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ANTE LA CREACIÓN DE UN SISTEMA CONTRA LA MITAD DE LA POBLACIÓN

División insalvable en EEUU: ¿hay en marcha un cambio de régimen?

Banderas de Estados Unidos. Reuters

El periodista suele ser un tipo entrenado para hacerte una buena crónica del saqueo de Roma por Alarico, y no tanto para explicarte la decadencia del Imperio Romano. Lo malo es que lo importante es la decadencia del Imperio Romano, sin la que no se entiende bien el saqueo de Roma.

Aquí vamos contando torpezas de Biden o decisiones que apuntan todas al hecho de que en Estados Unidos hay en marcha un cambio de régimen, no demasiado distinto al que despunta en España, y a una división tan insalvable que hace del nombre oficial del país un sarcasmo sangrante.

Eso es lo primero que habría que contar, y es lo que ha contado en un largo y magistral hilo en Twitter Darryl Cooper, AKA @MartyrMade, que ha impresionado lo bastante a la estrella de la Fox Tucker Carlson como para leer una extensa parte del mismo en su seguidísimo monólogo televisivo.

Yo, no tengo que decirlo, no soy Tucker Carlson, así que seguiré a Cooper, seleccionando lo que me parezca más interesante.

“Estos son los hechos -hechos reales, confirmados- que conforman la perspectiva [de los votantes de Trump]: 1) El FBI/etc espió a la campaña de Trump 2016 usando pruebas inventadas por la campaña de Clinton. Sabemos que todos los implicados sabían que era falso desde el Día 1. Estos son gente del Tea Party, tipos que regalan a sus hijos por su cumpleaños un ejemplar de bolsillo de la Constitución y tienen a los Padres Fundadores en sus ‘bios’. Para ellos, el hecho de que la comunidad de inteligencia espíe a un candidato presidencial usando pruebas trucadas (incluyendo falsificación documental) es gravísimo.

Todos los implicados mintieron sobre su participación tanto tiempo como fue posible. Solo descubrimos que el Partido Demócrata pagó por las pruebas falsificadas por una orden judicial. Comey [entonces director del FBI] negó en televisión saber que el Partido Demócrata había pagado por ellas, cuando tenemos correos de un año antes que prueban que lo sabía. Esto mismo se aplica a todo el mundo, desde el director de la CIA Brennan y el diputado demócrata Adam Schiff -que aparecieron en televisión diciendo que habían visto pruebas claras de colusión con Rusia, mientras admitían a puerta cerrada bajo juramento que no era así- hasta el último mono. Al final descubrimos que TODO era falso.

Al principio, muchos trumpistas temían que hubiera cierta colusión, porque no se lo iban a inventar todos los medios de comunicación y todas las agencias de inteligencia. Cuando quedó claro que se lo habían inventado, la gente esperaba que tuvieran que responder del fraude, y perdieron muchas ilusiones con respecto a su gobierno cuando nadie tuvo que responder. Sabemos con certeza que: a) El dossier de Steele era la única prueba usada para justificar el espionaje a la campana de Trump, b) que el FBI sabía que el dossier Steele era una maniobra del Partido Demócrata, c) que la fuente de Steele confirmó al FBI que la información no era de verdad, d) que no informaron al tribunal de nada de esto y siguieron espiando.

Los trumpistas conocen al detalle el caso de la colusión. Pasaron de temer que la colusión fuera real a sospechar que podría ser falsa a, luego, darse cuenta de que era un montaje y, finalmente, contemplar cómo todas las instituciones -agencias, prensa, Congreso, universidades- les hacían luz de gas durante un año más. Peor: se esgrimía la acusación de colusión para meter miedo a la gente y que no se atreviera a colaborar con la Administración Trump. Sabían que escudriñarían todo su pasado. Muchos tiraron la toalla porque les estaban arruinando las costas judiciales. El Departamento de Justicia, la prensa y la Administración destruía vids y subvertía activamente un gobierno elegido en las urnas.

