«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
LA ARGENTINA DESENCAJADA

Cristina Kirchner humilla a su presidente antes de la gira de Alberto Fernández por Europa

El presidente de Argentina, Alberto Fernández y su 'vice', Cristina Fernández, viuda de Kirchner (Prensa Senado / telam / dpa)

Un enorme mutismo, frío en la fría ciudad de Ushuaia, detonó la vergüenza. Esta semana, sus ministros acarrearon gente como ganado a un nutrido acto destinado a que Alberto se luciera. Regalaron viviendas y pusieron al presidente en el medio del escenario, pero no lograron que nadie lo aplaudiera. Faltando un año y medio para finalizar su mandato, la presidencia de Alberto Fernández es una vergonzante cáscara vacía que ya no pueden disimular ni con toda la demagogia del mundo.

Quien se encargó de potenciar ese vacío y esa vergüenza es justamente la que lo ungió en primera instancia, su mentora, la vicepresidente Cristina Kirchner, que con pocas horas de diferencia y muchos kilómetros al norte realizaba, en la provincia de Chaco, un muy aplaudido acto autoglorificador. La vice no ahorró ni un gramo de humillación para el presidente, dijo abiertamente: «Elegí a una persona que hoy es presidente que no representaba a ninguna fuerza política de las que conformaba el Frente pero que ,además, me había criticado duramente desde el año 2008 hasta ese momento” y agregó que ella misma fue generosa al permitir que “quien resultó electo Presidente pudiera decidir libremente quién era su gabinete económico, todos los hombres y mujeres de ese gabinete económico”.

En el Gobierno de Alberto Fernández y la vice Cristina no hay dos bandos, sólo una titiritera irritada con su títere

Alberto, ese hombre humillado y despreciado, es el que en estos días emprenderá una visita protocolar a Europa. Se encontrará con el presidente Pedro Sánchez, uno de los pocos jefes de Estado que visitó Argentina durante su gestión y luego con el primer ministro alemán, Olaf Scholz. Trascendió que intentará reunirse también con Mario Draghi y con el recientemente reelecto Emmanuel Macron. Las fuentes oficiales omiten informar si el Papa Francisco, tan cercano al Gobierno kirchnerista, tiene previsto recibirlo en vista de su degradada imagen nacional e internacional. Baste recordar que la última incursión diplomática de Alberto fue en febrero cuando estuvo con Vladimir Putin en Moscú rogándole que Argentina fuera la puerta de entrada de Rusia a Latinoamérica.

Mientras el presidente esté en Europa, haciendo de cuenta que gobierna, en su país las tensiones se acumulan. El Gobierno tiene un récord de negatividad del 70 por ciento y la sensación de que el rumbo del país es incorrecto supera ese porcentaje, cifra que podría afectar la gobernabilidad. Es por este motivo que, con astucia animal, Cristina Kirchner viene cuestionando la marcha económica del Gobierno como si fuera una acérrima opositora. Su instinto político le dice que debe librarse de la responsabilidad de la crisis que asola a los argentinos y cuyo pronóstico es más que desalentador. No hay que subestimar la capacidad de supervivencia de la viuda de Kirchner, que viene protagonizando la escena política desde hace décadas y que va por el cuarto Gobierno de su propiedad, mucho más que lo logrado por el mismísimo Perón

Los camporistas están a la cabeza de las reparticiones del Gobierno y se frustran porque hace rato que se acabó la plata

Cristina sabe cuándo hay que ponerse de costado, sabe cómo culpar siempre a los otros y sabe cuáles son las debilidades de los suyos y de la oposición. Supo sobreponerse a la derrota imponiendo la fórmula electoral que la ponía en un rol de gran poder y exposición mínima, designando a un pelele que, como ella misma dijo en el acto de Chaco, no tenía ningún poder ni representación. Doblegó con facilidad al peronismo que es incapaz de salir de su égida y que lleva más de dos años esperando una milagrosa emancipación de Alberto, que jamás llegará.

