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primera vuelta del medio tiempo

Qué se juega en el campo minado de las elecciones argentinas del 12-S

Promediando el cuarto gobierno kirchnerista, Argentina enfrenta la primera vuelta de las elecciones de medio tiempo sumida en el hartazgo y la desesperanza. El domingo 12 de septiembre tendrán lugar las PASO, (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) un engendro electoral que obliga a todos los votantes a elegir en las internas de los partidos tengan o no afiliación o interés. Estas curiosas internas son, desde su establecimiento, un termómetro costoso de lo que pasará dos meses después, en las elecciones generales que son las que valen. Es decir que en el lapso de unos pocos días los argentinos están obligados a ir dos veces a las urnas y están sometidos a dos campañas políticas para que la tortura, que culminará el 14 de noviembre, sea bien profunda.

La extrema polarización política divide al electorado entre el oficialismo kirchnerista llamado “Frente de Todos” y la oposición, antiguamente macrista, ahora reconvertida que se llama “Juntos por el Cambio”. Estas formaciones se acaban de alternar en el poder de suerte tal que ambas juegan la carta del ruinoso pasado y la dura herencia recibida. Los que encabezan las listas tienen una historia reciente no precisamente plagada de éxitos. Estas elecciones ponen en juego la mitad de los asientos de la Cámara de Diputados y un tercio de los del Senado y representan un referéndum sobre el inefable gobierno del presidente Alberto Fernández y su mentora, la vicepresidente Cristina Kirchner. 

Ccambiemitas y kirchneristas hicieron sendos llamados a cerrar “la grieta”. La apelación es cosmética, no es necesario aclararlo

Hay mucho en juego en el alicaído kirchnerismo y también del lado opositor, donde la figura del Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta ha opacado con feroz audacia a su exjefe político Mauricio Macri y a cualquier dirigente de la agrupación que hubiera osado hacer sombra al alcalde. Lanzado a su carrera presidencial 2023 sin disimulos, Larreta digitó tanto la lista de la Ciudad de Buenos Aires, como la de la Provincia de Buenos Aires donde su vicejefe de Gobierno, Diego Santilli, encabeza la boleta que seguramente resultará ganadora dentro de una primaria insípida por momentos, por otros mortalmente bizarra. El panorama de Juntos por el Cambio se completa con una interna en la Ciudad de Buenos Aires cuyo resultado no representará una amenaza para el plenipotenciario y omnipresente Rodríguez Larreta.

Entre la ciudad y la provincia de Buenos Aires absorben la mayor parte del electorado del país y es por ese motivo que hay que centrar allí el análisis de las campañas que se han destacado por volver a agitar el miedo al otro. Ambas formaciones sostienen la fidelidad de sus votantes meneando la existencia de un adversario execrable. Se pide el voto para impedir que gane el de enfrente. Calcados los mensajes de la campaña del 2019, oficialismo y oposición le hablaron a su tropa sin pintar por fuera de los bordes para evitar fugas. Esta forma de entender la política de ambas formaciones es lo que las paraliza virtualmente, las aleja de la realidad del argentino de a pie, que ve con estupor como, en la peor crisis social y política en décadas, los mensajes de las principales fuerzas políticas se basan en hacer papelones en tiktok, hablando de sexo o recetas de cocina. 

El protagonismo en el cierre de la campaña kirchnerista no lo tuvieron ni el candidato de CABA Leandro Santoro, ni la candidata de Buenos Aires Victoria Tolosa Paz, ni el presidente Fernandez. La estrella fue Cristina Kirchner que, curándose en salud, viene esbozando una estrategia comunicacional que marcará el camino. Según Cristina este período presidencial no empezó en 2019, estos meses serían como un ensayo “de pruebita” y no cuentan porque apareció la pandemia. Sostiene que al no poder gobernar en un contexto de “normalidad” lo que se debe evaluar en estas elecciones no es la foto actual sino las glorias kirchneristas anteriores: “Lo que hay que plebiscitar es lo que fuimos”. Y en la misma línea planteó que “Esto, más que un cierre de campaña tiene que ser una apertura de debates en el país”, haciendo una muy elíptica llamada al diálogo interpartidario que no deja de ser un reconocimiento de las dificultades en las que se encuentra la gestión.

Desde hace unos pocos años, el discurso liberal se ha salido del marco de las fundaciones permeando en los sectores populares, mayoritariamente en los jóvenes.

Ambas campañas tienen otras dos similitudes llamativas. La primera es que hablan de la existencia de “dos modelos de país” poniendo al propio como luminoso y al opuesto como un infierno, evidentemente. Pero ni los kirchneristas ni los cambiemitas se animan a explicar concretamente en qué consisten esos modelos. Aunque algo interesante se viene colando en el discurso político y es la palabra LIBERTAD. Desde hace unos pocos años, el discurso liberal se ha salido del marco de las fundaciones permeando en los sectores populares, mayoritariamente en los jóvenes. El fenómeno se apalanca además en una corriente mundial que gracias a las redes sociales no reconoce fronteras y los mensajes electorales ya sea de manera genuina o impostada han acusado recibo de la ola de centroderecha que hace unos años era impensada en la Argentina socialdemócrata atrapada por el Socialismo del Siglo XXI.

