«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
No es tiempo de centrismos

Pablo Casado o la irreflexiva nostalgia del bipartidismo

En los momentos de crisis como el actual, los individuos y las colectividades tienden a evadirse hacia el pasado. Surge entonces la nostalgia, un sentimiento profundamente humano, pero, al mismo tiempo, tan peligroso como equívoco. Se trata de un mecanismo de defensa en una época de aceleración de ritmos de vida y de agitación histórica. Sin embargo, como señaló la historiadora de la literatura Svetlana Boym, es preciso distinguir entre dos tipos de nostalgia, la restauradora y la reflexiva. Mientras la primera pretende la restauración transhistórica del hogar perdido, la segunda analiza las razones del cambio histórico, planteando alternativas y nuevas interpretaciones. Ante los presentes problemas españoles, hay quienes se refugian en el paladeo de unas supuestas brillantes décadas que acaban de transcurrir. 

No existe la menor duda de que Pablo Casado, el actual líder del Partido Popular, se ha instalado en una nostalgia de carácter restaurador que idealiza retrospectivamente el período en que dominaba el bipartidismo en la política española. Recientemente, con motivo de las elecciones autonómicas en la Comunidad de Madrid, se ha atrevido a pedir, con su habitual oportunismo, los votos de los simpatizantes de VOX para su pupila Isabel Díaz Ayuso, y que los denominados populares obtengan “una mayoría amplia para gobernar solos”. Sin embargo, de su boca no sólo ha salido semejante petición. Ha criticado a Inés Arrimadas y a Ciudadanos porque se presentan a las elecciones, “diciendo que Sánchez es muy malo y ahora pacto con él”. Y, lo que es más significativo aún, ha reivindicado el bipartidismo frente al multipartidismo: “El multipartidismo ha sido la peor noticia, ha sido un desastre y no ha traído nada bueno”. “Espero que vuelva el bipartidismo”, ha señalado Casado, para quien “las cosas van bien”, en cuanto a sus expectativas electorales.  

En un principio, el señor Casado pareció representar, al menos para los incondicionales del Partido Popular, una esperanza de regeneración política y ética. Como estudioso de la trayectoria histórica de las derechas españolas, yo nunca lo creí, ni participé de semejantes expectativas; todo lo contrario. Tras las etapas de Aznar y de Rajoy llegué a la conclusión de que Partido Popular era, en el fondo, el principal enemigo de la derecha social, política e intelectual en nuestro país. Y es que se trata de una organización basada en una serie de hábitos, estructuras, prejuicios, intereses y complejos permanentes y coriáceos que lo hacen inmune a cualquier renovación. Si, como decía Ortega y Gasset, lo que distingue al hombre del animal es su capacidad proyectiva frente a la meramente reactiva, poco podemos esperar del Partido Popular, instalado en instintos y pulsiones de mera supervivencia trófica; y las declaraciones de su boquirroto líder lo demuestran fehacientemente. Se encuentra tan instalado en sus prejuicios, en sus creencias y en sus cortos intereses que ni tan siquiera es capaz, por puro maquiavelismo, de ocultarlos. En realidad, Casado es el complemento de Pedro Sánchez. El líder popular entiende a Sánchez, no a Santiago Abascal. Y es que tanto el líder popular como el líder socialista pertenecen a la categoría de lo que el excelso T.S. Eliot denominaba “Hollows Mens”, los “hombres huecos”, unidimensionales, “con la cabeza llena de paja”. De ahí que su reivindicación del bipartidismo sea del todo coherente. 

No deja de ser significativo y, al mismo tiempo, irrisorio que Casado critique a Arrimadas por su intento de aproximación a Sánchez, porque, si él pretende restaurar el bipartidismo, ¿con quién iba a pactar sino con el líder socialista? Le perdonaría todo a Pedro Sánchez y al PSOE por una miaja de poder. Tal es su perspectiva cortoplacista. Sin embargo, los equilibrios sociales y políticos que dieron vida al bipartidismo ya no existen. Los contextos son muy diferentes. No podemos ni debemos mitificar esa época; debemos analizarla de forma realista y crítica. No fue el paraíso, como aduce Casado. Permanentemente hubo terrorismo, paro estructural, corrupción económica, partitocracia y crisis de la conciencia nacional. Y es que en aquellos tiempos, se podían ofrecer muchas cosas a la izquierda y los nacionalistas. Hoy, no. Ya disponen los separatistas de plataformas para llevar a cabo sus proyectos sociales y políticos más descabellados y destructores. 

¿Qué haría el señor Casado en Cataluña?. Conjeturo que, como Rajoy e Inés Arrimadas, huir y dejar a los catalanes solos ante la bestia. Es el estilo centrista. Lo que debe quedar claro es estamos sumidos en una profundísima crisis política, cultural, social, económica e incluso biopolítica. Y de eso no se sale con recetas centristas. El “centrismo” no puede servir de alternativa a la emergencia de populismos, neomarxismos, particularismos excluyentes, globalismos y crisis financieras. A eso quiere volver Casado, pero, en el caso de logre alguna vez acceder al poder, no podrá. Reinará, pero no gobernará, porque no tendrá legitimidad ideológica. Como Rajoy, se limitará a gestionar el desorden establecido. Eso si, tras la pandemia, queda algo que gestionar, salvo despojos. 

Para ello, el señor Casado pretende destruir a VOX, que le molesta, que es un obstáculo. Espero que no lo logre. Por mi parte, y en ese sentido, declararé, como historiador y ciudadano, una “implacable hostilidad”, como decía don Antonio Maura, a esa derecha superflua. Y es que, por desgracia, las masas sociales suelen tener poca memoria; de ahí que sea preciso recordar la trayectoria del Partido Popular y de su añorado bipartidismo. 

Porque en el discurso de Casado aparecen y se reflejan los ecos de aquellos que declararon “español del año” a Jordi Pujol; los que dieron los medios de comunicación hegemónicos a las izquierdas; los que deliberadamente abandonaron la creación cultural; los que defenestraron a Vidal-Quadras y a María San Gil; los que, desde el Partido Popular, insultaron a Ortega Lara; los que silenciaron a las víctimas del terrorismo; los que se autodefinieron como “centro reformista”; los que afirmaron que la “economía es todo”; los que opinaban que las leyes de memoria histórica carecían de dimensión política; los defensores a ultranza del Estado autonómico, sin percibir sus patologías y su dinámica suicida; los promotores de políticas lingüísticas y culturales discriminadoras del español; los partidarios del pacto a cualquier precio; los que, desde la derecha, han contribuido a la demonización de VOX, uniéndose a los “cordones sanitarios” de las izquierdas. 

¿A quién resultó “útil” el voto a Rajoy en 2011? No desde luego a los defensores de la vida, a las víctimas del terrorismo de ETA, a los críticos de las leyes de la memoria histórica, a los jóvenes sin empleo, a los autónomos y pequeños empresarios, a los defensores de la unidad nacional etc, etc. Todos fueron humillados y ofendidos por el partido al que habían votado. Nunca creo que haya existido un partido más desdeñoso hacia su base social.  

No es tiempo de centrismos; hemos entrado en la etapa del pluralismo agonístico. 

.
Fondo newsletter