Desde que Pedro Castillo y su camarilla comunista ocuparon el Poder Ejecutivo de Perú el pasado 28 de julio, una serie de personajes bastante oscuros han estado rondando el Palacio de Gobierno, sede de la presidencia peruana. Delegados de sindicatos fachada del terrorismo maoísta, imputados por apología del terrorismo y lavado de dinero, un asesor yemení que sería enlace del Partido Socialista de Yemen -cercano a Irán- y exguerrilleros, han sido visitantes habituales; pero quien se gana todo el protagonismo es el expresidente boliviano Evo Morales, que visita Lima y otras ciudades del interior con sospechosa frecuencia desde que sus socios se hicieran con el poder.
Morales, que viene promoviendo una Asamblea Constituyente en el Perú bajo los estándares del comunismo bolivariano, apunta al sur del país andino -bastión electoral del comunista Castillo- para sus planes de expansión política, abriendo una sucursal del Movimiento al Socialismo (MAS) en la ciudad del Cuzco y articulando iniciativas políticas con gremios de docentes radicales y productores de hoja de coca.
Finalmente, y como si se tratara de su casa, Morales ha convocado al II Encuentro de Runasur en el Cuzco para este 20 y 21 de diciembre, bajo “el principio de la reconstitución de la América Plurinacional de nuestros ancestros”. Castillo, un peón en el tablero de Morales y Maduro, ha respondido a esta injerencia con un silencio cómplice.
Y es que a Morales le encanta denunciar el “plan injerencista” de los Estados Unidos y cualquier otra potencia extranjera que le resulte hostil, pero es el primero en entrometerse en asuntos ajenos cuando le da la gana, como en este foro que ha decidido organizar en suelo peruano y sin ninguna fuerza de oposición que frene sus intenciones.
Conversamos con el coronel (r) Juan Carlos Liendo, exjefe del Servicio de Inteligencia del Ejército del Perú (SIE) y especialista en Ciencias Militares, seguridad nacional, Inteligencia y política internacional para analizar el trasfondo geopolítico que atraviesa la región con la ofensiva de los regímenes castrochavistas -la brisa bolivariana- y la descarada alianza entre el narcotráfico y el denominado Socialismo del Siglo XXI.
–Evo Morales ha convocado a un encuentro de su proyecto político Runasur en el Cuzco, en lugar de organizarlo en La Paz o Sucre. ¿Cuál es la explicación de tanto afán de Morales con el Perú? ¿Qué provecho quiere sacarle a este país?
-El Perú no es un país periférico en la dinámica geopolítica de América del Sur y de Latinoamérica. El Perú es un país hub -nodo, punto de conexión- y un centro geopolítico de poder que se irradia sobre América del Sur y sobre todo Hispanoamérica. Tenemos que recordar dónde estuvo el centro del imperio de los incas, el impacto del Virreinato del Perú en la dinámica del imperio español. Lo que estamos viendo con Evo Morales es la consecuencia de la dinámica política de los últimos años en la región. Vemos, por un lado, el empoderamiento de los países del bloque del Socialismo del Siglo XXI, la brisa bolivariana desde el eje La Habana-Caracas, un eje que tiene que posicionarse en el Perú porque este es centro geográfico, político e histórico de poder, además de hub comercial. Lo que hace Evo Morales es simplemente la proyección del socialismo latinoamericano sobre el centro geopolítico de América del Sur. Frente al proyecto trasnacional del socialismo latinoamericano, vemos una ausencia total de liderazgo y propuesta que lo contrarreste. Evo Morales es el principal operador del castrochavismo para hacer disrupción en la región andina. Morales, durante los últimos doce o trece años, ha proyectado poder político desde Bolivia hacia las regiones del sur andino peruano.
–Cuando se refiere a que no podemos entender al Socialismo del Siglo XXI sin la intervención o alianza con el narcotráfico, ¿cómo surge esta? ¿Es una iniciativa de estas fuerzas políticas de izquierda de buscar financiamiento o, lo contrario, una de los capos de la droga para blindarse políticamente?
