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Se cumplen 4 años de las masivas protestas contra la dictadura

La desconfianza popular y la falta de unidad en la oposición nicaragüense perpetúan en el poder al régimen de Ortega

Una dama sentada junto a un mural de Daniel Ortega, en las calles de Nicaragua. REUTERS

Cuatro años han pasado de las protestas de abril de 2018, que llevaron a los disidentes del sandinismo a las calles. Nicaragua vive un nuevo episodio de injusticia, los crímenes más recientes cometidos por la dictadura de Daniel Ortega, se suman a la larga lista de la impunidad emprendida desde que el sandinismo llegó al poder en 1979.

Los más recientes crímenes han sido cometidos en el contexto de las protestas de abril. Ninguno de los responsables de ejecutar a 355 personas durante las protestas ha enfrentado la Justicia. Por el contrario, Ortega mantiene tras las rejas a más de 180 presos políticos, a quienes responsabiliza de la rebelión.

La reforma a la Seguridad Social fue el detonante de las protestas que iniciaron aquel 19 de abril, y que escaló debido a la respuesta represiva del régimen sandinista. Ortega logró “reelegirse” y usurpar el poder con el ruido de las armas y la represión.

Para María Auxiliadora Fuentes, conocida como Muñeca Fuentes, presidenta de la organización Nicaragua American Republican Alliance (NARA), y conocida activista del Partido Republicano en Florida, sostiene que la situación que se vive en su país natal, Nicaragua, es producto de la falta de acceso a la justicia y a los errores de los gobiernos electos democráticamente entre 1990-2006, que le facilitaron el retorno al poder al sandinismo.

De hecho, sostiene que en Nicaragua no se podrán construir los cimientos de la democracia mientras los crímenes continúen en la impunidad: “Es imposible que haya democracia en un país sin acceso a la justicia. Ese ha sido el grave error que ha vivido Nicaragua, los crímenes siguen impunes y hoy estamos viviendo las consecuencias”.

“Cuando llegó al poder Violeta Barrios de Chamorro, no hubo justicia. Dio una amnistía general de ‘borrón y cuenta nueva’ y desarmó al pueblo. No hubo justicia y sin eso no puede construir la democracia en ninguna parte”, apuntó.

El Gobierno Barrios de Chamorro fue el primero electo democráticamente, pero permitió que los crímenes y el robo de propiedades cometidos por el sandinismo durante su primer régimen quedaran impunes, bienes que sigue pagando el dinero de los contribuyentes en Nicaragua.  A Chamorro le siguió Arnoldo Alemán (1997-2002) que pactó con Ortega la reducción del porcentaje para ser electo al 35% de los votos, y luego de él vino el expresidente Enrique Bolaños.

Esos periodos fueron una burla para el pueblo de Nicaragua. Los pactos que se hicieron con el sandinismo en esa época debajo de la mesa tienen al país en la actual crisis. El sandinismo nunca ha perdido el poder. Son cuatro décadas de estar manejando al pueblo y al gobierno de turno durante la época que va de 1990 a 2006”, subraya Fuentes.

Una oposición dividida

Cuatro años después de la revuelta de abril, el tema de la unidad sigue siendo el talón de Aquiles de la oposición que ya estaba desunida, y ha sido uno de los factores que ayudó a Ortega retornar al poder. Para la activista, tras la pérdida del poder en 1990, el sandinismo mantuvo el control de los gobiernos de turno debido a que conservó parte de sus estructuras en los poderes del Estado, y a la violencia que protagonizó en las calles para obligar a los gobiernos a “negociar”.

“Esto no viene de hace cuatro años. Esto viene desde hace cuatro décadas. Lo que hace cuatro años hubo fue una explosión pública ante los ojos del mundo, pero el nicaragüense que está consciente y tiene dignidad, sabe que las muertes y el genocidio viene desde hace cuatro décadas y esta gente [el sandinismo] ha hecho un trabajo de filigrana, siguiendo el libreto del Foro de Sao Paulo. Desde hace cuatro décadas empezaron a trabajar en la división de la oposición, creando una falsa oposición. Esta falsa oposición no es nueva. Es un plan de izquierda, apadrinada por el régimen castrista”.

Fuentes considera que el sandinismo disidente, que gobernó con Ortega en los años 80, es parte de la falsa oposición junto a otros actores de la izquierda que se autodenominan azul y blanco (colores de la bandera de Nicaragua). “Son sandinistas. Ellos dicen que no son orteguistas, pero sandinismo y orteguismo es la misma cosa, son los MRS, o el nombre que se cambiaron a ‘Unamos’, es lo mismo”, acotó. Cree que tras cuatro años del estallido social no hay unidad entre la población debido a la desconfianza de la población en los políticos, incluso en las cúpulas.

“Es la consecuencia de no haber vivido una verdadera democracia. En la historia más reciente se pasó de una dictadura a otra [la somocista a la sandinista]. El pueblo de Nicaragua no sabe lo que es vivir en una verdadera democracia y por ende desconfía de la vieja clase política, y de los líderes que han surgido porque tienen una inclinación de izquierda, que han intentado robarse la causa de las protestas contra el régimen Ortega-Murillo. Hay que recordar que quienes despertaron la conciencia del pueblo en esa oportunidad fueron los jóvenes, que en su mayoría están en el exilio en Costa Rica pasando dificultades, trabajando en duras condiciones y los politiqueros baratos se han robado la causa y es a quienes les llega la ayuda internacional”, aseveró.

Urgen nuevos liderazgos

Ni sandinismo ni somocismo es la solución, sostiene Fuentes y apunta a que Nicaragua necesita de nuevos liderazgos de una “nueva de raíz”. “El pueblo de Nicaragua no quiere salir de una dictadura para caer nuevamente en otra como ha sucedido”, dijo en referencia al sandinismo y al somocismo. “El somocismo revive demasiadas heridas de un pueblo que sufrió bajo esa dictadura”.

Salida difícil para Nicaragua

El panorama político en Nicaragua es cada vez más difícil porque el régimen ha eliminado todos los espacios de la oposición.

Ningún dictador sale con flores, ni diálogo ni con elecciones, lamentablemente esta gente llegó al poder a través de la violencia, de las armas. En los 90 se fueron por las armas, y esa sangre derramada ha sido burlada por los gobernantes que hubo de 1990 a 2006. Actos que hicieron por debajo de la mesa y el dictador sigue ahí. La forma de sacar a un dictador ya se sabe. No deseamos más derramamiento de sangre, pero cada vez más hay menos espacios para salir de Ortega por la vía cívica, mientras los organismos multilaterales son inoperantes”.

Fuentes sostiene que los “nicaragüenses debemos aprender de estas lecciones para que esta tragedia no se repita más”.

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