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El precario respaldo con el que cuenta podría resentirse

Ortega admite que su régimen está en crisis y anuncia un plan de ‘reajuste’ para Nicaragua

El tirano Daniel Ortega junto a su esposa Rosario Murillo. 19 digital
El tirano Daniel Ortega junto a su esposa Rosario Murillo. 19 digital

Finalmente, el dictador sandinista Daniel Ortega admitió que su régimen está en crisis y anunció que implementará un plan de “reajuste” económico, lo que significa un mal presagio para su base que aún le respalda, acostumbrada a una política de “prebendas y regalías” que Ortega ha implementado durante los 15 años de su segundo régimen sin sacarlos de pobreza.

Durante un acto oficial del natalicio de Augusto César Sandino – la figura en la que se “inspiró” el partido en el poder, el izquierdista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) –, Ortega dejó caer la noticia a su base durante una cadena nacional. Argumentó que “los tiempos han cambiado”, que el mundo era otro antes de la guerra de Rusia en Ucrania, y que con la multitud de sanciones que han lanzado Estados Unidos y la Unión Europea, a los que acusa de la guerra, “han afectado al mundo”. Así justificó ante su clientela política el declive de su régimen.

El abogado y analista político “Carlos Ávila”, a quien identificaremos con ese nombre por razones de seguridad, sostiene que el anuncio de Ortega demuestra que la crisis económica dentro del régimen es apremiante y que el plan que tenía para “salir adelante” con medios de financiamiento alternativos se le está complicando.

Para el analista, Ortega remarcó a sus seguidores que deben tener claro que los tiempos han cambiado y que estarán priorizando los subsidios a la energía eléctrica, el agua y el combustible, los cuales nunca han sido transparentes y cuyos efectos se han sentido muy poco en la población porque Nicaragua es el país que tiene uno de los combustibles más caros en Centroamérica. Sin embargo, lo importante aquí es que este discurso contrasta totalmente con la narrativa triunfalista del régimen con la que se ha manejado durante los últimos años y confiado en haber encontrado fuentes alternativas de financiamiento” a su régimen.

Esas fuentes de financiamiento con las que Ortega presumía era Rusia y últimamente con China con la que restableció relaciones en diciembre.

“En primer lugar, era previsible que las acciones de Ortega que llevaron [a Nicaragua] al aislamiento internacional, a la pérdida de la confianza de la inversión extranjera, y a la reducción drástica del turismo, máxime en un entorno económico internacional complicado por la pandemia, tenían que llegar tarde o temprano a esta situación”, apuntó.

Una situación, que indica, se agravó con la crisis en Rusia y la poca certeza del acercamiento con China que,aunque podría representar un beneficio en el mediano plazo, no incluye regalías.  Menos ahora que la economía china ha sufrido por los rebotes del COVID. Además, ya se ha hecho evidente que las relaciones con China son poco aprovechables para una economía pequeña y en recesión como la nicaragüense comparada con otros países de la región”, indicó el analista político.

“Por otro lado, durante los últimos años debemos tener presente que Ortega ha llevado a cabo una gestión que tiene como objetivo fundamental mantener el control político mediante la represión, sin preocuparse mucho de sus consecuencias, de ninguna, y menos de las fiscales que provienen del cierre de los negocios, reducción del turismo, el retiro de la cooperación internacional, el cierre de organismos no gubernamentales”, subrayó.

Esos hechos, argumenta Ávila, tienen un impacto negativo en el empleo y en la actividad económica que genera la recaudación fiscal. Y “aunque macroeconómicamente Ortega ha logrado mantenerse a flote por el acceso que aún tiene a algunas fuentes de financiamiento internacional y por el incremento de las remesas familiares, es innegable que el haberse convertido en un paria internacional y el deterioro de la situación económica de la población que empezó desde hace mucho tiempo, está golpeando las finanzas del régimen cada vez más fuerte”.

Ortega dijo que se proponen garantizar que los precios del combustible, el gas y las tarifas de energía y de agua, no se incrementen a través de subsidios.

Lo que el dictador no dijo en su discurso es que son los contribuyentes los que financian los subsidios, que semanalmente representan un gasto que oscila entre 4 y 6 millones de dólares, según dijo el tirano. Pero lo que tampoco explicó es que gran parte de esos fondos van a caer a sus empresas y la de sus allegados que están en el negocio de la energía y los hidrocarburos, explicó en las redes sociales el economista Enrique Saénz.

Ortega se ha enriquecido con el negocio del petróleo y de la energía tras su retorno al poder gracias a la ayuda petrolera venezolana que por años recibió. Nunca antes se había interesado en el tema de los altos costos del petróleo en Nicaragua, que se mantienen entre los más altos de la región centroamericana.

Consecuencias de la crisis

“Creo que la principal consecuencia previsible a estas medidas es la aceleración de su desgaste interno por el impacto negativo que esto va a tener sobre su base de seguidores, ya que lo que aún le queda [de apoyo] es mayoritariamente gente en situación económica muy difícil, acostumbrados a durante más de una década a prebendas y que son dependientes de ellas porque la situación económica real no mejoró durante el Gobierno de Ortega”, sentenció Ávila.

“Ante el desencanto de ese grupo mayoritario de donde salen los activistas locales, informantes y paramilitares, la base del régimen quedaría limitada a los funcionarios que reciben beneficios directos y a los que han acumulado capital a la sombra del poder, mientras que la mayoría de los seguidores estarían cada vez más sujetos a mayores limitaciones y sin poder reclamar por temor a represalias”, afirmó el analista.

Ortega ha demostrado ser capaz de reprimir hasta a sus propios seguidores, funcionarios o periodistas cuando le critican. 

La crisis económica admitida por Ortega, va a propiciar más migración, incluyendo la de los propios sandinistas.  “Por eso hemos visto que los migrantes no son solo opositores, sino partidarios del régimen. Esa clase media que sabe que ya no puede tener más beneficios de un régimen que esta en decadencia, aunque lenta, pero en decadencia”, precisó Ávila.

“En los años 80 Ortega demostró que mientras mantenga los privilegios de su círculo de poder es capaz de gobernar un país en extrema miseria; sin embargo, esta nueva generación de seguidores de Ortega no conoció las privaciones de la década de los 80. Muchos se creen la narrativa de que pese a la situación que vivía el país la gente estaba bien gracias a los programas sociales de la revolución”, continuó el experto.

“Ahora es el mismo Ortega quien en su afán de mantener el poder a toda costa está contribuyendo a desmentir el mito de la revolución de los 80, y sus propios seguidores se van a dar cuenta de que, para el régimen de Ortega, la situación económica de la gente no es su prioridad”, concluyó el analista.

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