Hablar de la “derecha” en Perú es, muchas veces, extenderse en un tópico demasiado intrincado. Es enredarse en las “autodefiniciones” de cada partido y caudillo que componen ese espectro político –ya sean novatos o veteranos–.
Es incluso caer, por error, en los conceptos propuestos y sostenidos por la izquierda, cuya hegemonía cultural desde las universidades, oenegés, think tanks y medios de comunicación masivos, marca la pauta de lo que, a su juicio, es la derecha -a la que desprecian-, o cómo debería ser para que les sea cómplice en su agenda.
A una semana de elecciones generales, la última encuesta nacional -vía telefónica- del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) coloca a tres candidatos de derecha en los tres primeros puestos: Keiko Fujimori de Fuerza Popular (9.8%), Hernando de Soto de Avanza País (9.8%) y Rafael López Aliaga de Renovación Popular (8.4%). Los candidatos Yonhny Lescano -centroizquierda-, que hasta hace poco lideraba el sondeo, y Verónika Mendoza -izquierda-, les siguen con 8.2% y 7.3% respectivamente.
Y aunque el último simulacro de votación de Ipsos Perú -con cédula y ánfora secreta- para el diario El Comercio todavía favorece a Lescano como líder en las preferencias y coloca en mejor posición a Mendoza -tercer lugar-, De Soto escala al segundo lugar en la disputa por pasar a la segunda vuelta, teniendo mayor respaldo en Lima y los niveles socioeconómicos A y B, así como en los jóvenes de 18 a 25 años.
En un escenario de pandemia y confrontación ideológica, que revive los traumas de los últimos cinco años de crisis política resultado de la disputa entre la derecha liberal de Pedro Pablo Kuczynski -que ganó la presidencia apoyado por la izquierda- y la derecha populista de Keiko Fujimori -que consiguió una bancada mayoritaria en el Congreso de la República-, pasando por la captura del Estado de parte de activistas progresistas en los gobiernos de Martín Vizcarra y Francisco Sagasti; resulta indispensable elegir un gobernante que no repita los errores de sus antecesores y entienda que el pacto social y político está roto, la economía quebrada, la convivencia democrática en peligro y la salud pública en cuidados intensivos.
Las dos derechas
Coloquialmente, la derecha en el Perú es sinónimo de “pro-empresa” y libre mercado. Vale agregar que la izquierda le ha puesto diversos motes, tanto pintorescos como despectivos: “neoliberal”, fujimorista -por ser Alberto Fujimori el artífice de las privatizaciones en los años 90-, cavernaria, retrógrada, fanática religiosa e incluso fascista.
Víctor Samuel Rivera, doctor en filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) y miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía, señala que la derecha nacional durante los últimos doscientos años de vida republicana se ha dividido en dos bloques: la derecha que tiene compromiso religioso, y la derecha que tiene compromiso económico.
“Haciendo una simplificación que resulta inevitable, a lo largo de toda la historia republicana solamente ha habido dos derechas, la derecha que tiene compromiso religioso y la derecha que tiene compromiso económico. Estas son las dos agendas que han existido en la derecha peruana. La derecha inicialmente estaba relacionada con la agenda religiosa, eso se estableció en la prensa del siglo XIX haciendo la distinción entre conservadores y liberales. Se entendía ahí que el liberal era la persona que es de izquierda, en el sentido de persona que subordina la religión a otras agendas, básicamente económicas. Mientras que, por derecha, se entendía a aquel grupo o sector que coloca como centro la conservación y mantenimiento de la religión católica en la medida que esta es fuente de valores nacionales. Se identificaba el sostenimiento de la religión con la conservación de la identidad peruana. Hay que entender que en esos tiempos la Iglesia Católica era muy poderosa y ocupaba un gran espacio en la vida pública. Además, está el tema de la religión y la nacionalidad. Ser católico y ser peruano era más o menos lo mismo. Una persona no católica era mal vista, considerada una persona no patriota o por lo menos extraña. Los pensadores conservadores serán los que planteen la defensa, la protección y el mantenimiento legal de la Iglesia Católica frente a los liberales que intentarán socavar la importancia del catolicismo como un elemento de la constitución de la nacionalidad. Y esto es muy interesante, porque en los últimos veinte o treinta años, algunos historiadores han estado tratando de reconstruir la historia del Perú dándole énfasis a las ideas contemporáneas de republicanismo y ciudadanía, tratando de distinguir a la izquierda como defensora de valores republicanos y civiles, frente a la derecha que sería contraria a estas ideas”, sostiene.