Aquí fue cuando gente cuya identidad política la definía una ingenua fe en lo que habían aprendido en clase de Educación para la Ciudadanía (Civics) empezó a percibir los contornos de un Régimen que cruzaba todas las líneas institucionales. La propaganda de los republicanos todavía consigue que muchos de ellos sigan pensando en términos de partido, pero UN MONTÓN de partidarios de Trump ven que el Régimen no es partidista. Todos sabemos que las mismas instituciones hubieran apoyado al bando contrario si las presidenciales hubieran sido entre [la demócrata antiintervencionista] Tulsi Gabbard y Jeb Bush [el más blando de los republicanos, hermano de George W., un hombre del sistema].

Es difícil hacerles entender a los izquierdistas lo escandaloso y decepcionante que fue para gente que anima a sus hijos a entrar en el Ejército y odian a quienes no se levantan cuando suena el himno nacional. Podrían haber gestionado la desilusión si solo implicara al gobierno. Pero lo que realmente les radicalizó fue la actitud de la prensa convencional Odian a los periodistas más de lo que odian a políticos y funcionarios, porque se sienten especialmente traicionados por ellos. La idea de que la prensa está condicionada por las mediciones de audiencia y la necesidad de sensacionalismo no podía seguir manteniéndose. Si fuera cierto, no pararían de hablar del caso Epstein. La prensa convencional es la división de propaganda del Régimen que ven configurándose. Nada de lo que haga nadie podrá hacer que olviden lo que han visto, punto.

Todo esto les desorienta profundamente. Muchos no saben con certeza si se trucaron las papeletas en noviembre de 2020, pero saben con absoluta certeza que la prensa, el FBI, etcétera les mentirían si así fuera. Les sobran los motivos para creerlo, y es probablemente cierto. Vieron cómo los periodistas actuaban como fieras durante cuatro años. Decenas de millones de personas siempre verán en Kavanaugh [juez del Tribunal Supremo nominado por Trump] como un violador sin base alguna, por culpa de la CNN. Y la CNN se muestra orgullosa de ello. Lideraron una partida de linchamiento contra un colegial; vitoreaban durante un verano de violentos disturbios.

Siempre dijeron que los medios tenían un sesgo progre, vale, estupendo. Aun así creían que la prensa admitiría la verdad al verse acorralada. Ahora ya no. Es algo diferente verles fabricar historias de la nada para destruir vidas normales y provocar la violencia masiva. Lo que han hecho lo llamamos ‘revolución de colores’ cuando pasa en Ucrania.

A lo largo del verano, los gobernadores demócratas aprovecharon el pretexto del covid para cambiar los procedimientos de voto. Tras el montaje de la colusión y el ‘impeachment fake’, los trumpistas ya estaban preparados para que los demócratas jugaran sucio.

Luego llegó el escándalo del portátil de Hunter Biden. Los gigantes tecnológicos activaron una campaña de censura omnicomprensiva contra un periódico importante para proteger a un candidato. Punto. Todo el mundo lo sabe, y ahora todos los gigantes tecnológicos admiten que fue “un error”. Pero, bueno, las elecciones ya han pasado, así que, ¿qué importa? No hay ni que decirlo: si el New York Times tuviera el portátil del hijo de Trump, lleno de fotos de él mismo fumando crack y participando en orgías, montones de siniestros dramas familiares, correos describiendo casos directos de corrupción, el NYT no hubiera sido censurado.

Todo el mundo sabe que, igual que el portátil de Don Jr. hubiera sido la noticia del siglo, si todo lo que ha rodeado la polémica sobre las elecciones hubiera sido igual pero con los partidos cambiados, las sospechas sobre el resultado se hubieran tomado muy en serio.

Olvídense de todas las conspiraciones electorales. Es un hecho que los gobernadores usaron la excusa del covid para alterar inconstitucionalmente los procedimientos de votación para ayudar a Biden a superar una masiva diferencia de entusiasmo trasteando con el sistema de votación por correo. Sabían que era inconstitucional, está escrito en un inglés perfectamente comprensible en la ley. Pero también sabían que las impugnaciones no llegarían a los tribunales hasta después de las elecciones. ¿Y qué juez se atrevería a desechar millones de papeletas porque un gobernador se saltó las normas? La amenaza de motines masivos no era implícita, sino directa.

Se perdieron siguiendo muchas pistas falsas o dudosas, pero tenían toda la razón al alegar que su gobierno está en poder de un Régimen convencido de que no merecen representación y no se detendrá ante nada para evitar que la consigan. Los fanáticos de Trump deberían alegrarse de que perdiera; quizá solo por eso sigue vivo”.

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