Crecen los indicadores económicos cada vez que los inversores huelen que el gobierno puede perder las elecciones

No es posible saber aún cuánto de todo esto se reflejará en el resultado electoral dado que el sistema argentino es una tela de araña tejida por las maquinarias de la casta política. Pero por lo pronto aparecieron ofertas en el arco de la centroderecha que abren un panorama inusual. El famoso economista Javier Milei ha decidido lanzarse con su propia formación por fuera de los partidos tradicionales acompañado por la abogada Victoria Villarruel reconocida defensora de las víctimas del terrorismo setentista. Ese mismo que ha dominado el panorama político-cultural argentino con miembros de esas viejas guerrillas incluso dentro de los gobiernos. De más está decir que la aparición de Milei puso los pelos de punta a la casta. El economista es trending topic en todas las redes desde hace semanas y en los medios nacionales es tema de debate permanente. Las descalificaciones a la dupla Milei-Villarruel no parecen hacer mella en su popularidad, que los lleva a protagonizar caminatas barriales masivas y el acto de cierre más multitudinario de todas las campañas.

A esta oferta de la centroderecha se suman los dos ex-candidatos a presidente: Juan José Gómez Centurión y José Luis Espert que volverán a enfrentarse, esta vez en la provincia de Buenos Aires. Milei a su vez se medirá en CABA con uno de los políticos más prestigiosos del liberalismo, el decano Ricardo López Murphy, otra de las revelaciones mediáticas de la campaña. López Murphy eligió competir dentro de las primarias de Juntos por el Cambio, de manera tal que aún no se sabe qué protagonismo tendrá en la lista definitiva. Este panorama representa una inédita oportunidad para las terceras fuerzas y las ideas liberales, que han logrado inspirar nuevos discursos políticos. Queda ver si lograrán con el mismo envión sentarse finalmente en el Congreso. Las PASO arrojarán indicios de cómo la sociedad ha metabolizado el hartazgo y la bronca que inspira la clase política y queda por verse si esto modificará la representación en las cámaras.

Alberto Fernández se convirtió en una máquina de producir rechazo y cada aparición suya es un atentado contra el caudal electoral

Cuestión que la irrupción de nuevos actores en la oferta ha generado el segundo ítem en común: cambiemitas y kirchneristas hicieron sendos llamados a cerrar “la grieta”. La apelación es cosmética, no es necesario aclararlo. Llaman a cerrar la grieta que ambas formaciones se encargaron de mantener sistemáticamente abierta, pero no deja de ser llamativo como, frente a la posibilidad de perder poder empiezan a proponer acuerdos y paraísos de gobernanza que sólo son logrables si los votantes los apoyan mayoritariamente. Pocas veces una extorsión fue más prístina.

Lo cierto es que Cristina Kirchner ha tenido que volver a poner en juego su destreza demagógica. El modelo de Alberto Fernandez como mascarón de proa de su gobierno en las sombras resultó un fiasco. Las elecciones coinciden con el pico más alto del desprestigio del presidente. No hay semana en la que no aparezca un escándalo, el más resonante de la última camada fue el festejo del cumpleaños de su novia en la residencia presidencial mientras regía el severo confinamiento que el mismo presidente había impuesto. Alberto Fernández se convirtió en una máquina de producir rechazo y cada aparición suya es un atentado contra el caudal electoral. El kirchnerismo nunca llegó a una elección con niveles de pobreza tan elevados, sus votantes irán a las urnas con una inflación mayor al 50% y una brutal caída de los salarios, del empleo y del consumo. 

Cualquier resultado que signifique una pérdida de puntos respecto del 2019 aleja al kirchnerismo de sus planes autocráticos que son los que necesita para subsistir. Por eso, como siempre, Cristina hace gala de su gestualidad inflamada apropiándose de la escena para pedirle a Alberto que ponga orden y que haga lo que ella y su marido supieron hacer: anabolizar el consumo, intervenir aún más en la actividad privada, ampliar el empleo estatal y regalar jubilaciones y planes sociales para continuar, en definitiva, con su proyecto interrumpido por la insolencia neoliberal.

Cuidado con dejarse llevar por el entusiasmo, la casta política puede fingir tensiones y peleas, pero, finalmente se sientan siempre juntos a la mesa

Cristina no acusa recibo sobre el agotamiento de su sistema y ve en Alberto un salvavidas de plomo que no está a la altura de su vara. Y Alberto, seamos claros, no para de abrazar los peores escándalos perdiendo cada vez más terreno. Crecen los indicadores económicos cada vez que los inversores huelen que el gobierno puede perder las elecciones. La fórmula que llegó a la presidencia hace menos de dos años ha perdido definitivamente su capacidad de enamorar a propios y ajenos y sólo transmite el desconcierto que se ve en la campaña. 

Frente de Todos transita la torpeza comunicacional con un mensaje que hizo girar la campaña electoral alrededor del slogan que se volvió meme: consiste en seducir a los argentinos con que “vamos a volver a la vida que queremos”, pero esas cosas que promete son justamente las que desaparecieron con la presidencia de Alberto, las burlas no tardaron en aparecer, el ingenio popular nunca descansa.

Si las carencias del Gobierno daban a la oposición una oportunidad de oro para atacar al kirchnerismo y sus sueños de poder, esa oportunidad fue aprovechada, en cambio, para legitimar un nuevo liderazgo dentro de Juntos por el Cambio: un pragmático Larreta que no dudó en asociarse a los Fernández y seducir al oficialismo con una gobernabilidad conjunta. Larreta no temió transitar terrenos minados y contra todo pronóstico ganó centralidad y poder. Hay un nuevo killer en la arena, con el hambre de poder de un Pedro Sánchez y, posiblemente luego de estas elecciones, con el camino despejado.

La oferta política para la Argentina del 2023 se va a delinear en estas elecciones de medio término del 2021. El mayoritario arco político socialista y socialdemócrata posiblemente active sus alarmas ya que acaban de surgir propuestas que los corren por derecha. Pero cuidado con dejarse llevar por el entusiasmo, la casta política puede fingir tensiones y peleas, pero, finalmente se sientan siempre juntos a la mesa. Y saben quienes son los enemigos, los que amenazan su sistema. El juego recién empieza. 

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