Para Rivera, el origen de la derecha primitiva, anterior al segundo gobierno del mariscal Ramón Castilla, se origina en torno a la denominada “Tertulia de Pando”, un grupo de notables que asistía a la casa del aristócrata limeño José María Pando de la Riva y Ramírez de Laredo a discutir sobre como debería gobernarse el Perú, y en donde coincidían tanto los defensores de la monarquía como personajes que veían en la independencia una ocasión para la generación de capitales.
“Era un movimiento básicamente incómodo con el régimen republicano y que no se había identificado plenamente con él. Tienen en mente otras posibles formas de régimen político. Eran partidarios de una cierta verticalidad en el poder que hiciera posible que hubiera control social”, explica.
La “tertulia” seguiría funcionando tras la partida de Pando a España -desilusionado por el desbarajuste revolucionario que trajo la independencia-, y nuevos personajes irán nutriendo a la segunda generación de esta derecha precaria, como el general Manuel Ignacio de Vivanco y el sacerdote Bartolomé Herrera, este último considerado como el máximo exponente del conservadurismo peruano del siglo XIX.
“Bartolomé Herrera y Manuel Ignacio de Vivanco fueron las figuras principales de la siguiente generación de la tertulia de Pando. Vivanco llegó a ser gobernante a comienzos de la década de 1840 por un corto período de tiempo, y logra organizar un gobierno que podríamos llamar derechista, bastante exitoso. Pero ese gobierno no era de derecha porque era pro religioso, sino porque era partidario de un orden parecido al del Antiguo Régimen. Dentro de su gabinete estuvo el padre Herrera, quien es una historia aparte, pues no solo era sacerdote, sino que debería ser considerado un filósofo político. Herrera recogió la tradición del padre José Ignacio Moreno, quien sostenía el origen divino del poder político, y trató de darle vida a este proyecto a través del gobierno de Vivanco. Pero estos episodios fracasaron, y dentro de la tertulia de Pando empezaron a aparecer personajes como Domingo Elías que sostenían que la agenda económica era más importante que la religiosa. Elías, un gran lector de autores que hoy llamaríamos ‘liberales económicos’, ante la posibilidad de que el gobierno de Vivanco se extendiera, planeó un golpe de estado junto a jefes militares y así es como aparece la dinámica que distinguirá a conservadores y liberales. El conservador será el que asocie la idea de orden con algunos ecos de ideas ‘cesaristas’ o del Antiguo Régimen, mientras que los liberales buscarán un Estado cuya preocupación principal sea la gestión de la economía, y que además sea un régimen laico, porque estas ideas económicas solamente funcionan en una sociedad donde no existen privilegios, y el estamento clerical tenía privilegios, como el diezmo, haciendas agrícolas, inmuebles heredados por gente rica, etc. Esto generaba una dinámica económica que los liberales creían que no permitía el flujo de capitales, razón por la cual, los que sucedieron a Elías se convirtieron en anticlericales, como el presidente Manuel Pardo. Ahora, no es que todos los conservadores fueran opuestos al interés económico, sino que consideraban que la economía debía subordinarse a una agenda moral. Subsistía la idea de una ‘república cristiana’. Los liberales, en cambio, vieron en la Iglesia un obstáculo para el progreso”, agrega.
De los clubes electorales surgirían los primeros partidos políticos conservadores y liberales, y el Partido Civil de Manuel Pardo -dirigido por la oligarquía limeña- dominaría la vida política peruana desde la segunda mitad del siglo XIX, desempeñando un rol clave en la “Reconstrucción Nacional”-tras la derrota militar ante Chile- hasta su disolución a lo largo del gobierno de Augusto B. Leguía entre 1919 y 1930.
“El Partido Civil, durante la llamada ‘República Aristocrática’, son los progresistas de entonces. Un estamento privilegiado de gente blanca con estudios en el extranjero, millonaria, muchos de ellos parientes entre sí o por lo menos amigos muy cercanos. Bajo esa mirada, se parece al Partido Morado actual, una fuerza política minoritaria, pero con mucho poder e influencia. Los civilistas tendrán rivalidad con el Partido Demócrata de Nicolás de Piérola, que sostenía explícitamente las teorías de Bartolomé Herrera y tenía bases religiosas y populares; no obstante, debido a que el sufragio era capacitario, su actuación estaba limitada. Con la llegada de Leguía, que propone aumentar la base social del poder del Estado, se rompe la hegemonía civilista. Aparecen otros actores en la derecha que buscan distanciarse del pensamiento economicista del Partido Civil como José de la Riva-Agüero y Osma y Víctor Andrés Belaunde. No obstante, su perfil intelectual y aristocrático les impidió pasar a la acción. Su pensamiento jamás se tradujo o inspiró una agenda política real y permanente”.
