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Entrevista a Viktor Orbán en Der Stern

‘¿Qué haría usted si su hija tuviera un novio musulmán?’ (Entrevista a Orbán, parte 1)

El Primer Ministro de Hungría, Viktor Orbán. Reuters
El Primer Ministro de Hungría, Viktor Orbán. Reuters

El primer ministro Viktor Orbán se opone al aumento del islam en Hungría, y limita los derechos de las minorías sexuales. Quiere permanecer en la Unión Europea, pero no deja que nadie le influencie.

Una entrevista con el jefe de gobierno de Hungría.

Por Dominik Stawski y Jan Boris Wintzenburg.

La sede del gobierno de Viktor Orbán está en el lugar donde, en el pasado, se entronizaban los reyes. En el castillo de Buda, en Budapest, se encuentra un antiguo monasterio que el Primer Ministro ha convertido en una magnífica sede gubernamental, con un coste de muchos millones de euros. El personal de protocolo acompaña a todos los que tienen que reunirse con él, que llegan a la colina en coches oficiales y luego son conducidos por largos pasillos a una biblioteca con paneles de madera. En esta sala hay un globo terráqueo de gran tamaño que representa el mundo antes de la Primera Guerra Mundial, cuando Hungría tenía un tamaño que no ha vuelto a tener desde entonces. Entonces el territorio del país se extendía mucho más allá de las actuales fronteras de Rumanía, Eslovaquia, Croacia y Serbia. El mensaje que el señor Orbán está comunicando a todo el mundo con este globo terráqueo es el siguiente: «Miren lo que realmente somos». Sin embargo, este poder quedó reducido a la nada con el fin de la Primera Guerra Mundial. El Tratado de Trianón concedió dos tercios del reino a otros países. Para muchos húngaros esto fue un trauma. Otro choque fue el régimen comunista, del que el pueblo se liberó en 1989. Para el gobierno de Orbán, la historia tiene un mensaje importante: «Nunca más debemos estar bajo la influencia de otros». Todo esto, sin embargo, va en contra de la concepción de Europa que tienen la mayoría de los Estados miembros de la Unión Europea. Hace tiempo que la UE es algo más que un mero espacio económico común. Hoy en día, la concepción de Europa se extiende también a la distribución justa de los refugiados que llegan a sus fronteras. Sin embargo, Orbán se opone firmemente a ello, llegando a calificar a los refugiados de «invasores musulmanes», porque los considera una amenaza para la cultura cristiana de Europa. Esta entrevista se realizó en un momento en el que las relaciones entre Hungría y Alemania no podían ser peores. Se ha producido una escalada en la guerra de palabras respecto al compromiso de Hungría con los valores fundamentales de la UE relacionados con el Estado de derecho. Los políticos húngaros han lanzado acusaciones de nazismo, mientras que los alemanes han pedido cuentas a Orbán por sus medidas dictatoriales. Acordamos que nuestra entrevista duraría una hora, ya que Orbán dijo que tenía programada una reunión del Gabinete para después. Sin embargo, añadió entre risas, él es el Primer Ministro y si se retrasa, los demás le esperarán. Tras lo cual el Primer Ministro se sentó con un intérprete a su lado.

Primer Ministro, ¿cuál cree que es la definición de un buen europeo?

—En Hungría decimos esto: solo puedes ser un buen europeo si eres un buen húngaro.

—¿Qué significa?

—Significa que, en nuestra opinión, Europa está formada por naciones soberanas. Por eso confiamos en que la pertenencia a la UE reforzará nuestras especificidades culturales, y no las debilitará. Sin embargo, algunos países de la UE pretenden reforzar aún más las instituciones europeas y transferir a Bruselas el mayor número posible de competencias. Este intento de centralización nos da miedo; todo esto nos llena de un profundo temor existencial, basado en nuestra experiencia histórica.

—¿En qué miedo piensa usted?

—Hay un hilo conductor en la historia de Hungría, y ese hilo es la lucha contra los «imperios»: los imperios otomano, de los Habsburgo, alemán y soviético gobernaron Hungría como ocupantes. No queremos volver a renunciar a la soberanía y al Estado de derecho por los que luchamos en Centroeuropa y Europa del Este desde hace 31 años.

