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Kast se convirtió en el líder indiscutible de las derechas

En 2021 Chile decidió tentar a la suerte y caminar al borde del abismo

Izquierdistas "conmemoran" el aniversario de las revueltas que causaron destrozos en Chile. EUROPA PRESS

Sin duda, el año 2021 fue uno vertiginoso para Chile. Caracterizado por una potente agenda electoral, los chilenos asistieron cinco veces a las urnas. Así, la Convención Constituyente, por un lado, comenzó sus funciones en julio, institucionalizando la revuelta que inició aquel aciago 18 de octubre de 2019. Por otro, las elecciones presidenciales demostraron la solidificación de las ideas de la extrema izquierda. El 2021 fue un año de incertidumbre, que sembró el terreno para la consolidación de nuevas fuerzas políticas —tanto para las derechas como izquierdas—. Pero, aun así, Chile se ha cegado al caminar al borde del abismo.

Hacer un recuento del año que queda atrás es volver a tener presente cómo se han dado los procesos políticos en curso. Aparentemente pausados por la pandemia, los conatos revolucionarios lograron tomar un cause institucional. Si bien, se dio el “vamos” con el plebiscito de entrada —que preguntó a los chilenos si aprobaban o rechazaban la redacción de una nueva Constitución, el 25 de octubre de 2020—, la elección de convencionales constituyentes reunió a los chilenos en las urnas en el mes de mayo, pero sus resultados no fueron muy favorables para la estabilidad del país.

Pues, la composición de las fuerzas políticas de la Convención Constitucional (CC) no ha permitido un óptimo desarrollo de su labor. Recordemos que las derechas no lograron el tercio esperado, es decir, no alcanzaron 52 de los 155 constituyentes que es el número de miembros que permite vetar artículos radicales. Así, las izquierdas se han impuesto como vencedoras permitiéndoles asentar la idea de refundar el país —tal como dijo Elisa Loncón tras ser elegida como presidente de la CC—, que sea plurinacional, feminista, decolonial, ecologista y con enfoque de género.

Sin embargo, prontamente las izquierdas dejaron sus máscaras a un lado con el destape de distintos escándalos. No solo hay que referirse a la disolución de La Lista del Pueblo y la investigación que dio a conocer la estafa del convencional Rodrigo Rojas Vade (quien ya no asiste a la CC pero recibe aún su sueldo), sino a todos los intentos de cancelación a quienes no comulgan con sus ideas.

Recordemos que en un momento se le prohibió a algunas fundaciones y movimientos de derechas en Chile asistir a las comisiones constitucionales, medida que fue revocada, pero deja un claro precedente. Igualmente, se debe tener presente que la CC se ha pronunciado a favor de indultar a los mal llamados presos “políticos” de la revuelta del 18-O innumerables veces; que se ha hablado de “clausurar” el Senado; han amenazado con terminar con la libertad de enseñanza y eliminar el Tribunal Constitucional, entre otros casos.

Esta tónica también se vio en las primarias presidenciales de la extrema izquierda, cuando el entonces candidato del Partido Comunista, Daniel Jadue, propuso —entre otras cosas— una Ley de que “regule” el contenido y las editoriales de los distintos medios de comunicación. Si bien, fue Gabriel Boric quien llegó a las presidenciales y logró ser electo en el balotaje del 19 de diciembre, los constantes coqueteos del frenteamplista con el comunismo permiten advertir de posibles amenazas a la libertad de expresión.

Por otro lado, para las elecciones de convencionales, las derechas aprendieron la primera lección: que su electorado busca ser representado por liderazgos definidos con claras convicciones, quienes no se dejen seducir por los relatos de la extrema izquierda. Por ejemplo, Marcela Cubillos y Teresa Marinovic son dos convencionales que tuvieron altísima votación en sus respectivos distritos, quienes justamente no temieron levantar las banderas de la libertad, del progreso y del respeto irrestricto a la institucionalidad y a la persona humana.

Con todo, el reordenamiento de las derechas fue particularmente interesante. Pues, a este lado político se instaló para las primarias como el supuesto favorito el excandidato Sebastián Sichel, y a pesar de que señaló en su momento que no se identifica con la centroderecha sino más bien con el centro político, fue el aspirante oficialista a la presidencia. Las constantes tensiones dentro del sector generaron que de ser —aparentemente— el más apto para disputar los votos a Boric, en la primera vuelta presidencial se impuso como la cuarta preferencia.

Es en este escenario que es valorable e interesante el reapunte de la figura de José Antonio Kast, quien en un inicio no superaba los 9 puntos en los distintos sondeos, pero en la primera vuelta presidencial obtuvo la primera mayoría a nivel nacional. Esto reforzó el aprendizaje tras la elección de los convencionales, a saber, que el votante de derechas ante una anomia imparable, opta por liderazgos claros que no temen hacerles frente a las ideas radicales.

Así, Kast no solo logró convertirse en el líder de las derechas de manera innata, sino que las ideas conservadoras volvieron a ser protagonistas tras lecturas exclusivamente economicistas dentro del sector. Y si bien, el republicano no logró la presidencia, es increíblemente valorable que aquel 22% que votó Rechazo en el plebiscito de entrada —simbolizando a la derecha chilena—, aumentó al 44,1% que fue el porcentaje de apoyo que obtuvo Kast en el balotaje.

Sin embargo, Chile parece estar en estado de embriaguez. No solo porque el votante chileno se movió “gaseosamente” en las urnas —eligieron una CC mayoritariamente de izquierda radical; después para Gobernadores Regionales optaron por personajes de la ex Concertación que son de una izquierda moderada; luego Kast se impuso como primera mayoría en la primera vuelta presidencial, pero finalmente optaron por el proyecto de país del frenteamplista Boric— sino porque a pesar de la experiencia de países de la región latinoamericana, no ven que los idealismos que promueve esta izquierda radical, en sus distintas vertientes, solo generan más incertidumbre y más polarización, alejándonos de vivir libremente.

Chile no solo peligra retroceder todo lo avanzado estos 30 años, sino que camina al borde del abismo. Pero ante los acalorados momentos políticos que vive el país, mientras existan liderazgos y organizaciones de la sociedad civil que promuevan las banderas de la libertad, el progreso y la vida, aún hay esperanzas que Chile tome el difícil sendero del sentido común.

Y sí, es difícil, cuando las ideas radicales han calado en lo más profundo de la sociedad chilena. Retornar el péndulo hacia el bien común es uno de los desafíos para las derechas, al igual que no asumir las desacertadas propuestas de las izquierdas. Para este 2022, el reto es develar la real faceta de quienes se mostraron románticamente como jóvenes revolucionarios.

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