La derecha peruana de los últimos años
Unos de los actores más destacados de la política peruana en las últimas décadas han sido las oenegés, que han pasado de tener un perfil modesto y poco relevante, a dictaminar políticas de Estado, sobre todo luego que cayera el gobierno de Alberto Fujimori.
“A mediados de los 90 se empieza a advertir sobre el peligro que las oenegés suponen para el Estado. Uno de los primeros en hacerlo fue Francisco Tudela, en una conferencia que dio en el Congreso. Desde entonces, Tudela fue identificado como un agente de derecha en un sentido especial que antes no existía, una derecha que defendía la soberanía del Estado nacional sobre los poderes transnacionales, ya sean económicos o políticos. De hecho, durante los últimos años del gobierno de Fujimori, viene el ensayo de crear un proyecto de soberanía peruana. La gente se empieza a considerar de derecha en la medida de una nueva agenda que se empieza a denominar ‘soberanista’. De hecho, esta última fase del partido de Alberto Fujimori, y también se incluye el partido de su hija Keiko, podrían considerarse como de derecha soberanista. Esta no es una derecha económica, pues los grandes empresarios están más interesados en el mercado global”, comenta.
“Ahora irrumpe una ‘derecha religiosa’, no de la mano de la Iglesia Católica sino de las congregaciones protestantes. Estas, conforme han ido aumentando su índice de adeptos, han ganado importancia. Tomaron relevancia en su momento de la mano de Fujimori, un candidato que en 1990 no era percibido como de derecha, sino más bien de izquierda, una izquierda no marxista. Sin embargo, debido a que muchas tienen un origen norteamericano, han desembocado en una posición política que termina sirviendo de base social al conservadurismo estadounidense, por lo tanto, actúan como una fuerza conservadora en las sociedades latinoamericanas. En estas elecciones, aunque Rafael López Aliaga es un candidato católico, al compartir los mismos valores que muchos protestantes conservadores, se gana el voto de estos. Han hecho causa común porque López Aliaga les garantiza que la agenda ética será respetada. Ahora, este candidato no parece ser un pro estadounidense o pro Israel como suelen ser los evangélicos norteamericanos, más bien, tiene un pensamiento que mezcla soberanismo, nacionalismo, defensa del empresario local y el elemento religioso. Contra él, se presenta Hernando de Soto, que viene a representar a la vieja derecha empresarial. Por otro lado, Keiko Fujimori tiene el voto antiterrorista. El peso del terrorismo de izquierda en el Perú [Sendero Luminoso y el MRTA] es muy grande. La izquierda suele generar espanto en los votantes de mayor edad”, concluye.
Reduccionismo ideológico: el gran problema de la derecha peruana
Para Miklos Lukacs de Pereny, uno de los principales exponentes del conservadurismo en Hispanoamérica, en el Perú, los partidos de derecha han priorizado la defensa y promoción del libre mercado como principal instrumento para el desarrollo económico y el ejercicio de la libertad individual. Explica que, actualmente, estas corrientes van desde el social liberalismo igualitarista hasta el liberalismo economicista.
Sin embargo, todas las variantes “liberales” siguen siendo funcionales a la agenda progresista porque, salvo aparentes divergencias en el capítulo económico, todas comparten la visión utilitarista, relativista y cientificista de los progresistas de izquierda, conocidos localmente como “caviares”.
“Bajo la idea de derecha, entendida como la defensa y promoción del libre mercado y la inversión privada, hoy podemos nombrar a tres partidos que incorporan estos postulados en sus idearios y programas de gobierno: Fuerza Popular de Keiko Fujimori, Avanza País de Hernando de Soto y Renovación Popular de Rafael López Aliaga. Ahora bien, ¿cuáles son los partidos de derecha progresista? Avanza País, sin duda alguna, y en menor medida, Fuerza Popular. ¿Por qué? Porque sus líderes y algunos de sus principales representantes políticos han evidenciado una posición ambigua respecto a temas como el aborto y la ideología de género que son posiciones esencialmente utilitaristas y relativistas, muy compatibles con el economicismo predominante. Desde esa perspectiva, el único partido de derecha no progresista en el Perú es Renovación Popular”, explica.