A pesar de lo que digan los medios alimentados a pauta oficial y más allá de lo que el kirchnerismo quiera vender, no tiene sentido pensar que en Argentina hay una interna gubernamental. No hay en el Gobierno dos bandos, sólo una titiritera irritada con su títere. Por lo demás, el verdadero poder, la caja y la calle son manejados por Cristina y por la corporación militante que inventó su hijo Máximo: “La Cámpora”, el instrumento parainstitucional que ha infectado a todo el Estado. Los camporistas están a la cabeza de las reparticiones del Gobierno y se frustran porque hace rato que se acabó la plata. Intentan paliar las consecuencias de la economía que ellos mismos diseñaron alentando paritarias elevadísimas, regalando subsidios, bonos y puestos estatales. Están tratando de sacar el agua del Titanic con una cuchara. Increíblemente, es Máximo el principal detractor de la economía, de la que se queja como si no perteneciera al Gobierno.

Disfrazados de buenas intenciones, la oposción parlamentaria, salvo los liberales, generan normas que aumentan aún más los costos laborales

El príncipe kirchnerista en estos días baja línea a la militancia para que su madre y él queden absueltos de lo que ocurra en adelante. Para servir como fusible, puesto que ese es su trabajo, está Alberto Fernández. El kirchnerismo va a dinamitar la economía hasta que estalle con tal de no asumir el costo del ajuste, aplicando el conocido manual peronista de presionar sobre los ingresos. De hecho, todas sus propuestas son más y más anabólicas sobre una economía que ya supera la inestabilidad venezolana.

En su prolongado y furioso discurso, Cristina Kirchner cuestionó también a la Corte Suprema por un fallo que la aleja de su propósito de manejar totalmente los hilos de la Justicia. Esa es la otra frustración que vuelca sobre el impotente presidente: no haber conseguido el blindaje judicial que motivó la decisión de designar a Alberto a través de aquel mensaje de Twitter. Para las elecciones del año que viene no tiene resueltos sus numerosos juicios y no tiene reemplazo confiable. Sabe que no puede fiarse del candidato siempre expectante: el multifásico Sergio Massa con grandes dotes para estar en la misa y en la procesión. Prueba de ello resultó el día del cumpleaños de Alberto, el pasado dos de abril, cuando se sumó al festejo presidencial junto a la crema y nata del Foro de San Pablo con Evo Morales, José “Pepe” Mujica, Fernando Lugo y Marco Enríquez-Ominami. Apenas salió del cumpleaños feliz, Massa se fue corriendo a conmemorar junto a Cristina Kirchner el aniversario de la Guerra de Malvinas. El resto del peronismo sigue esperando que, o bien la oposición o bien uno “propio”, termine con la dinastía Kirchner de una bendita vez.

En el acto de Chaco, Cristina aseguró que la verdadera “causa de la inflación” en Argentina es la “escasez de dólares” y no el “aumento de la emisión monetaria”. Nadie en su entorno se atreve a explicarle la sencilla relación que existe entre las dos variables. Pero más allá de la ignorancia de la vice en temas económicos, lo interesante es que sostuvo que “el principal problema es la economía bimonetaria que demanda dólares y esta cuestión debe resolverse con un gran acuerdo político”. He aquí el meollo de toda la crisis, lo que ni Cristina ni la oposición se atreven a aceptar es que en Argentina existe un gran acuerdo político entre las fuerzas mayoritarias: toda la casta política está de acuerdo en no achicar al Estado y en no reducir el gasto aunque todo reviente.