—La Unión Europea no es un imperio, sino una comunidad de Estados, cuya legitimidad le es dado por los ciudadanos en las elecciones de la UE.

—El Parlamento húngaro es elegido directamente por el pueblo húngaro, y para nosotros su legitimidad es más fuerte que la del Parlamento europeo. Y este concepto está incluido en todos los tratados de la UE.

—Usted ha lanzado una campaña con el slogan ¡»Stop Brussels!». ¿Por qué no optar por la solución más simple y abandonar la UE, como está haciendo ahora Gran Bretaña?

—Los británicos tienen suerte, porque uno está seguro de lo que rodea a una isla: el agua. El agua los protege. Pero ¿qué nos rodea a nosotros?  Por lo que es mejor para nosotros estar dentro de la Unión. Aparte de este hecho, el Brexit es un gran error que debería haberse evitado.

—¿Qué espera obtener del hecho de ser miembro de la UE, además de dinero?

—En primer lugar, esperamos que la Unión mantenga la centenaria tradición europea de naciones soberanas y culturalmente diversas. Queremos un entorno cultural en el que nos sintamos cómodos. En segundo lugar, queremos poder acceder e intercambiar conocimientos y tecnologías de vanguardia. Lo tercero que esperamos de la Unión es la estabilidad geopolítica y la seguridad. Alemania está en el interior del continente, mientras que Hungría está en el borde. Nuestra situación geográfica nos sitúa en la intersección del Este y el Oeste, y es importante que seamos miembros de una alianza fuerte. Nuestras necesidades de seguridad son diferentes a las de Alemania. En 1990 los húngaros aún estábamos bajo ocupación. Es importante para nosotros pertenecer a una alianza que también represente la seguridad militar.

Al principio de la entrevista, Orbán había cogido una pluma estilográfica en la mano y, desde entonces, no había dejado de dibujar círculos en un papel, como ayuda a la concentración.

¿Qué opina de los valores europeos mencionados en el artículo 2 del Tratado de Lisboa, como la dignidad humana, la igualdad entre sexos, los derechos de las minorías, el pluralismo, la no discriminación y la tolerancia? ¿Está completamente de acuerdo con estos valores?

—Por supuesto. Estos valores aparecen textualmente en la Constitución húngara, sobre la que he jurado mi cargo. Para nosotros, sería inconcebible tener que proporcionar seguridad armada a cualquier edificio de Budapest utilizado por la comunidad judía. Budapest alberga una de las mayores comunidades judías de Europa, y para nosotros es una tarea social evidente garantizar que los judíos puedan vivir sus vidas plenamente. En los años ochenta vivíamos bajo una dictadura, con una ocupación militar. El actual gobierno húngaro tiene sus orígenes en el movimiento anticomunista del Estado de derecho. Siempre digo lo siguiente a mis socios occidentales que dudan de nuestra postura sobre el Estado de derecho: «Queridos amigos, ¿dónde habéis luchado por el Estado de derecho? Yo luché por él en las calles de Budapest».

Sin embargo, una gran mayoría de los políticos líderes de Europa creen que usted y su partido son una amenaza para el Estado de derecho en Hungría.

—Es absurdo que me pregunten sobre el Estado de derecho. Y lo considero injusto, sobre todo porque estas acusaciones nunca han estado vinculadas a un criterio claro y objetivo.

Tomemos como ejemplo los derechos de los medios de comunicación: Reporteros sin Fronteras sitúa a Hungría en el puesto 89, por debajo de Albania. ¿Qué opina de esto?

—Para Hungría no está claro si pretenden que esto sea serio o si es una broma. Cuando un húngaro mira los portales de noticias en internet, la mayoría son ferozmente críticos con el gobierno. Luego encienden la televisión, y el canal con más audiencia es el que también es más crítico con el gobierno: RTL, que pertenece a Bertelsmann. Todos los análisis objetivos muestran que en Hungría la cuota de mercado de los medios de comunicación muy críticos con el gobierno supera ampliamente el 50%, y ello gracias a la oposición.