Para Lukacs, que ha sido profesor en las universidades de Essex y Manchester en el Reino Unido y ESAN y la USMP en el Perú, uno de los principales problemas de la derecha peruana es el reduccionismo ideológico, un fenómeno que se repite en toda Iberoamérica. Esto ha provocado que, en la historia reciente, “la mal llamada derecha termine formando alianzas contra natura con la izquierda”, como fue el caso del partido Peruanos por el Kambio (PPK). Este partido liderado por Pedro Pablo Kuczynski, terminó ganando las elecciones presidenciales en 2016 en segunda vuelta con el apoyo de la izquierda progresista. La candidata derrotada fue Keiko Fujimori, lideresa de Fuerza Popular, partido que, supuestamente, representaba al mayoritario sector conservador del país.
“El discurso propiamente conservador, políticamente hablando, ha irrumpido recientemente en el Perú. Desde inicios de los noventa se asociaba a la derecha con el (neo)liberalismo representado inicialmente por el Fredemo [Frente Democrático] del excandidato presidencial y Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, y posteriormente por el fujimorismo. Salvo el fujimorismo de primera generación, hasta el surgimiento de Renovación Popular, el conservadurismo peruano no tenía representación política tácita, aunque cabe señalar que este partido tampoco es puramente conservador. En su pragmatismo, característica que comparte con el fujimorismo primigenio, Renovación Popular también sintetiza aportes históricamente asociados a la izquierda como la intervención estatal focalizada, y al liberalismo económico, particularmente en lo referido a promoción del emprendimiento e inversión privada. Sin embargo, lo que diferencia a Renovación Popular de las demás opciones de derecha, pasadas y actuales, es una concepción menos utilitarista del emprendedor, el principal actor del sistema económico del Perú. La defensa sin complejos del cristianismo también se ha traducido en un respaldo creciente a la candidatura de Rafael López Aliaga, líder del partido, especialmente entre las clases medias y bajas de Lima y otras zonas urbanas del resto del país”, agrega.
De acuerdo a Lukacs, la versión actual del fujimorismo, encarnado en Fuerza Popular, en algún momento pudo liderar este movimiento, pero desaprovechó la oportunidad por una sucesión de “pésimas decisiones políticas”.
“Salvo la ‘élite’ progresista, el pueblo peruano es esencialmente conservador y rechaza abiertamente el aborto, la ideología de género y las agendas LGBT y feminista que se buscan imponer contra su voluntad. Es esta ‘élite’ la que impulsa estas iniciativas. No obstante, es un grave error creer que el progresismo solo está compuesto por comunistas y socialistas reciclados en el Estado, oenegés y universidades. También encontramos a los adherentes de variantes igualitaristas y mercantilistas del ‘liberalismo’ nacional. Frente a esta seudo élite, se planta un gran bolsón del conservadurismo en los sectores socioeconómicos C, D y E, que también es apetecido por la izquierda. Se suele afirmar que ‘el pueblo es de izquierda’ por su justificada aversión al empresariado mercantilista, pero a medida que aumenta la comprensión sobre la conformación, organización y propósitos del progresismo local, un grupúsculo que acoge a déspotas utilitaristas de izquierda y derecha, el conservadurismo popular se galvaniza. Manifestaciones multitudinarias en contra de la despenalización del aborto como la Marcha por la Vida y la reafirmación del cristianismo, tanto católico como protestante, son prueba concreta e irrefutable de este fenómeno”, asegura Lukacs.
Sobre las críticas hacia el conservadurismo de parte de la “derecha liberal”, el “progresismo de centro” y la izquierda, Lukacs observa que esta expresión política -entendida principalmente como rechazo al progresismo de amplio espectro- experimenta un franco y sostenido ascenso.
Impulsan este crecimiento los jóvenes conservadores -seculares y religiosos- pero también muchos jóvenes que se identifican con corrientes liberales y libertarias. Ellos son los principales afectados por dos décadas de progresismo y hoy observan que, mientras el desempleo y la inseguridad aumentan en tiempos de pandemia, la “élite” prioriza medidas para legalizar el aborto, regular la menstruación y promover los “derechos LGBT”.