-El problema del narcotráfico es complejo, pues muestra múltiples variables. El fenómeno del narcotráfico es transversal a todos los países y potencias del globo, no estamos hablando de un tema menor. El socialismo latinoamericano se relaciona con el narcotráfico por encontrarse en la zona geográfica de inicio de la cadena de producción y distribución de la cocaína. Al estar fuera de la órbita del orden legal internacional, el apoyo inmediato de las dictaduras bolivarianas es el narcotráfico que se mueve en la dimensión del crimen organizado. El socialismo latinoamericano tiene una marca de origen, una huella genética en el sustento de su poder político, que es el narcotráfico, porque no tiene espacios legítimos ni legales para la expansión de su poder. Está bloqueado por las potencias hegemónicas en términos políticos, no comerciales, y un país que se define marxista leninista no puede integrarse con otros países en términos democráticos de respeto al Estado de Derecho y a las normas, porque su única manera de integrarse es a través de la subversión política, a través de la corrupción de las instituciones. El marxismo leninismo no puede integrarse en una dinámica democrática porque esta es rechazada desde los mismos fundamentos del marxismo; no puede haber una interacción sana entre marxismo y democracia, son antagónicos. Por ello, el principal soporte económico y político del socialismo latinoamericano viene a depender de la dinámica del narcotráfico en toda su amplitud. Ahora, el narcotráfico es transversal al marxismo y a los países democráticos. Insisto, el socialismo latinoamericano tiene una base de apoyo en el crimen organizado que se proyecta sobre el crimen político organizado. A través del narcotráfico y el crimen organizado es el único espacio en el que se pueden mover.
–Pedro Castillo ha sido bastante permisivo, sino cómplice, con la injerencia política de varios actores del socialismo latinoamericano, como es Evo Morales, quien recorre el Perú impulsando una Constituyente y reuniéndose con gremios radicales, como los cocaleros del Vraem y docentes ligados al Fenate y Movadef.
-Permisividad, imposible. ¿Complicidad? No estoy seguro de que Castillo entienda toda esta dinámica, pero lo que sí es Pedro Castillo es totalmente funcional a los objetivos políticos del castrochavismo, del socialismo latinoamericano. Es funcional porque está permitiendo que esta dinámica envuelva al Perú. Castillo y el socialismo latinoamericano juegan en una dimensión fuera del tablero democrático. No juegan en el tablero de las leyes y el Estado de Derecho. Ellos participan en el juego de, desde la arena de la democracia, socavarla desde adentro. Emplear las reglas de la democracia contra alguien que no las sigue o respeta es un absurdo. Y en el Perú el absurdo es tan grande que los políticos insisten en cuadrar la acción del gobierno de Castillo dentro de los alcances del orden democrático. Esto ha terminado entrampando a los políticos. Lo que estamos enfrentando es una guerra política de cambio de sistema, una guerra política de cambios de estructuras económicas y sociales de carácter trasnacional. Esto no puede ser enfrentado con una política local, peor una política local con un marco que no respetan los marxistas. El desafío es como se repiensa la democracia en un mundo pospandemia donde solo existe una fuerza política contundente y organizada apoyada con el crimen internacional. Es necesario que, ante la ofensiva del Grupo de Puebla y el Foro de Sao Paulo, se oponga una respuesta con una mirada integral y también trasnacional. Y el único camino que encuentro es un resurgimiento en términos políticos trasnacionales de lo que es Hispanoamérica, que son nuestras raíces fundamentales. La fusión de un nuevo bloque mundial que hoy no tiene representatividad política, no tiene narrativa ni propuesta. La única forma de enfrentar al Socialismo del Siglo XXI, apoyado por el crimen organizado, es una perspectiva de unión de concepto hispanoamericano que rescate nuestros valores, tradiciones, costumbres fundamentales de identificación con el territorio, de identificación con la Historia y la cultura para enfrentar esta guerra política que tiene tanto de marxismo cultural, gramsciano, como de marxismo leninismo. Si no tenemos este criterio, ingresaremos a una etapa más que oscura de tiranía, no solo en el Perú, sino en toda la región.