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EL SUPREMO NO PUEDE IGNORAR A 17 ESTADOS

La rebelión abierta por Texas y la trampa de los grandes medios

¡Oh, qué enredada telaraña tejemos cuando empezamos a mentir!, que decía Walter Scott. Hablábamos estos días de la complicada trampa que han montado para sí mismos los grandes medios de comunicación al pretender que no había nada que ver aquí y tener ahora -o en breve- que explicar por qué ha llegado tan lejos lo que, según ellos, ni siquiera existía.

¿Cómo lo van a hacer? Sencillo: como si no lo hubieran ocultado. El absoluto presentismo es la estrategia. Y lo sabemos porque lo están haciendo ya, hoy mismo, con ese descaro que nos desarma a todos.

¿Se acuerdan del ‘Huntergate’? El New York Post lanzó la bomba, en plena campaña electoral, de que el FBI tenía en su poder el disco duro de un portátil del hijo de Joe Biden, y allí había de todo, desde corrupción hasta tratos de favor a empresas chinas, pasando por vídeos porno protagonizados por el vástago de los Biden con chicas orientales muy, muy jóvenes.

¿Cómo lo dio el resto de la prensa? No lo dio, mayormente. Twitter suspendió la cuenta del Post y vetó el artículo. Y cuando la bola se hizo demasiado gorda salieron los opinadores de cámara a gritar “¡Rusia!”. Les pondré, como ejemplo, un tuit de David Frum, autor neocon y nevertumper, del pasado 19 de octubre: “La gente de extrema derecha y extrema izquierda que se hicieron eco de la historia evidentemente falsa del @nypost no eran panolis. Eran cómplices. La historia no habría sido más evidentemente falsa si hubiera llevado gafas de mercadillo y un bigote de plástico”.

Solo que hoy han tenido que tragarse el sapo, David y compañeros mártires, y publicar que “una investigación criminal federal se centra en los tratos de Hunter Biden con China”. Es el titular de CNN, que en octubre publicaba una ‘Anatomía en la cuestionable historia de Hunter Biden”. Pero no esperen ni la menor insinuación de que, no sé, al mejor, tal vez, quizá estaban equivocados al desmentirlo o ignorarlo en su momento. Ser progresista significa no tener que decir nunca “lo siento”. Saboreen el delicioso cinismo de este párrafo del Daily Beast: “Las pruebas de una investigación [sobre blanqueo de capital] se hicieron evidentes en una serie de documentos que se hicieron públicos -pero que pasaron prácticamente desapercibidos- en los días previos a las elecciones de noviembre”.

¿Pasaron desapercibidos? ¿En serio? Toda la prensa, todas las televisiones, todas las figuras públicas relevantes lo ignoraron voluntariamente, hicieron denodados esfuerzos por taparlo o desautorizar la información. Un socio de Hunter salió en el programa de Tucker Carlson para confirmar todos los correos que demostraban la corrupción, estaba el portátil en manos del FBI (y de Rudy Giuliani), había una investigación abierta en el Senado y la campaña de Biden no desmintió las informaciones.

La conspiración de silencio fue un resonante éxito: según una encuesta del Media Research Center, el 45% -casi la mitad- de los votantes demócratas ignoraban totalmente la historia de Hunter Biden, y de ellos, un 17% afirmaba que no hubieran votado a Biden si la hubieran conocido. Como ven, hay muchas maneras de trucar unas elecciones, y algunas no necesitan trastear con papeletas y recuentos.

Quizá no sea extraño que la última encuesta de Rasmussen revele que el 83% de los americanos creen que los medios dan una información sesgada y desconfían de ellos.

La historia de Swallwell, el diputado demócrata miembro de la Comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes, y la espía que salió de Pekín sigue adelante, y cada vez queda más claro hasta qué punto el establishment demócrata está comprometido hasta el cuello en una trama china mucho más amplia, profunda y duradera que cualquier inventada trama rusa.

Los estados que se han unido ya a la rebelión abierta por Texas son ya 17, o eran 17 la última vez que miré. Esto es serio, mucho más serio que el Kraken de la Powell o que las declaraciones juradas de Giuliani. Es, de hecho, tan grande que ahora se diría que los dos esfuerzos citados no fueron sino maniobras de distracción, esas tropas que lanza el estratega para que el enemigo centre en ellas toda su potencia de fuego mientras prepara el verdadero ataque con el grueso del ejército.

Jeb Bush, el hermano tonto de George, favorito en su día de las primarias republicanas que Trump se llevó de calle, asegura en Twitter que la demanda es una tontería sin precedente jurídico que el alto tribunal desestimará sin un segundo de vacilación. Piénsalo otra vez, Jeb.

No es un particular el que denuncia, ni un candidato descontento con los resultados (Trump pleitea como candidato, no como presidente), ni es un fraude lo que realmente está denunciando. Se trata de 17 estados de la Unión a los que el Supremo no puede ignorar ni desestimar alegremente.

Si se ignora la petición de los estados, las consecuencias pueden ser catastróficas. La estructura federal no es ninguna broma, y si los estados se niegan a obedecer a una Casa Blanca que consideran ilegítima, meterlos en cintura va a ser complicado. Acuérdense que no ya estados, sino incluso hay condados en los que el sheriff avisa al gobernador que no va a hacer cumplir tal o cual medida. Ha pasado recientemente en California, cuando el gobernador Newsom puso absurdas restricciones a la celebración de Acción de Gracias con la excusa de la pandemia y los sheriffs de varios condados anunciaron que no iban a arrestar a nadie por saltarse las normas en cuestión.

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