«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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la sociedad es muy distinta de la del año 2000

Casado, Egea y el regreso de la patraña del ‘voto útil’

¿Por qué se llama ‘de progreso’ a los Gobiernos españoles, sean nacionales o regionales, que causan más parados, más corrupción, más delincuencia y más desigualdad? Porque la propaganda, repetida una y otra vez, cala. La izquierda española es maestra en propaganda, pero lo que pasa por ser derecha, después de tantos años recibiendo lecciones, algo ha aprendido y fruto de este aprendizaje es la cantinela del ‘voto útil’ al PP. Hubo otra por parte del partido de Rajoy y Sáenz de Santamaría, de que ellos ‘saben gestionar la economía’, pero las subidas de impuestos de Montoro y la chapuza de la contabilidad interna la convirtieron en motivo de risa.

La invocación al ‘voto útil’ equivale al grito de ‘¡que viene el lobo!’, pronunciado por los pastores (políticos del PP), mientras azuzan a las ovejas (votantes) a los apriscos (urnas). Nunca hay lobo, como nunca hay utilidad de ese voto, pero ha funcionado como el abracadabra de los cuentos de los niños, aunque es cierto que cada vez menos. ¿De qué ha servido el PP a sus votantes más bienintencionados, los que no viven de la estructura o de los negocios vinculados el ‘voto útil’? ¿Derogó el Gobierno de Rajoy, que disponía de una amplia mayoría absoluta en las Cortes, las leyes de ingeniería social de Zapatero como había prometido? ¿Dio ayudas a la natalidad? ¿Bajó impuestos? ¿Defendió los intereses nacionales en la UE y frente a Marruecos? Ante esta realidad, el ‘voto útil’ se muestra como un ardid para que sustituir temporalmente a una oligarquía por otra.

En uno de los pocos períodos de gobierno largo en la Restauración, un fantoche liberal clamó en los pasillos de las Cortes, que le faltaba el canto de un duro para hacerse republicano. El mensaje se entendió en Palacio y poco más tarde el Gobierno cambió. Para el PP, ese canto de un duro es el ‘voto útil’.

Las elecciones al Parlamento catalán, en las que el PP siguió cayendo hasta perder uno de sus cuatro escaños y el 40% de su electorado en las anteriores, demostraron que el ‘voto útil’ dentro de la derecha ya no era el PP. ¡Otro de los elementos del sistema político español, asentados en la Transición, que caía! Sin embargo, la arrolladora victoria de Ayuso, que no del PP, anima a la cúpula del PP a recuperar el eslogan.

Las elecciones autonómicas del 4 de mayo hay que compararlas con las del 26 de mayo de 2019, no con las generales de noviembre de ese mismo año, entre otros motivos porque los candidatos no son los mismos. La lista del PP encabezada por Isabel Díaz Ayuso dobló su porcentaje de votación y su número de escaños, gracias a que engulló a Ciudadanos y a parte del electorado socialista. La subida de doce puntos de la asistencia a las urnas no sólo volvió a demostrar que la mayor participación perjudica a las izquierdas, sino que, también, benefició a Vox. En una situación en la que el bipartidismo mediático atacaba al partido verde por ser la máscara del nazismo o por entorpecer la victoria de Ayuso, Vox ganó más porcentaje de voto y un escaño, amén de crecer en los barrios y municipios más humildes. ¡Qué habría dado el PSOE por esos datos!

Pablo Casado y Teodoro García Egea, responsables del desastre catalán por acción y de la moción de censura en Murcia por omisión, se abrazaron, literalmente, a Ayuso en la noche electoral. Se olvidó que los cerebros de la calle de Génova no querían de ninguna manera el anticipo electoral, porque no lo consideraban prudente. En los días posteriores, Casado ha desempolvado la consigna del ‘voto útil’. Después de tragarse a Ciudadanos en Madrid, pretende engullir a Vox o que al menos se convierta en un camarero que se limite a servir los platos que él pide. El palentino sueña con regresar a un bipartidismo ideal, con el PSOE, “un gran partido”, como le ha definido. En otra entrevista afirmó que el multipartidismo era “la peor noticia que ha tenido la democracia española”. Mucho peor que los asesinatos de ETA, que el golpe de Estado catalanista o que el ‘invierno demográfico’. ¿Qué he dicho más arriba del turno de oligarquías?

El PSOE, en cuanto gobierna, da algo a sus votantes, aunque sean esos triunfos morales que los peperos desprecian porque lo importante es la economía, como la exhumación del cadáver de Franco o la eutanasia. El PP no les da nada, absolutamente nada, porque no puede hacerlo en el papel que le corresponde dentro del consenso. Como Lina Morgan y Gracita Morales, los peperos son criadas que mantienen la casa ordenada a la espera del regreso de sus dueños y mientras les da tiempo de comerse algunas chocolatinas. En los próximos meses veremos si Ayuso se atreve a suprimir las leyes LGTB aprobadas por su compañera de partido Cristina Cifuentes o si rompe con la sumisión al discurso ‘progre’.

El plan de Casado parte de la consideración de que el electorado de Vox son antiguos votantes del PP, a los que desprecia por intransigentes y exaltados pero necesita para acercarse a la mayoría absoluta, que luego completará con el servicial PNV y el joven Revilla (¡vaya pena que ya no estén los nacionalistas ‘moderados’ de Pujol!). Y estos votantes regresarán al PP si se asfixia, desprecia o ningunea a Vox, porque desean, ante todo, que su voto ‘sea útil’. 

Sin embargo, la sociedad es muy distinta de la del año 2000. Vox atrae a ciudadanos que jamás votarán al partido de Feijóo, Gamarra y Maroto, sea porque están hartos de sus mentiras o porque les identifica con la derecha de señoritos. 

En resumen, el PP propone al PSOE un pacto, mientras que a Vox le exige una rendición incondicional. No parece la estrategia más correcta, pero como reza el consejo célebre, “cuando el enemigo se equivoca, no le distraigas”.

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