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LA POLÍTICA ECONÓMICA DE LA DERECHA NO ES LA QUE COLOMBIA NECESITA CON URGENCIA

La ‘derecha’ colombiana propone políticas económicas que dirigen al país por el camino del socialismo

Foto: EuropaPress
Foto: EuropaPress

Colombia atraviesa, al igual que distintos países de la región, la combinación de dos factores: una crisis económica sin precedentes en la historia reciente del país y un contexto político agitado, expresado en fichajes de todos los partidos de cara a las elecciones del 2022.

Contexto político apremiante

La institucionalidad de América Latina se ve nuevamente amenazada: desde Fernández en Argentina y la inevitable debacle de un país que otrora fue insignia; pasando por la crisis en Bolivia como fruto de una falta de cultura democrática, populismo y hegemonía por parte del MAS; atravesando la incertidumbre de segunda vuelta de Ecuador, sin detenernos en Venezuela como fortín del narcotráfico y la tiranía en la región y aterrizando en Colombia, único país que, a pesar de su gigante historial, nunca ha estado gobernado por el Foro de São Paulo, ni siquiera en tiempos en que toda la región estaba condenada al socialismo. Esto, gracias a la figura que representó Álvaro Uribe Vélez al tomar las riendas de un país que estaba sumido y doblegado completamente ante la guerrilla de las FARC quienes actualmente son –gracias a Juan Manuel Santos– “honorables congresistas” de la República.

El tablero en Colombia va acomodándose con una incógnita en el ambiente: ¿cuál coalición logrará tomar la Casa de Nariño en 2022?

La izquierda y aquellos que se denominan centroizquierda -socialistas light- ya dan brochazos de sus equipos y movimientos políticos. La derecha ha sido tímida al respecto. Ha lanzado pocos nombres para que apenas empiecen a sonar como opciones para emprender la contienda.

El Centro Democrático, partido del gobierno y del expresidente Álvaro Uribe, no ha mostrado sus cartas aún, pero sí ha lanzado propuestas para hacer reformas de fondo en el país.

Reto para la economía

Si bien las propuestas políticas son transversales, las económicas lo son aún más. Esto se da porque la economía –siendo la ciencia que estudia las decisiones de los agentes, los incentivos y determinantes de cierto comportamiento de acuerdo con sus preferencias– es lo que compete al colombiano de a pie.

A ese que se pregunta todos los días por qué sube o baja el precio de las verduras en el mercado de la esquina, o por qué si su hijo se gradúa de una técnica o tecnología no encuentra trabajo fácilmente. Ese colombiano que quiere entender por qué no le alcanza para unas cosas, pero sí para otras, que tiene difícil acceso a crédito si quiere montar un taller de motos en el barrio, ese que necesita trabajar en el día para llevar algo de comer a su casa en la noche.

Dado este panorama, cualquier propuesta que se lance debe ser cautelosa, milimétrica y estratégica.

Entendiendo que se sale de una crisis con menos Estado y no con más, que el desempleo en nuestro país se traduce en hambre y seguramente violencia, cada paso que se dé debe ir encaminado en salir de la crisis.

Las propuestas de “la derecha”

De la derecha se han propuesto en esencia tres aspectos fundamentales: reducción de la jornada laboral, impuestos y aranceles. A continuación, me referiré a cada uno de ellos.

Hablemos en primer lugar de la jornada de trabajo. La propuesta de ley supone pasar de 48 a 40 horas semanales sin afectar el salario de los trabajadores, incluyendo también, los costos laborales no salariales que acarrea la contratación formal. Bajo la explicación de que, al tener más tiempo libre para la educación, el ocio, el descanso y demás, los trabajadores tienden a ser más productivos. 

Debe entenderse que este proyecto de ley, de hacerse efectivo, sería perverso para el mercado laboral. Especialmente en un contexto en que el desempleo es de doble dígito, 5 de cada 10 trabajadores son informales, la productividad –principal determinante del salario real– fue negativa para el 2020, y el golpeado tejido empresarial poco a poco empieza a recuperarse.

Lo más preocupante del asunto, es que, pretender regular un mercado al que ya no le cabe una sola regulación más como lo es el mercado laboral colombiano, solo generará escasez de demanda, es decir, desempleo. El desempleo en Colombia no significa más que hambre, como ya hemos dicho, y consecuentemente, subsidios o transferencias que finalmente perpetúan la pobreza. Solo generando empleo masivo productivo saldremos adelante de la crisis económica que enfrentamos y esta tarea le compete exclusivamente al sector privado.

En segundo lugar, hablemos de impuestos. Entendiendo que el nivel de deuda no puede aumentar, es latente la necesidad de disminuir radicalmente el tamaño del Estado, acompañado de una reducción significativa de impuestos. Esto quiere decir que debe recortarse cuanto gasto burocrático sea posible.

El centro de pensamiento Libertank elaboró un documento con tres propuestas para el crecimiento y el empleo. Tras un estudio minucioso, se encontraron 17 entidades que podrían suprimirse, ahorrando billones al Estado y finalmente al ciudadano que paga impuestos hasta por respirar e intenta salir de una crisis económica de gran magnitud.

La propuesta de aumentar los impuestos a las empresas simplemente generará migración de las grandes que puedan hacerlo, quiebras y un desincentivo al emprendimiento y la generación de empleo en un país donde la tasa efectiva de tributación ya ronda el 70%.

En tercer lugar, están los aranceles. De ninguna manera es viable cerrar mercados y menos en momentos de crisis. Al imponer aranceles para privilegiar a unos pocos con poder de agremiación y lobby sobre productos, se generan efectos que posiblemente a simple vista no se perciben. Algunos de ellos son contrabando y mercados negros como respuesta a este tipo de regulaciones, como es natural en cualquier mercado que el Estado decida intervenir. Otro efecto es la disminución de capacidad de compra de los más pobres. Esos cuya demanda depende de los productos a bajos precios que puedan adquirir sin importar el origen. También deben considerarse las cadenas de valor que ya no son locales sino globales. Pretender negarlo es un despropósito.

De ser necesario cerrar el acceso de productos de otro país, entonces cerremos el acceso de productos entre departamentos, luego entre ciudades y finalmente entre barrios. Terminaremos todos con niveles de productividad nulos, tratando de ser autosostenibles y dedicándonos exclusivamente a producir bienes de primera necesidad. Volver a las cavernas.

De la crisis se sale reduciendo el gasto público, bajando impuestos, flexibilizando el mercado laboral, abriendo mercados y abonando el terreno de esa forma para que el sector privado se fortalezca y haga lo que mejor sabe hacer: generar progreso, desarrollo y oportunidades. Construir país.

De lo contrario, con las propuestas que ahora se ufanan de promulgar, nos están pavimentando la autopista hacia el socialismo.

¿Dónde quedaron las solicitudes de un Estado austero y eficiente?

Ojo con el 2022.

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