«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
EL PRESIDENTE HABLA DE NACIONALISMO, PERO ES SIMPLEMENTE SOCIALISMO

La estrategia autoritaria oculta tras la ‘soberanía energética’ que promueve López Obrador

Foto: EuropaPress - Facebook Pemex
Foto: EuropaPress - Facebook Pemex

Andrés Manuel López Obrador asegura que su política energética se basa en ideas nacionalistas, discurso que comparte con el  Partido Revolucionario Institucional (PRI), que definía su ideología como “revolucionaria y nacionalista”. El presidente militó en dicho partido desde 1976 y hasta 1988, en pleno apogeo de la hegemonía priísta que duró 7 décadas.

No obstante, el nacionalismo de AMLO debe ser contextualizado desde un ángulo de izquierda, que encuentra una de sus máximas expresiones en un presidente muy admirado por el tabasqueño: el General Lázaro Gárdenas, quien ha sido entronizado en la propaganda oficial del gobierno y elevado a calidad de ícono patriota.

Cárdenas fue presidente de México de 1934 a 1940. Justo en su primer año de gobierno fue reformado el artículo 3º de la Constitución para establecer que la educación estatal debía ser socialista y excluir todo tinte religioso.

Lázaro Cárdenas, padre del conocido Cuauhtémoc –otrora líder “moral” de la izquierda mexicana y tres veces perdedor como candidato a la presidencia–, es reconocido por una de sus decisiones más polémicas: la expropiación petrolera de 1938, que se convertiría en orgullo e insignia de la izquierda y lamento de los liberales.

El gobierno arrebató el control de la explotación petrolera a las empresas extranjeras porque a su parecer ganaban mucho dinero, pero no eran capaces de invertir en apoyo para los pueblos donde tenían asentadas sus plantas.

Otros motivos pesaron en la decisión del General, pues también expropió las empresas que se valían de artimañas para constituirse como mexicanas y burlar la ley.

“Es la misma soberanía de la nación, que quedaría expuesta a simples maniobras del capital extranjero, que olvidando que previamente se ha constituido en empresas mexicanas, bajo leyes mexicanas, pretende eludir los mandatos y las obligaciones que les imponen autoridades del propio país”, dijo Cárdenas el 18 de marzo de 1938.

Ese párrafo es una clave relevante para entender el origen de la confusión de AMLO entre soberanía energética y estatismo socialista, siendo este último el que en realidad busca imponer.

Soberanía es no tener que depender del extranjero. No importar y valerse con los recursos propios. Así, la soberanía es autarquía. Autosuficiencia. Valga decir que en un mundo regionalizado –para no decir totalmente globalizado–, la autarquía es sólo un ideal que ni los países más desarrollados han logrado concretar.

Estados Unidos, con toda su pujanza económica, no es autosuficiente en alimentos. Importa cerca de un 15% del total de su consumo alimenticio, según datos de la Food & Drugs Administration (FDA). China importó en 2019 cerca del 6.6 % de sus alimentos, según el Banco Mundial. También importa 33.8 billones de dólares en frijol soya.

Tanto Estados Unidos como China están muy lejos de ser autosuficientes en energía. Estados Unidos importa cerca de un 30% de la energía que consume. China $208 billones de dólares en petróleo crudo.

México está mucho más lejos de una “autosuficiencia” alimentaria, ya que, según el propio presidente de la comisión senatorial de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Rural, José Narro Céspedes, de MORENA, en este país se importan un 48% de los alimentos consumidos.

Para este político –promotor de la línea izquierdista del oficialismo–, esta dependencia del extranjero se debe a los malos gobiernos “neoliberales” que antecedieron al gobierno de AMLO.

Cuando López Obrador alude a la soñada “soberanía nacional” energética, no piensa lo que la mayoría imagina: que la energía será producida por inversión mexicana. No. Él quiere que la producción de la energía quede en manos de empresas de su gobierno, pues –rindiéndole homenaje a Lázaro Cárdenas–, la iniciativa privada siempre es dudosa, y podría encubrir capitales foráneos.

Para lograr su cometido, el mandatario ha promovido varias reformas para concentrar mayor poder en sus manos y alejar a quienes considera saqueadores de la riqueza del país (la empresa privada) en connivencia con empresarios mexicanos.

AMLO primero quiso imponer al vapor la aprobación de una reforma eléctrica, para que el combustóleo que le sobra a Pemex –y que ya no halla mercado en el mundo por caro y contaminante–, sirva para generar energía eléctrica.

La reforma fue aprobada por los obedientes morenistas en ambas cámaras, pero ahora está detenida totalmente gracias al juez Juan Pablo Gómez Fierro, a quien el presidente pidió investigar por no avalar su ley.

Actualmente MORENA busca la aprobación de la Ley de Hidrocarburos, que ha sido señalada como una forma de expropiación de empresas relacionadas con el petróleo, en beneficio del gobierno. Una vez más, las enseñanzas del “Tata” Lázaro Cárdenas.

Valeria Moy, líder del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) dijo este lunes 29 de marzo que los diputados no deberían aprobar la Ley de Hidrocarburos enviada por AMLO porque viola la Constitución, los tratados internacionales y “amenaza con expropiar las instalaciones de las empresas permisionarias en beneficio de las empresas del Estado”.

La oposición ha criticado la postura de AMLO de usar los combustibles fósiles como base del desarrollo económico. El presidente está abriendo una refinería en Dos Bocas, Tabasco, y restaurando otras 6 en el territorio nacional, con lo que le apuesta totalmente a las energías no renovables, sin consideraciones para proteger el medio ambiente.

Dicha propuesta no solo contribuye al calentamiento global, sino que tiene un mayor costo económico que las energías limpias.

Las energías solar y eólica son mucho más económicas para generar electricidad por MegaWatt-hora (MWh), mientras que la producida con carbón o con el sucio combustóleo son más caras. Así lo ha señalado Paul Alejandro Sánchez, director de la organización Ombudsman Energía México.

Las plantas eléctricas que usan sol o viento representan un costo de $400 pesos por MWh, pero el carbón cuesta $2,400 pesos, y el combustóleo $1,700 pesos por MWh, según datos de abril de 2020, de la Comisión Reguladora de Energía. Es decir, son hasta 600% más caras.

El discurso de la soberanía energética usado por AMLO, no puede ser considerado nacionalista porque no permite la inversión de mexicanos –sólo del Gobierno–. En realidad se trata de una serie de reformas socialistas para estatizar la energía.

La resurrección icónica del General Lázaro Cárdenas como supuesto gran benefactor de México ante los ilegítimos intereses extranjeros es uno de los ejes de campaña electorera con el que AMLO desea brillar y concentrar poder, pero que ahuyenta los inversionistas, genera desconfianza en los mercados, causa pérdida de empleos y baja el puntaje de México en las calificadoras.

En suma, el gobierno mexicano repite todo lo que hizo el chavismo. Ya conocemos los resultados en la economía real, la de la gente.

TEMAS |
.
Fondo newsletter