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EL EQUIPO DE TRUMP HA SORTEADO EL MURO DE SILENCIO

Joe Biden, al fin presidente electo (o, tal vez, no)

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden. EUROPA PRESS

Ayer era el día, la fecha en la que se reúnen los electores y entregan públicamente sus votos a los candidatos, como cualquier 14 de diciembre tras las elecciones presidenciales. Solo que, en este caso, las circunstancias son bastante extrañas.

El domingo el presidente advirtió que «Los estados claves que confirmen la victoria de Biden cometerán un delito. Esto no ha terminado». Por lo pronto los electores presidenciales republicanos de Pensilvania reunidos en Harrisburg han declarado un voto condicional por Trump. “Realizamos este voto de procedimiento para preservar cualquier reclamación legal futura”, declara Bernie Comfort, presidente de la campaña de Trump en Pensilvania, quien advierte que lo hace sin intención alguna de “usurpar o contradecir la voluntad de los votantes de Pensilvania. Lo republicanos de Georgia han hecho tres cuartos de lo mismo.

Y siguen las circunstancias extrañas, como el caso de Antrim. Antrim es un tranquilo condado de Michigan, a orillas del Lago Central, que no llega a 25.000 habitantes, pero que si hay justicia en el mundo y se confirma la noticia, debería pasar por primera vez a la historia de Estados Unidos. Y es que ha sido en ese pequeño condado donde, por primera vez, se ha podido investigar las famosas máquinas de votación de Dominion, con resultados bastante alarmantes. Esto es lo que concluyen los investigadores que se han ocupado de su análisis: “Llegamos a la conclusión de que el sistema de votación de Dominion está diseñado deliberadamente con errores inherentes para permitir un fraude sistemático y condicionar el resultado electoral”. En fin, no soy un experto, pero suena mal, ¿no?

En general, fue un día raro. A media mañana se caían Google y Youtube, algo que no recuerdo que haya pasado jamás, y más tarde nos enteramos de que CISA, la Agencia de Ciberseguridad e Infraestructura norteamericana culpa a los productos de red de la empresa Solarwinds, que ha mostrado peligrosas vulnerabilidades frente a hackers. ¿Y quién usa esos productos? Todo el mundo, absolutamente, desde las agencias gubernamentales a Microsoft, la red eléctrica de Nueva York, el servicio de correos, universidades, multinacionales… Y, vaya, Dominion.

La verdad, se lo están poniendo a huevo a Donald Trump para que invoque la orden ejecutiva de la que les hablé el otro día sobre sanciones contra posibles injerencias extranjeras en elecciones norteamericanas.

Otro rumor que ha mantenido a las redes en vilo ha sido el supuesto indulto de Trump a Julian Assange, el responsable de WikiLeaks, la red de hackers justicieros que, al revelar correos internos del Comité Nacional Demócrata -donde quedaban al descubierto las trampas para negar a Bernie Sanders cualquier posibilidad en las primarias frente a Hillary Clinton- contribuyó indirectamente a la victoria electoral de Trump en 2016. Era ‘fake news’, pero la reacción a la noticia, incluso que se haya mantenido creíble para muchos durante horas, da idea de cómo están los ánimos en Estados Unidos.

El equipo de campaña de Trump insiste en que esto no ha acabado, que la única fecha límite que fija la Constitución es la de la investidura del presidente el 20 de enero.

Pero todo esto, me temo, son fuegos artificiales. Muy bonitos, sin duda, pero inútiles en una guerra. Y esto es una guerra.

Si tengo que decir lo que realmente creo, y supongo que a estas alturas ya debería, creo que el equipo de Trump siempre supo que ninguna de sus demandas iba a prosperar. No tenían, no tienen, la menor posibilidad. La de Texas y los demás estados, quizá, aunque ya hemos visto que tampoco.

No. Si les interesa mi versión, estoy convencido de que las demandas presentadas no estaban pensadas para triunfar, sino para informar. Para tener acceso a pruebas, a testimonios, a las máquinas de Dominion. Para crear un determinado ambiente entre los trumpistas en particular y el país en general. Y, me parece, en ese sentido ha sido un éxito. El equipo de Trump ha sorteado el muro de silencio de los grandes medios y provocado a las redes sociales para que les censuren, multiplicando así la exposición a la gran noticia del fraude masivo.

¿Cuál creo yo que es la verdadera estrategia, después de que los electores han dado la victoria a Biden? Bien, el próximo paso llega el 6 de enero, día de la Epifanía, cuando se reúne el Congreso para contar oficialmente los votos que se han reunido hoy. Es el momento en que Mike Pence, en su calidad de vicepresidente, rechaza los votos de aquellos estados en los que hay razones para pensar que han sido amañados, provocando una elección disputada.

Según la Constitución, una elección disputada se resuelve en una ‘elección de contingencia’ en la que el presidente lo elige la Cámara de Representantes. En la Cámara los demócratas tienen mayoría, pero esta es una elección con un procedimiento especial: no votan por diputado, sino por estado. Un estado, un voto. Y aquí está la gracia: serían 26 republicanos contra 23 (o 22) demócratas. Fin.

¿No podrían los demócratas apelar al Supremo? Sí, claro. Pero, desgraciadamente para ellos, el Supremo acaba de reconocer que estas disputas no le corresponde solucionarlas a él, sino a la legislatura. Jaque mate.

Esta estrategia es la que me parece que tiene más sentido. Pero, naturalmente, puedo estar totalmente equivocado. Quizá Trump seguirá dando un rato más la lata con los tribunales, en vano, para luego empezar a preparar el asalto a la Casa Blanca en 2024. Sería un error. Dudo mucho de que los demócratas en el poder no muevan todos los hilos para hacer que eso sea imposible.

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