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los verdugos no encajan en las consignas ideológicas de la izquierda

Por qué ocultan unas agresiones y patrocinan otras: así funciona la brigada mediático-política al servicio del Gobierno

Los periodistas Iñaki López y Cristina Pardo. LA SEXTA

El aluvión de agresiones protagonizadas por inmigrantes ilegales en distintos puntos de España es sepultado sistemáticamente por la mayoría de medios de comunicación. No existen alarmas, portadas, columnas, editoriales ni sermones de tertulianos comprometidos. Este apagón informativo que oculta a las víctimas obedece a una razón: los verdugos no encajan en las consignas ideológicas de la izquierda. Si el agredido es un homosexual a manos de un musulmán, silencio. Silencio también cuando un homosexual es agredido por otro o cuando una mujer sufre maltrato por parte de su pareja extranjera. Y si hay que dar la noticia, se hace omitiendo al agresor, pues hacerlo “criminaliza” a todos los gays o extranjeros. Argumento que no se aplica cuando una mujer muere a manos de un hombre, entonces es terrorismo machista.

Mujeres, gays e inmigrantes -banderas de esta izquierda posmoderna- en no pocas ocasiones entran en conflicto de intereses. En ese caso las prioridades están muy claras: el inmigrante primero, aunque trate a mujeres y homosexuales a patadas. Lo vimos en Colonia, a finales de 2015, durante la crisis de refugiados sirios. Aquella nochevieja deparó casi un millar de denuncias por agresiones sexuales. La prensa y el Gobierno, que abrió las puertas a un millón de refugiados, trataron de ocultar los hechos, pero con el paso de los días resultó imposible tapar el escándalo. Lo sustancial del asunto fue que la izquierda se puso del lado de los inmigrantes, a los que victimizó por su condición de recién llegados y tener una cultura diferente. Ya es mala suerte que de las cientos de mujeres agredidas -algunas violadas- ninguna se utilizara como símbolo de la lucha contra el machismo, apelativo que se emplea hoy en occidente contra el europeo que cede el paso a una mujer y no con quien le pone un burka.

Antes de que el miércoles se conociera la falsedad de la denuncia de un joven que aseguró haber sido agredido sexualmente por ocho encapuchados, los medios habían dado una cobertura al caso mucho mayor que a la oleada de agresiones -todas confirmadas- protagonizadas por inmigrantes ilegales en distintos puntos de España.

No ha pasado tanto tiempo, pero nadie se acuerda ya, por ejemplo, del rapero de 18 años, Isaac López, asesinado en Madrid por la banda latina Dominican Don’t Play el 14 de julio. El joven llevaba meses siendo acosado y vejado por unos pandilleros como consecuencia de sufrir el síndrome de Asperger.

Tampoco tuvo excesivo eco mediático que una pandilla de menas arrancara los dientes a una joven en las cercanías de la Puerta del Sol el 28 de agosto. La joven se negó a darles un cigarro y fue linchada por tres delincuentes. Curiosamente estos hechos pasaron prácticamente inadvertidos cuando la propia Díaz Ayuso dijo –antes de las elecciones autonómicas– que en Madrid no había un problema con los menores extranjeros no acompañados.   

A finales de julio -aunque no nos enteramos hasta un mes después-, tres marroquíes drogaron, violaron y torturaron con cigarrillos y cucharillas incandescentes a una joven de 19 años en Formentera. Dos de ellos fueron detenidos mientras que el tercero huyó a Marruecos, donde está en orden de busca y captura para que comparezca ante la justicia. Más tarde la juez puso en libertad a los dos primeros tras retirarles el pasaporte y prohibirles salir de Ibiza y Formentera con la obligación de realizar comparecencias periódicas.

El pasado fin de semana en Melilla un marroquí residente en la ciudad española fue agredido por un musulmán, que le recriminó lo siguiente: “Hijo de puta, te han dado muchos derechos aquí, maricón, este territorio es musulmán, mereces la muerte por los pecados” o “Dios va a quemarte, maricón, te va a mandar al infierno”.

Todos estos hechos contrastan con la promoción permanente que se ha hecho de la denuncia del joven de Malasaña que aseguró que una turba de ocho encapuchados le grabó a punta de cuchillo la palabra “maricón” en el trasero. El caso encajó en la narrativa progre, pues la presunta víctima era homosexual mientras que de los agresores nada se sabía.

De modo que Ferreras lideró a las brigadas gubernamentales tratando de endosarle la agresión a VOX. Así, el miércoles por la mañana entrevistó al alcalde de Valencia, Joan Ribó, por la denuncia por agresión de un joven transexual de esta ciudad. Con el rótulo permanente de “agreden a un joven transexual en Valencia”, el hombre fuerte de La Sexta hizo la pregunta clave mientras intercalaba imágenes de Santiago Abascal y otros líderes nacionales de VOX en un mitin en Vistalegre:

-¿Cree que los discursos de la extrema derecha de alguna manera creanun microclima o un clima que favorecen estos ataques?

-Yo creo que sí […] Evidentemente hay una relación, quien piensa de una forma determinada está mucho más cerca de poder cometer estos delitos, y quien induce a pensar de una manera determina está directamente induciendo a que estos delitos se puedan producir. Por lo tanto, sí, hay algún tipo de relación. Yo no me atrevería a decir nunca que hay una relación directa, pero evidentemente quien entiende y justifica actuaciones de este tipo, en definitiva, está siendo [sic] un caldo de cultivo para este tipo de agresiones.

Durante la tarde del miércoles se confirmaron las sospechas que la policía tuvo desde el primer día: la denuncia era falsa. Eso, sin embargo, no provocó que el lobby LGTBI desconvocara la manifestación a última hora de ese mismo día en la Puerta del Sol. La realidad no estropeó la performance de Cogam, que salió a la calle a denunciar las agresiones a homosexuales bajo el lema “Nos están matando”, justo cuando el caso que habían azuzado resultaba ser falso.

Lo de empuñar consignas incluso cuando la realidad las contradice lo vimos en el caso Samuel, el joven asesinado en La Coruña este verano al grito de “maricón”. Cuando el lobby se echó a la calle el padre pidió respeto, que la muerte de su hijo no se politizara. En vano. La formidable apisonadora político-mediática usó el cadáver para tratar de echárselo encima a VOX. Y eso que entre los que propinaron la paliza mortal a Samuel se encontraba Yumba, un joven cercano al grupo ultra Riazor Blues de ideología de extrema izquierda vinculado al Deportivo de la Coruña.

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