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EL PANORAMA ELECTORAL PARA EL 2021 MANTIENE LA VENTAJA DE AMLO

Convencer, no movilizar: el reto de la oposición mexicana

Las elecciones a celebrarse en México el próximo año son cruciales para definir el rumbo de lo que serán los últimos tres años del mandato de López Obrador. Son 95 millones de mexicanos llamados a votar, lo que implica la renovación de 15 gubernaturas, 500 diputaciones federales, 1063 diputados locales y 1926 ayuntamientos.

Hasta ahora la carta fuerte de la oposición para quitarle del rostro esa cínica sonrisa a López Obrador, es concretar una alianza electoral entre PAN, PRI y PRD que se hará presente, al menos en 158 de las 300 diputaciones federales de mayoría. 

PAN y PRI, tienen sólidas estructuras electorales a lo largo y ancho del país para asegurar la defensa, promoción del voto y para coordinar la movilización en el “día D” –que no es otra cosa que redes de operadores llevando de la mano a la gente a votar el día de la elección–. Esta movilización llega a ser determinante sobre todo en comicios intermedios donde predomina el desinterés y el abstencionismo. 

Esta pragmática estrategia de la oposición tiene como finalidad arrebatarle la mayoría a Andrés Manuel en el Congreso Federal para recuperar algo de contrapeso institucional ante el incendio que representa la mal llamada “Cuarta Transformación”. 

En medio de una pandemia, inseguridad, pérdida de empleos, disminución en la confianza de inversionistas, caprichos y escándalos de corrupción, Obrador tiene un panorama muy alentador. Su aprobación permanece aceptable. Ronda entre el 57% y 64%, según varias casas encuestadoras.

De las Heras Demotecnia le da un pequeño repunte en el contexto del Segundo Informe de Gobierno, llegando a un 63%. Las principales aptitudes que los encuestados perciben en el mandatario son sinceridad, liderazgo y cercanía con el pueblo.

GEA-ISA refleja un 57% de aprobación en el mes de noviembre, 12% más respecto del mes de septiembre.

El Financiero le otorga 64% de aprobación, la cual incrementó en el último mes mientras disminuía la desaprobación –lo cuál no necesariamente lleva una relación de interdependencia–.

Mitofsky presenta 58.4% de aprobación. Dicha encuesta propuso un ejercicio con la siguiente pregunta: “¿Si hoy se volviera a realizar la elección de 2018, con los mismos partidos y candidatos, ¿cómo sería su voto?”. AMLO conservó una ventaja de 48.9 sobre 34.5 –si juntáramos los números de sus dos contrincantes, claro–.

¿Qué otra calamidad tendría que suceder en estos 6 meses para que empeoraran las cosas? Razones de sobra hay para que la aceptación del presidente –y por extensión la de su partido– estuviera por los suelos, pero no es así. 

La razón de ello, quizá sea más simple de lo que pensamos. 

Andrés Manuel se encuentra invicto en un terreno. En el discursivo. Ahí la oposición ni le ha rasguñado.

El pueblo es sabio, pero resentido. Al grueso de la población no la engañas fácilmente. No tendrán rimbombantes posgrados, pero tienen algo mas valioso y difícil de encontrar en estos días: sentido común.

El mexicano sabe que no está mejor que antes, quizá se sienta igual o peor. Y mientras no escuche una propuesta convincente que le genere una genuina esperanza, lo seguirá moviendo el orgullo, las ganas de cobrar viejos agravios y el deseo de perjudicar a quién consideramos el culpable de nuestras desgracias. Es algo que tenemos en el ADN.

AMLO ha sabido capitalizar mejor que nadie ese sentimiento de odio a las élites, a los empresarios, a los intelectuales, a la burguesía, a la tecnocracia y todos esos grupúsculos a los que AMLO categorizó como “fifis”. Grupos a los cuales la oposición encarna de una u otra forma, principalmente en el discurso.

El votante promedio de López Obrador no es estúpido como se cree y menospreciarlo ha sido un grave error.

Entonces, más allá de una estratégica coalición, debería verse al votante no como sujeto a movilizar sino como un sujeto a convencer. 

La oposición no convence y su agenda menos –porque de hecho ni la tienen–. Ahora con el grillete que representa la incompatibilidad ideológica, se ve más difícil la posibilidad de crear una plataforma elocuente. 

Una buena narrativa movería conciencias a ese lugar del subconsciente colectivo a donde no llegan ni los mas colmilludos operadores electorales de la vieja escuela. 

Hasta el momento no tenemos una figura que emocione, que conecte. No tenemos un discurso que mueva ni una cara que lo abandere. 

Se necesita un especial cuidado en la selección de candidatos para que la pinza termine de cerrar. Se necesitará tener en campaña a personas que entiendan al pueblo y que hablen su propio idioma. Que conozcan sus necesidades reales y que ofrezcan algo palpable, sin miedo a ser considerados “populistas”.

Si los partidos políticos pueden desprenderse de sus ideologías como si de calcetines se tratara, que ahora lo hagan con sus compromisos y sus viejas formas. Eso sería un verdadero pragmatismo. 

@liatrueba

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