Los trabajadores de la radio pública han sido sustituidos y ha habido varios cambios de propiedad en los medios de comunicación privados. Varios empresarios cercanos al Gobierno han intervenido.

—Últimamente se han producido varios cambios en los medios de comunicación húngaros. Las inversiones provienen por igual de empresarios de izquierdas y conservadores. El gobierno húngaro no interviene en esto.

Nos gustaría saber qué valores concretos representa usted. ¿Qué pasaría si uno de sus hijos le dijera que es homosexual?

—Sería una gran prueba, pero hasta ahora el buen Dios nos la ha evitado. Por supuesto, mi mujer y yo siempre amaríamos a nuestros hijos, con total independencia de sus inclinaciones.

¿Qué pasaría si ese mismo hijo suyo también quisiera adoptar un niño? Con su reciente enmienda constitucional, esto es algo que su partido Fidesz ha tratado de impedir a las parejas del mismo sexo.

—Sea cual sea la circunstancia, naturalmente mi mujer y yo siempre pensamos en cómo podemos ayudar a nuestros hijos. Somos cristianos, y todo está en manos de Dios: el juicio, el castigo y la gracia.

¿Cambiaría todo esto lo que usted piensa sobre la política y la ley?

—He prestado juramento a la Constitución, que establece que una familia está formada por una mujer y un hombre. Y, por cierto, no hay nada de intolerante en eso. Yo tengo un punto de vista particular, y otra persona tiene una posición diferente con la que no estoy de acuerdo. Y como tenemos que convivir, tratamos de encontrar un terreno común. Esto es la tolerancia.

Recientemente, un político del partido húngaro de extrema derecha «Mi Hazánk» [Nuestra Patria] atrajo mucha publicidad al introducir un libro infantil en una máquina trituradora en presencia de los medios de comunicación. Hizo esto porque en el libro aparecían minorías como los homosexuales. Luego, dirigiéndose a los homosexuales, usted dijo: «Dejen en paz a nuestros hijos». ¿Qué quiere decir con eso?

—Informar a los niños sobre esto es responsabilidad de los padres. Para que su yo y su identidad sexual puedan desarrollarse libremente y sin interferencias, los niños de los jardines de infancia y de los cursos inferiores de la escuela primaria no deben estar expuestos a la propaganda sexual.

¿Por qué es propaganda sexual mostrar la existencia de minorías?

—Pero este libro no muestra la existencia de una minoría: presenta cuentos que contienen propaganda sexual, con los que los autores quieren influir en el desarrollo de la personalidad de los niños. ¿Qué otra intención podrían tener? En Hungría hay realmente límites, y la mayoría de la gente está de acuerdo con lo que he dicho. Somos tolerantes, pero hay que dejar que nuestros niños se desarrollen en paz.

¿Cree que la destrucción de un libro es un buen símbolo?

—Ese partido de derechas está en la oposición y, por supuesto, rechazo su simbología. En general, ningún símbolo puede ser bueno si nos devuelve al mundo del fascismo o del comunismo. Sin embargo, una protesta enérgica está totalmente justificada.

Pasemos a otro valor europeo: la libertad religiosa. ¿Qué pasaría si una de sus hijas se presentara en su casa con un novio musulmán?

—He educado a mis hijos para que tomen decisiones importantes sobre su propia vida de forma independiente. He intentado dotarles de los conocimientos y la educación que les permitan tomar las decisiones correctas por sí mismos. Probablemente le preguntaría si ha reflexionado sobre el asunto. Y si dijera que sí, lo dejaría así. Los padres no pueden vivir la vida de sus hijos por ellos. Probablemente pensaría que Dios ha tomado la decisión. Uno ama a sus hijos, sea cual sea el camino que elijan.

Usted dijo en una ocasión: «No queremos que haya minorías entre nosotros cuyo bagaje cultural sea completamente diferente al nuestro. Queremos mantener Hungría para los húngaros».

