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LA VICEPRESIDENTE HARRIS SE NEGÓ A COMPARECER CON ÉL

El ‘sanchismo’ de Biden: culpa del caos en Afganistán a todo el mundo menos a su Administración

El presidente de EEUU, Joe Biden, en una comparecencia de prensa. Reuters

La culpa la tuvo el pueblo afgano, que se ha negado a luchar por su propia libertad. La culpa la tuvo Trump, que anunció su intención de salir del país. La culpa la tuvieron las anteriores administraciones (exceptuadas las dos de Obama, naturalmente), que empezaron y continuaron el absurdo experimento. De milagro no echó Biden la culpa al chachachá, pero si dejó claro quién es perfectamente inocente de esta caótica retirada y de la implantación en 24 horas de un emirato islámico: él.

Esa fue la chicha del discurso hasta ahora más esperado de su presidencia, ante la foto de una reedición de Saigón 1975 tras veintiún años de ocupación, cuando una mayoría de afganos de hoy ni siquiera había nacido.

Y si este detalle recuerda poderosamente a otro mandatario occidental, nuestro ínclito Sánchez, hay otro punto en que le imita y que parece estar convirtiéndose en norma en demasiadas comparecencias públicas: no admitió preguntas de la prensa, se fue sin más y luego la Casa Blanca anunció que volvía a Camp David, a seguir sesteando. No es que los medios se lo vayan a reprochar con excesiva acritud, que hace ya tiempo que los grandes se convirtieron en formidables maquinarias de propaganda del pensamiento único.

¿Qué dejó fuera de su discurso? Solo lo fundamental, a saber: por qué la retirada norteamericana está siendo tan desastrosa, que es exactamente su responsabilidad. Es curioso escuchar la comparecencia y leer inmediatamente después sus mensajes en periodo electoral, cuando afirmaba que, como presidente, se haría personalmente responsable de todo lo que sucediera bajo su mandato. Tercer sanchismo.

Hubo mucho de dar la razón a Trump, sin mencionarlo, naturalmente; mucho de hablar de Afganistán como “la tumba de los imperios” y de cómo todo aquel proyecto había sido una insensatez (aunque una insensatez en la que estuvo de acuerdo en su momento). Lo más parecido a una referencia a lo presente, a lo inmediato, fue cuando dijo que el colapso del país “se produjo más deprisa de lo que preveíamos”. No mencionó que él estaba de vacaciones mientras tanto.

«Me reafirmo en mi decisión”, empezó Biden su comparecencia. “Después de veinte años, he aprendido por las malas que nunca ha habido un momento adecuado para retirar las tropas estadounidenses”. Para Biden, solo había dos opciones: seguir adelante con el plan de retirada “o volver a prepararse para combatir de nuevo a los talibán”.

También dijo que eso de “construir nación” no había sido parte de la misión norteamericana, lo que sin duda ha debido suponer una enorme sorpresa para el público gringo, a quien se le lleva diciendo en las últimas dos décadas que, aunque Bin Laden está ya muerto y ni siquiera estaba en Afganistán, sino en Pakistán -ese era el pretexto del ataque inicial-, allí estaban “construyendo la democracia” y llevando la liberación de la mujer y los derechos de los homosexuales al país asiático.

Tucker Carlson, la estrella de la Fox y el director del espacio televisivo de actualidad más seguido del país, se ha despachado a gusto en su más reciente aparición con ese descerebrado intento por convertir la vieja nación asiática en una réplica de Massachussets, con sus estudios de género, su lobby LGTBI y sus cuotas. De hecho, se impuso una cuota en el parlamento afgano del diez por ciento de mujeres, y fue una farsa insultante: muchas parlamentarias ni siquiera habían visitado alguna vez el distrito que supuestamente representaban.

Todo el discurso de Biden, en fin, no consistió en preguntarse qué podía hacerse, sino en salir de allí. Lo que no dijo, en cambio, es que el Ejército ha tenido años, y él meses, para preparar una salida algo más airosa. Cualquiera lo hubiera sido, visto lo visto.

De hecho, aunque los medios están haciendo lo posible por salvar los muebles y presentar su alocución como un segundo Discurso de Gettysburgh, la tensión entre los altos funcionarios del Departamento de Estado se puede cortar con un cuchillo, y en el fondo todos saben que ha sido un desastre que, probablemente, acortará en mucho los días de Biden en la Casa Blanca, que nunca se previeron numerosos.

De entrada, su ávida sustituta, la vicepresidente Harris, se negó resueltamente a comparecer junto a su supuesto jefe en la comparecencia. El asentado rumor en Washington es que Biden se lo pidió insistentemente, pero Kamala no está por la labor de comerse el marrón, comprensiblemente en quien quiere ocupar en breve la Casa Blanca.

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