«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
LAS PRUEBAS DEL FRAUDE, ABRUMADORAS

La liberación de las duchas y el miedo del Supremo a las algaradas

El presidente de EEUU, Donald Trump, habla en un mitin de campaña, en el Aeropuerto Internacional de Des Moines, en Iowa, EEUU. 14 de octubre de 2020. Reuters

Gane o pierda, retenga la Casa Blanca o tenga que abandonarla para liderar la resistencia, Trump ha dejado un legado de última hora por el que le bendecirán muchos americanos de hoy en años venideros: ha abolido las restricciones sobre el agua que sale de la ducha. Hasta hoy mismo y desde el tiránico decreto de Obama que lo impuso, los norteamericanos sufrían en silencio unas duchas mezquinas de las que el agua salía en razón de 9,5 litros por minutos, una ridiculez que, en duchas con más de una alcachofa -algo cada vez más habitual-, convertía la experiencia en un ejercicio frustrante, casi soviético.

El propio Donald ha tenido que sufrir en sus propias carnes presidenciales -especialmente, comenta, en su anaranjado cabello- la cicatería acuática de este decreto, pero no siendo hombre que se arredre ante los embates del destino ni se resigne a la fatalidad burocrática, ha acabado con esta restricción legal y Estados Unidos vuelve así a ser un país de hombres libres que pueden ducharse con una presión del agua digna de ese gran país.

Por cosas así es por lo que los ‘true believers’ del campo trumpista siguen confiando que Donnie libere el Kraken o cruce el Rubicón o haga lo que tenga que hacer para darles cuatro años más liderando los destinos de América.

Tampoco es que la alternativa resulte muy alentadora. Las auditorías de las maquinitas siguen dando los resultados esperados: están más trucadas que una escopeta de feria, invariablemente. Y si antes los antitrumpistas preguntaban “¿dónde están las pruebas?”, ya están dejando de hacerlo porque las respuestas suelen ser abrumadoras, así que más bien se regodean en el hecho de que todo ha salido a pedir de boca y que los tribunales, incluido ese primoroso Supremo en el que tanta mano ha tenido el propio Trump -tres jueces, tres-, dicen que nones a las demandas del equipo jurídico del presidente.

Aunque el alto tribunal pudo tener sus buenas razones -el miedo- para no atender, como muchos esperaban, la demanda presentada por el estado de Texas contra cuatro estados que habían relajado sus normas electorales antes de la votación, si nos fiamos de la fuente que cita Howard Mortman, director de Comunicaciones de C-SPAN, un funcionario del tribunal anónimo. Vamos con el relato:

“Los jueces se reunieron en una sala cerrada y aislada, como es costumbre. Normalmente es todo muy calmado, pero hoy los gritos se podían oír desde el final del pasillo… El juez Roberts estaba gritando: “¿Vais a haceros responsables de los disturbios si aceptamos este caso?” y “No me habléis del caso Bush contra Gore, entonces no teníamos que vérnoslas con disturbios callejeros” y “Te estás olvidando de cuál es tu papel aquí, Neil [por Gorsuch, puesto por Trump]. Y no quiero oír nada más de los dos novatos. Yo os diré cómo tenéis que votar”.

“Entonces el juez Thomas dijo: “Este es el fin de la democracia, John”.

Se non è vero…

En cualquier caso, la idea de que las elecciones fueron fraudulentas -aunque no en qué grado- va calando. La prestigiosa Maria Bartiromo declaró en su espacio en la Fox que una fuente de Inteligencia le había confirmado que, efectivamente, Trump había ganado las elecciones, y que ahora era tarea del Supremo aceptar los casos y parar el reloj, en referencia a las fechas límite que se acercan inexorables.

Por otro lado, la investigación del FBI sobre Hunter y James Biden -que es, al final, una investigación sobre el propio electo- están abriendo los ojos de muchos votantes horrorizados ante la idea de que quien aspira a gobernarles es un mafioso que se ha hecho rico vendiendo su influencia a actores extranjeros y a quien los chinos tendrían cogido por ahí.

Si sumamos lo uno y lo otro, el panorama para el equipo demócrata, aunque se salga con la suya, no es muy esperanzador. Y como a perro flaco todo son pulgas, la joven estrella podemita de los demócratas, la diputada Alexandra Ocasio-Cortes, ya ha advertido que la dinosaurio demócrata Nancy Pelosi y conmilitón Chuck Shumer tienen que ir haciendo las maletas. La latina de moda dice temer que se estén imponiendo en el partido el ‘sector conservador’. Empiezan pronto.

Esperamos impacientes los acontecimientos, aunque con el alivio de saber que los norteamericanos podrán ducharse a partir de ahora como Dios manda.

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