Los mĆticos Centros para el Control de Enfermedades norteamericanos (CDC) han sido mucho mĆ”s que la autoridad suprema para decidir las medidas pĆŗblicas contra la pandemia en Estados Unidos: han sido, en realidad, un casi inapelable ComitĆ© de Salvación PĆŗblica para el mundo entero, que ha seguido sus recomendaciones como los decretos de un infalible orĆ”culo.
Pero ahora, quizĆ” aprovechando que los ojos de todos estĆ”n puestos en Ucrania, estĆ”n recogiendo cable a una velocidad vertiginosa. AsĆ, su directora, Rochelle Walensky, ha hecho confesión de sus pecados corporativos en una alocución dada en su alma mater, la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis.
Es todo un espectĆ”culo ver a Walensky, durante dos aƱos tan segura y tajante sobre todo lo que el mundo debĆa hacer imperativamente para atajar la peste, hablar con raras humildad y sinceridad de las Ā«lecciones aprendidasĀ», reconociendo que se equivocaron, con consecuencias que aĆŗn habremos de padecer durante aƱos.
El tono contrito no es para menos. Los CDC han sido el Tribunal Supremo de la pandemia a escala mundial, el órgano que decidĆa quĆ© era verdad inapelable y quĆ© herejĆa condenable sobre el virus, muy especialmente para los medios de comunicación y los gigantes tecnológicos. Sus decretos sirvieron para que gobernantes grandes y pequeƱos ignoraran cosas como la Constitución o los procesos democrĆ”ticos y aplicaran mĆ”s o menos a su capricho restricciones sin precedentes a las libertades y derechos de los ciudadanos. Era la guerra, la otra guerra, y todo estaba justificado por la āemergenciaā.
BĆ”sicamente, Walensky reconoce en su discurso que tenĆan razón los disidentes que fueron censurados, seƱalados, sancionados y expulsados de las redes sociales por sugerir alguna desviación, siquiera modesta, de la ālĆnea del partidoā, marcada en Ćŗltima instancia por los CDC en nombre de la Ciencia que, ha reconocido Walensky, no es monopolio de su agencia, despuĆ©s de todo.
Un botón de muestra: Ā«Puedo decirles dónde estaba cuando llegó la información de CNN de que la vacuna era eficaz al 95%. Ćramos tantos los que querĆamos ayudar, los que estĆ”bamos deseando decir: ‘Vale, este es nuestro billete de salida inmediata, se acabó’. AsĆ que quizĆ” fuimos poco prudentes y demasiado optimistas ante la perspectiva de tener buenas noticias, realmente lo creoā.
Ā«Creo que todos deseĆ”bamos que aquello terminase. Nadie habló de reducción de la eficacia cuando anunciamos: Ā”Oh, esta vacuna va a funcionar’. Nadie se planteo la posibilidad de que surgiese una variante contra la que no sirviese, nadie se dijo que quizĆ” no fuera tan potente con la siguiente varianteĀ».
āY entonces me planteo otro caso, a saber: Āæestamos en una zona gris? Ya saben que he dicho frecuentemente que vamos a liderar con la ciencia en la mano, que la ciencia es el fundamento de todo lo que hacemos. Y creo que lo que entendĆa la gente es que como la ciencia es a prueba de errores, como la ciencia es en blanco y negro, como la ciencia es inmediata, y tenemos la respuesta, entonces podemos tomar la decisión acertada basĆ”ndonos en esa respuestaĀ».
«Pero lo cierto es que la ciencia es gris, y la ciencia no siempre es inmediata. Y a veces se tarda meses o años en encontrar la respuesta acertada. Pero en una pandemia tienes, ya saben, que tomar decisiones antes de tener las respuestas».
Oh, vaya. Entonces, todos esos verificadores, todo ese dogmatismo sobre el consenso cientĆfico y, sobre todo, todas esas medidas que arruinaron cientos de miles de vidas en todo el mundoā¦
Dos aƱos despuĆ©s de declarada la pandemia de coronavirus y dos aƱos despuĆ©s del inicio de un rĆ©gimen mundial que nos ha dejado al borde de la ruina y ha pisoteado nuestros derechos, resulta que muchos de los ādogmasā cientĆficos que justificaron ese mismo rĆ©gimen, desde el origen del virus a la eficacia de las vacunas, eran erróneos. Ups. Pero no se les ocurra pedir responsabilidades, que estamos en guerra.