Alexandria Ocasio-Cortez (AOC), la ‘podemita’ norteamericana que ha propuesto el demencial programa comunista conocido como Green New Deal, ha denunciado con todo el dramatismo que corresponde al caso, que el día del intento de golpe de Estado en el Capitolio estuvo a puntito de ser asesinada. Con lo de ‘golpe de Estado’, naturalmente, aceptamos irónicamente la hiperbólica denominación que los demócratas han decidido dar a esa chusca mascarada de trumpistas de carnaval que entraron en las sedes de la legislatura norteamericana de un modo sospechosamente fácil y empezaron a llevarse atriles y a romper cosas.
AOC acusaba, ya que estamos, a Ted Cruz de estar detrás de todos esos comparsas, concluyendo, ahí es nada, que había escapado milagrosamente de una ejecución planeada y ordenada por el senador republicano. Antoñita la Fantástica era una aprendiz.
Vamos con la historia, según la expone Newsweek, guion de la propia AOC:
“Ocasio-Cortez dijo que los revoltosos entraron, de hecho, en su despacho, obligándola a refugiarse en el baño después de que su director legislativo, Geraldo Bonilla-Chavez, le dijera: “Escóndete, escóndete, corre y escóndente”
“Y entonces volví corriendo a mi despacho -cuenta Ocasio-Cortez- y cerré de un portazo. Hay una especie de zona trasera en mi despacho, la abrí y allí había un armario y el aseo. Y salté al baño”.
Ocasio-Cortez asegura que estaba escondida detrás de la puerta “y entonces empecé a oír esos gritos: ¿dónde está?’”
Cuando algunos miembros de la multitud empezaron a golpear la puerta, Ocasio-Cortez estaba convencida de que “aquel fue el momento en el que pensé que todo había acabado”.
“Y lo extraño de un momento así es que pierdes toda noción del tiempo”, sigue Ocasio-Cortez. “Mirando hacia atrás quizá fueron cinco o diez segundos. Quizá fue un segundo, no sé. Sentía mi cerebro llenarse de muchos pensamientos”.
“Entre los gritos y chillidos, pensé: voy a morir”. Spoiler: no murió.
De hecho, en fin, es una historia tan emocionante que me cuesta ahora destriparles la historia con una confesión: parece que lo que cuenta AOC no sucedió nunca. Lástima.
Cuando los amotinados entraron en el Capitolio, AOC estaba, en efecto, en su despacho, tal como ha declarado. Pero su despacho está en el Edificio Cannon que, aunque integrado en el complejo gubernamental, está a cierta distancia de la Rotunda y de las Cámaras.
Es decir, ni siquiera estaba en el mismo edificio que los ‘golpistas’. Nancy Mace, una diputada republicana cuyo despacho está a dos puertas del de AOC, confirma que los amotinados nunca entraron en el edificio.
No es como si la vehemente Ocasio-Cortez fuera ajena al ‘embellecimiento’ de su peripecia vital, después de todo. Hace pocos días confesó que también ella había sido abusada sexualmente, aunque, por supuesto, no hay denuncia ante un tribunal ni nada que se le parezca, y uno tiene que creerla por fe.
Por lo demás, toda su figura pública es bastante ‘fake’. Va, como es costumbre entre quienes quieren acabar con la libertad, de hija de la clase obrera y luce su breve experiencia como camarera en Nueva York como nuestra ministra de Igualdad su condición de cajera en Saturn. También explota su condición de hispana ‘racializada’. Pero la ‘pobre inmigrante latina’ es una privilegiada, que se crio en la bonita urbanización neoyorquina de Yorktown Heights, hija de un arquitecto de Nueva York de origen portorriqueño.
Pero no seamos demasiado duros con AOC. En una cultura política tan curiosa como la nuestra, en la que declararse víctima tiene premio y llorar lleva indefectiblemente a mamar de la ubre pública, siempre hay gente que no puede dejarse ganar por nadie en experiencias dramáticas.