“El conservadurismo se entiende como la defensa de los valores fundacionales de la cultura occidental; la defensa de los derechos humanos fundamentales, a la vida, a la libertad y a la propiedad. Es también la defensa de las tradiciones, la cultura, la unidad política y la identidad nacional. El conservadurismo es un llamado a la cordura, entendiendo que el cambio es necesario e inevitable, pero el conservador apuesta por el cambio gradual. Las ideologías extremas de izquierda como el marxismo, o de derecha como el anarcocapitalismo y el libertarismo objetivista, comparten una vocación revolucionaria, pero como señaló el gran filósofo conservador inglés Roger Scruton, la revolución no es cambio sino destrucción. En ese sentido, Renovación Popular llena ese gran espacio de representación que Fuerza Popular no pudo retener. Su discurso frontal contra la corrupción y los medios de prensa comprados por el poder de turno con dinero de los contribuyentes también lo aleja de la derecha más progresista representada por Avanza País. Hernando de Soto, líder de este partido circunstancial, se ha mostrado muy ambiguo en estos temas y no me sorprendería que sea el gran tapado de la ‘élite’ para la primera vuelta de la elección presidencial que se avecina”.
Hace falta una derecha patriota en el Perú
Francisco “Paco” Bazán, comunicador y presentador de noticias deportivas, es uno de los conductores más polémicos de la televisión peruana debido a sus declaraciones contrarias al discurso liberal progresista. Contrario al aborto, en diciembre del año pasado tuvo el valor de criticar la despenalización de este procedimiento en Argentina cuando conducía un programa de noticias matutino, lo que le canjeó insultos e incluso amenazas en redes sociales.
#Peru 🇵🇪: Excelentes comentarios de Paco Bazán y Romina Rossi de @atvpe sobre aprobación del #aborto en #Argentina.“Ahora cualquiera puede matar a niños si así lo quieren. Inadmisible celebrar esto”. @LupenciaB @AgustinLaje @NickyMarquez1 @vivicanosaok @AmelieGranata @albermudezr pic.twitter.com/DWk1FiRvmU
— Perú defiende la Vida (@Perudefensavida) December 31, 2020
Bazán advierte que uno de los principales problemas de la derecha en el Perú es que es percibida como la opción política de los grupos más privilegiados, lo que le impide sintonizar con los sectores más populares.
“Muchas veces se confunde por derecha en el Perú a un grupo de liberales progresistas que creen en el capitalismo y el libre mercado, pero la derecha es mucho más que modelos económicos; la derecha debe incluir en su ideario y modo de vida valores sociales y morales. En el Perú no existe una derecha que se defina sin complejos como patriota o conservadora. Y eso da espacio a que los liberales progresistas insistan en ser de derecha solo por defender un modelo económico, aun cuando en la práctica terminan defendiendo las causas de la izquierda progresista y globalista. A diferencia de lo que cree la mayoría de peruanos, que se han quedado estancados con las definiciones de izquierda y derecha de los años 80, hoy los grandes oligopolios, usualmente percibidos como de derecha, están al servicio de la agenda cultural de la izquierda progresista, una agenda que da la espalda a la realidad nacional y a las urgencias de los peruanos de a pie. Hace falta una derecha patriota en el Perú, que todavía no surge, pero ya existe en otras latitudes”, asegura.
Para Bazán, una verdadera derecha tiene el deber de plantear una agenda política que solucione las necesidades más urgentes de los peruanos: salud, educación, trabajo, seguridad, vivienda, transporte, conectividad y protección del empresariado nacional. Además, considera necesario superar las diferencias emocionales que provocan los discursos de izquierda y derecha, pues la discusión se ha trasladado a otro escenario, uno donde se enfrentan patriotas contra globalistas.
“Estoy convencido de que vivimos una era en donde hay dos caminos por escoger: ser globalista o ser patriota. O te sometes a las agendas globalistas, o atiendes los intereses nacionales. Para mí, no queda más que defender la Patria, y con ello defenderemos nuestra identidad y valores. Quienes pueden pagarse un jet privado y desayunar en Miami, almorzar en Barcelona y cenar en Paris, como hacen algunos influencers y celebridades que simpatizan con la izquierda progresista, pueden darse el lujo de llamarse ‘ciudadanos del mundo’, pero al ciudadano común que a veces no puede si quiera hacer un viaje interprovincial por falta de medios económicos, solo el amor a su familia y a su Patria lo ubican en el mapa, le da identidad, le motiva a esforzarse y salir de la pobreza”, asegura.