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DE DIMENSIONES NUNCA ALCANZADAS

Un fraude muy creíble: la noticia es que el mundo no esté en vilo

FOTO DE ARCHIVO: El presidente de EEUU Donald Trump inclina la cabeza durante el Día Nacional de Servicio de Oración en el Jardín de Rosas de la Casa Blanca en Washington, EEUU, 7 de mayo de 2020. REUTERS/Tom Brenner

Como sabe cualquier guionista que se precie, llevar la tensión al paroxismo es un arte que depende mucho de los tiempos, y mantener al espectador al borde de la silla no es algo que pueda durar más allá de un periodo de tiempo. No sé ustedes, pero yo llevo días con los nervios como cuerdas de violín a costa de ir de sorpresa en sorpresa, desde la noche electoral que ofreció la primera, la fácil victoria de Trump; luego ese súbito giro de guión de madrugada que trocó súbitamente en dolor tanto gozo y viceversa, para acabar, cuando todo parecía perdido, en este contraataque tipo ‘blitzkrieg’ del equipo del presidente y la súbita enormidad de un fraude que podría cambiar mucho más que la Presidencia americana. ¿Por qué todo lo americano parece engendrado en algún estudio de Hollywood?

Hay un segundo factor que se añade a este frenético ritmo narrativo para acabar con los nervios de cualquiera, y es observar la aparente indiferencia del resto del mundo, empezando por los medios. Si lo anterior era un poco de Viernes 13, esto pertenece a otro tipo de película, una de esas de ciencia-ficción en la que una invasión extraterrestre empieza a ocupar silenciosamente los cuerpos de la gente y el protagonista ve cómo los que le rodean, hasta sus más íntimos, comienzan a comportarse de modo extraño. ¿Cómo pueden los grandes medios ignorar que hay un caso muy creíble y muy serio de fraude en las elecciones a la magistratura más importante del planeta, un asunto que, se resuelva como se resuelva, va a cambiar el panorama político de forma determinante? No es como si se pudiera barrer debajo de la alfombra o mirar para otra parte con la esperanza de que desaparezca. Hay implicada demasiada gente, demasiado importante, y se ha llegado demasiado lejos. Lo que suene, tronará, y no sé cómo van a justificar los medios haber estado ignorándolo todo este tiempo.

Recapitulemos un poco. Este fin de semana pasado, Rudy Giuliani -no un cualquiera, sino una de las figuras con más solera de la política americana, ex alcalde de Nueva York- aparecía en las televisiones soltando algunos botones de muestra de la montaña de pruebas que dice tener de que las pasadas elecciones presidenciales han sido un fraude de dimensiones nunca alcanzadas hasta hoy, dejando a la superpotencia a la altura de una república bananera. Luego sale otra abogada del equipo de Trump, la abrumadora Sidney Powell, diciendo cosas que, sinceramente, no se oyen todos los días en la televisión, centrándose especialmente en el sistema informático que, aseguraba, estaba específicamente diseñado para gestionar pucherazos y prometía “soltar el kraken”.

Lo que está en juego es el enfrentamiento de dos concepciones del mundo y de la política radicalmente distintas e irreconciliables

Powell es el producto genuino. Powell es seria, muy seria, con una apabullante carrera a sus espaldas de penalista implacable y minuciosa. Y en ningún momento daba la impresión de hallarse ante un caso dudoso, ante un delito meramente probable o de moderadas dimensiones. Su seguridad asusta: “El presidente Trump ganó estas elecciones por goleada, es irrefutable… Voy a sacarlo todo a la luz”. ¿Está loca Powell? ¿Es Giuliani víctima de una alucinación? Porque nadie parece darle demasiada importancia a lo que debería ser noticia de portada a un cuerpo de letra apropiado para el estallido de una guerra mundial.

En realidad, es una guerra mundial, solo que ahora no se libra con tanques y bombarderos. Lo que está en juego es el enfrentamiento de dos concepciones del mundo y de la política radicalmente distintas e irreconciliables. Una de ellas, en la que las élites llevan avanzando más o menos desde posguerra y que es respaldada por los grandes grupos mediáticos, casi todos los partidos políticos y gobiernos de Occidente, las multinacionales, las finanzas internacionales, las universidades, los intelectuales consagrados, Hollywood y el ‘mundo de la cultura’, es la que cualquiera ha podido ver en un breve vídeo distribuido por el Foro Económico Mundial (AKA, Foro de Davos): Gran Reinicio del sistema, gobernanza mundial a través de la ONU, ‘reestructuración’ de la familia, desaparición de fronteras, movimientos migratorios masivos y todo eso. La otra, desorganizada y popular, es la de la gente que no quiere que dispongan de su vida y se la cambien sin consultarles siquiera.

Esa es la razón de que los medios mundiales se arriesguen a perderse la noticia del siglo, de que se ignore el gran fraude -o, siquiera, la investigación de un fraude-, de que se le censure al mismísimo presidente de Estados Unidos en su propio país.

Esta es la apuesta, que va mucho más allá de que ocupe la Casa Blanca Jack Johnson o John Jackson, y cuya resolución va a tener un peso directo, rápido y radical en nuestras vidas. Y ahora, si me lo permiten, voy a buscar un Lexatin.

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