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el fanatismo climático amenaza con la destrucción de la industria española

Soberanía energética (III): una ley contra la prosperidad de los españoles

La canciller alemana, Angela Merkel. Europa Press

El precio de la luz ha subido progresivamente, además de cuanto explicábamos en días anteriores, por las fluctuaciones en el precio del gas debidas a tensiones internacionales y por el incremento de los costes de las energías “menos limpias”. Estas acuden a un mercado de derechos de emisión de CO2 controlado por Bruselas que, guiada por su secta climática – no haremos más sangre de la niña Greta Thunberg-, ha cargado cada vez más impuestos “verdes” sobre la producción.

Cuando en 2008 la Unión Europea crea el mercado de derechos de emisión de CO2, el precio medio anual fue de 22,02€. En 2021 el precio medio fue de 53,55€ y en 2022 estamos ya en 83,65€; incrementándose el precio por esa Estrategia Europea de Clima (votada por PSOE y PP) y la entrada masiva de fondos de inversión especulativos.

El pasado 14 de julio de 2021 – escasamente dos meses después de aprobarse en el Congreso de los diputados la Ley de Cambio Climático – la Comisión presentó un nuevo paquete de medidas, “más ambicioso” (sic), denominado Fit 55, que superó ampliamente los objetivos del Pacto Verde de 2019. Carrera demencial hacia el precipicio. Las élites, ensoberbecidas, no tienen límite. En dicho nuevo Plan se retuerce aún más el sistema o régimen de comercio de derechos de emisión de CO2.

El régimen de comercio de derechos de emisión pone precio al carbono y reduce el límite máximo de emisiones de determinados sectores económicos cada año; de modo que la Unión Europea sigue interviniendo los precios. Primero, reduciendo la oferta al prohibir, limitar o suspender determinadas formas de energía. Segundo, imponiendo a las empresas que emiten carbono un precio a sus emisiones, reduciendo anualmente el número de los derechos, con lo que se incrementa su valor.

La Comisión rebajaba hace poco más de 8 meses aún más el límite global de emisiones; aumentando su ritmo anual de reducción. Los derechos de emisión incrementaban su valor de un día para otro, siendo objetivo de los fondos de inversión, que han especulado con la continua alza de precios de la energía y combustibles, provocando un aceleramiento en la subida. Los bolsillos de los europeos se vacían sin más.

El fanatismo climático lo devora todo. En ese nuevo plan, la Comisión propone eliminar gradualmente los derechos de emisión gratuitos para la aviación e incluir por primera vez las emisiones del transporte marítimo en el régimen de comercio. ¿Recuerdan la noticia de que el puerto de Algeciras está en riesgo por los daños que puede producir al transporte marítimo este sistema, encareciendo los costes de nuestras empresas, obligadas así a trabajar a pérdidas? Quizás ahora se entiende, repito, que la Agenda 2030 es enemiga de las clases medias y trabajadoras de España.

La secta climática, con sus imposiciones, expulsa del mercado a las pequeñas y medianas empresas. Sólo las grandes corporaciones – que pueden acceder y asumir los costes de los derechos de emisión o deslocalizar actividad a países donde no se aplique el sistema – y las empresas extranjeras se van a beneficiar. ¿Es antieuropeo denunciar que el fanatismo climático amenaza con la destrucción de nuestra industria? ¿O antieuropeo es el que, sumiso a la agenda climática, calla y vota a favor de cualquier medida que perjudique a nuestros productores, ya sean agrarios, pesqueros, industriales?

Pero la secta climática no se queda ahí; y pretende establecer un nuevo régimen de comercio de derechos de emisión para la distribución de combustibles para el transporte por carretera y los edificios. Se lo digo, como denuncié hace meses en el Parlamento Europeo, para que nadie pueda decir que no está avisado.

A Sánchez le da igual el medio ambiente, él seguirá viajando en su Falcon. Lo único que le ha preocupado es incrementar los ingresos a costa de los impuestos sobre las empresas, autónomos y clases populares.

Por supuesto, que el Gobierno nacional (y los regionales, no se olvide) son los primeros beneficiados por los altos precios. Sánchez oculta que ha permitido la escalada del precio por los altísimos impuestos que gravan la electricidad; por eso mantiene la mayoría de ellos y se ha limitado a suprimir temporalmente el Impuesto sobre la Producción Energía Eléctrica y bajar el IVA solo temporalmente y no a todos los consumidores.

Adicionalmente, Sánchez pone en serio peligro la continuidad de la energía nuclear con sus políticas de suspensión, paralización, y persecución; una energía por la que ya apuestan la Comisión Europea, Alemania y sobre todo Francia. Momento ideal para detenerse en Alemania. Hay que denunciar la complicidad de Alemania y sus evidentes vinculaciones con Rusia para la creación de un gran gasoducto que alimentase la industria alemana a costa del dinero de todos los europeos, con la inestimable colaboración de Schroeder, a sueldo de los oligarcas rusos; y de Angela Merkel, y que ha puesto en serio riesgo la estabilidad del mercado en toda Europa, al colocar a Rusia en una situación de preeminencia geoestratégica en el continente.

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