, asesinando a millones de seres humanos, asaltando las fragilidades de las democracias, decapitando las libertades, convocando a tontos útiles para su propaganda internacional e «internacionalista», condenando al hambre a naciones prósperas, arrastrando a manadas a normalizar la miseria humana, embaucando a quienes, desde la inocencia, la carestía o el contubernio con el rencor y la envidia, han ayudado a apuntalar la peor de las ideologías y el más ineficiente de los constructos socioeconómicos, la mayoría de las veces sin comprender que hacerle el juego no se trata sólo de participar de una masacre sino también de un suicidio. 

No es un secreto que son muy pocos, como la historia ha demostrado, los que deciden correr ese riesgo vital que lleva dentro de sí el detonador más importante de la guerra contra el socialismo: convertirse en un disidente, pero no por esnobismo o por rasguñar pequeñas prebendas, sino por haber concientizado que el único modo de cambiar el statu quo de las indigencias personales y sociales, es ser un verdadero disidente, y no dejar de serlo hasta que el Estado totalitario -ese muro entre la cobardía y la libertad, entre las penurias y prosperidad- sea suprimido. Otra solución es imposible. Aunque siempre habrá quien quiera hacer creer que una mera puesta en escena puede ser la realidad. 

Insisto en que la razón por la que el socialismo, a pesar de sus innegables fracasos en todo el mundo, no haya perdido la batalla, en gran medida se debe a que no se le ha combatido con toda la voluntad y la fuerza que su criminalidad merece. Por ello sigue ahí, alzando sus banderas, en los últimos tiempos haciéndolas confluir con un arcoíris adulterado, que lejos de significar el camino a la libertad y a una supuesta inclusión, lo que evidencia es la incansable necesidad del socialismo de manipular y deformar la realidad, al son del viejo lema de «divide y vencerás», para así mantener el control sobre los individuos colectivizados. El rebaño dirigido por San Estado. 

No se puede menospreciar el poder sugestivo y a la vez avasallador del socialismo como el principal sistema enemigo de la libertad, que en este siglo ha ido agarrándose de diferentes máscaras para penetrar, una y otra vez, en distintas sociedades. Miremos no solo a Cuba, Venezuela y otros países de la región. En España llegó a ser vicepresidente un comunista confeso y aún hay otros de su misma fila decidiendo el destino de los españoles, cuando realmente deberían ser condenados por empujar a la sociedad hacia un sistema que ha cometido millones de crímenes de lesa humanidad.

En Estados Unidos legisladores, gobernadores y alcaldes han manifestado su adoración por el socialismo. Ahí están, entre el espíritu recalcitrante y la postura hipócritas, Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Rashida Tlaib, Ayanna Pressley, y otros electos por muchísimas personas que desconocen que hay más 100 millones de víctimas producto de las ideas que estos legisladores defienden y que no saben que el «socialismo democrático» no existe porque el socialismo es un sistema intrínsecamente totalitario. Falacia que han aceptado no pocos votantes. 

Por suerte hay servidores públicos consientes de la incultura política que hoy reina en Estados Unidos y en todo el mundo. Entre ellos el gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien ha urgido a que se eduque a las nuevas generaciones en cuestiones cívicas y en la verdadera historia del comunismo y otros sistemas totalitarios que van en contra de la libertad, sobre cuyos cimientos se edificó su nación. 

DeSantis, defensor de la libertad de expresión en los centros de educación superior y en las universidades estatales, promulgó recientemente una ley para que los estudiantes de las escuelas secundarias públicas de Florida reciban «instrucción sobre los males del comunismo y la ideología totalitaria«, dejando claro que en Florida viven muchos exiliados de las dictaduras comunistas de Cuba y Vietnam y otros regímenes totalitarios. En otro texto regresaremos a esta iniciativa de DeSantis, que bien vale la pena promover y exportar, como el mejor de los productos educativos, a otras zonas de la iberosfera. 

Es posible contemplar a flor de piel cómo por décadas se ha distorsionado el socialismo en las academias y los medios de comunicación. No es por casualidad que estas nefastas ideas han penetrado para mal a través de las grietas de la información, el adoctrinamiento y el desconocimiento de más de una generación en todo el mundo. Urge corregir este gravísimo problema. La historia nos lo advierte. Una vez más. 

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