La élite política argentina sigue jugando con fuego, mostrando su cinismo e indolencia al designar cada vez más amigos y familiares en chiringuitos estatales, incrementando el gasto como si fueran María Antonieta. El último jueves, la Cámara de Diputados se reunió para tratar una propuesta de JxC, pero terminó aprobando todos los proyectos del kirchnerismo, sólo los diputados liberales votaron en contra. Disfrazados de buenas intenciones, el resto de los parlamentarios generaron normas que aumentan aún más los costos laborales, las trabas al trabajo formal, prohíben despidos, obligan a empresas privadas a prestar servicios gratuitos, crea observatorios, comisiones, un régimen de jubilación especial, así como más pensiones no contributivas de carácter vitalicio. Actualmente, en el sistema previsional argentino, dos tercios de los beneficiarios no realizaron los aportes necesarios. El delirio legislativo en el que incurre el macrismo y el kirchnerismo llega a la creación de un Observatorio Nacional sobre Estigma y Discriminación, dentro del marco de una institución sobre la que recaen todas las sospechas sobre ineficiencia y corrupción. Todo el dinero que proyectan gastar carece de proyección de ingresos. Se trata de una clase política ignorante e irresponsable que vota leyes nefastas en dulce montón. Esos son los grandes consensos a los que sí puede llegar la clase política argentina.

Más del 70 por ciento de los argentinos creen, como Milei, que hay que ajustar el gasto y bajar impuestos. Esto convierte a Milei en una opción competitiva

Mientras tanto, la oposición pasa los días combatiendo por cargos y candidaturas, con declaraciones incendiarias y amenazantes que no hacen más que exponer su precario diagnóstico de la realidad. Los presidenciables de Juntos por el Cambio: Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich construyen sus candidaturas a ciegas porque Mauricio Macri no termina de decidir cuál será su rol en las elecciones de 2023. El expresidente se dedica a enviar mensajes encriptados y a florearse con intelectuales y figuras internacionales, que es lo que mejor sabe hacer y la característica que lo sitúa muy por encima del resto de los candidatos de su formación, dirigentes sin carisma y parroquiales. Pareciera ser que Macri disfruta de exponer esas falencias, aunque flaco favor le hace a su formación el crecimiento de la incertidumbre y la pornografía de las internas que han logrado que desde hace dos meses Juntos por el Cambio sea la formación que más intención de voto ha perdido.

El flanco más débil de Milei es el armado político que tiene que construir de cero en todo el país con el riesgo de que se le filtren advenedizos

Es la oposición macrista, en su increíble torpeza, la que sostiene a Javier Milei al tope de los debates en redes y medios locales. La influencia de Milei en la opinión pública se hace palpable en la opinión mayoritaria sobre la economía: más del 70 por ciento de las personas creen que hay que ajustar el gasto y bajar los impuestos, esto lo convierte en una opción competitiva. La agrupación del economista libertario: “La Libertad Avanza” experimenta un crecimiento explosivo y en algunos casos se sitúa segundo en las mediciones de opinión. 

Es posible que semejante nivel de exposición pueda jugarle en contra a Milei, a punto de sufrir un desgaste en la opinión pública, desafío que deberá sortear con inteligencia si quiere llegar con chances y entero al final del 2023. Su flanco más débil es el armado político que tiene que construir de cero en todo el país con el riesgo de que se le filtren advenedizos o cosas peores en una estructura gigante que no pueda controlar. Su mayor acierto sigue siendo el concepto de casta, que engloba a toda la política profesional que tiene a la ciudadanía cada vez más harta. Milei está llegando a los sectores más vulnerables y menos politizados. Si hace un par de meses representaba un problema para el macrismo, hoy ya le está robando votos al kirchnerismo.

Ese es el país real que Alberto intentará ocultar en su gira. El país del desencanto y la inflación galopante que supera el 6 por ciento mensual y que ya no puede cumplir las metas con el FMI que estipuló hace escasas semanas atrás, donde la parasitaria casta política no conoce freno en su capacidad de aumentar la demagogia y la incertidumbre. El país en el cual, Cristina intenta salir impune, una vez más, de los desastres ocasionados por el gobierno vicario que creó y en el que cada día más argentinos engrosan las filas de la miseria.

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