—Me refería a los musulmanes. En Hungría hay musulmanes de Siria y Turquía, y hay más de 5.000 estudiantes universitarios musulmanes cuyas becas húngaras pagamos. Así que tenemos musulmanes viviendo aquí. Pero su número no ha superado un determinado nivel. No queremos que lleguen a Hungría números tan grandes como para provocar un cambio cultural en nuestras vidas. El Estado tiene el derecho y la responsabilidad de hacer valer esto. Los que están aquí han sido admitidos por nosotros mismos. Aceptan que viven en un país de raíces judeocristianas y acatan nuestras leyes. Esto no se aplica solo a los musulmanes: tenemos muy buenas relaciones con los chinos, pero no querríamos que mañana llegaran aquí 5 millones de chinos.

El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha condenado a Hungría por colocar a los refugiados en condiciones inhumanas. Eso tampoco suena demasiado tolerante.

—Nos oponemos fundamentalmente a la inmigración ilegal. Los solicitantes de asilo fueron alojados correctamente; el único problema era que, hasta que no se decidiera sobre sus solicitudes de asilo, no podían moverse libremente fuera de los centros de acogida. Entonces propusimos las zonas de tránsito, zonas que ya están bien delimitadas en los aeropuertos, para que los que quisieran salir pudieran ir a un país seguro como Serbia o Croacia, pero no pudieran entrar en Hungría sin un permiso de residencia. No se encerró a nadie.

El tribunal también condenó esto.

—Sí, desgraciadamente la UE tampoco lo aceptó, por eso hemos cerrado las zonas de tránsito. Como los países vecinos por los que llegan los solicitantes de asilo son terceros países seguros, si ahora quieren entrar en Hungría tienen que solicitar asilo en la embajada húngara correspondiente. Estas solicitudes se tramitan rápidamente, y las personas que quieren entrar esperan una decisión en ese tercer país seguro. Este planteamiento tampoco ha sido aceptado por la Comisión, y ahora estamos a la espera de la próxima resolución judicial. Se trata del juego del gato y el ratón.

¿Es compatible todo esto con sus ideales cristianos? Después de todo, los refugiados vienen de zonas de guerra, de situaciones de extremo peligro.

—Yo creo que sí: me opongo a cualquier política que pretenda convencer a los necesitados de todo el mundo de que la solución a sus problemas es venir aquí. Si eso ocurre, todos emprenderán viajes extremadamente peligrosos y arduos hacia Europa. Los húngaros insisten en la normativa prevista en los tratados internacionales, según la cual un refugiado que huye por razones legítimas debe ser acogido en un país seguro. Pero no hay ninguna ley internacional que permita a las personas en esa situación elegir ellas mismas su país de destino.

¿Quiere disuadir a los refugiados?

—En lugar de traer los problemas aquí, optamos por proporcionarles ayuda en sus países de origen. No queremos que los traficantes de personas lleven a los solicitantes de asilo a la muerte en el Mediterráneo. Por eso hemos creado Hungary Helps: una organización de ayuda de extraordinaria envergadura en comparación con el tamaño de nuestro país, que mejora las condiciones de vida de la gente construyendo escuelas y hospitales. Creo que Europa debería crear una especie de Plan Marshall para los países de África y Oriente Medio, de donde proceden los inmigrantes, para que la vida allí vuelva a ser habitable.

Hungary Helps ayuda a los cristianos perseguidos. Sin embargo, actualmente los refugiados de otra fe también sufren en la gobernación siria de Idlib y en otros lugares, porque no pueden salir. La ayuda no es suficiente. ¿Le conmueve esto como cristiano?

—Naturalmente, esto me afecta como ser humano, y es obvio que hay que ayudar a los refugiados de guerra de acuerdo con la Convención de la ONU; esa es la razón por la que tuvimos que ayudar a Turquía. Sin embargo, con sus ideas sobre la admisión de solicitantes de asilo, la Unión Europea va mucho más allá de los derechos consagrados en la Convención de Ginebra. Desgraciadamente, este enfoque se ha convertido en la referencia política, y cualquiera que no siga esa política se convierte inmediatamente en una oveja negra, como nos hemos convertido nosotros. Se nos condena al ostracismo.

Fin de la primera parte. La segunda parte puede leerla en el siguiente enlace:


Traducido por Verbum Caro para La Gaceta de la Iberosfera.

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