La oleada de afganos que entran en Europa es el resultado de que activistas, ONG y sus aliados mediƔticos desdibujen las fronteras entre naciones.
Un artĆculo en la primera pĆ”gina del New York Times contaba esta semana una historia desgarradora: la de los emigrantes afganos que recorren mĆ”s de 2.200 kilómetros atravesando IrĆ”n para escapar de los talibanes, solo para ser Ā«rechazadosĀ» por un gobierno turco Ā«duro y poco amistosoĀ». Leer este reportaje ha sido doloroso. Pero tambiĆ©n ha sido una lectura totalmente engaƱosa, marcada por el sello actual que se esfuerza en normalizar las fronteras porosas y la migración irregular hacia el oeste.
Desde que Estados Unidos ha acelerado su retirada de AfganistĆ”n, unos 30.000 afganos abandonan el paĆs cada semana, y lo hacen siguiendo un camino bien trazado que les lleva a travĆ©s de las traicioneras montaƱas del noroeste de IrĆ”n hasta TurquĆa, donde ya se han asentado unas 300.000 personas que, desde allĆ, intentarĆ”n llegar a Europa. De hecho, los afganos ya han superado a los sirios Ā«como el mayor grupo de nuevos migrantes que lleganĀ» a Europa, segĆŗn el Times.
Excepto que esta vez, a diferencia de la crisis migratoria de 2015-2016, los turcos estĆ”n cerrando las puertas, lo que atrae la ira editorial de la Dama Gris [Grey Lady, nombre con el que se conoce al New York Times, ndt]. En la ciudad fronteriza de Van, mĆ”s de una docena de fuerzas de seguridad turcas detuvieron a un marido afgano, a su esposa enferma y a sus hijos que lloraban, Ā«como parte de una intensa represión por parte de TurquĆaĀ», afirma el Times, Ā«para evitar que los periodistas informen sobre su situaciónĀ». Tras unos dĆas detenidos, la familia fue deportada a IrĆ”n.
El Times admite que TurquĆa ya acoge a casi cuatro millones de refugiados y solicitantes de asilo, en su mayorĆa sirios, una situación que se hace cada vez mĆ”s impopular en medio de una crisis económica. Sin embargo, el periódico reprocha severamente a los turcos por violar, supuestamente, el tratado internacional sobre los refugiados afganos y reducir sus oportunidades de apelación en virtud de la legislación turca; un abogado local experto en derecho de asilo estuvo presente para proporcionar la cita condenatoria necesaria.
Cualquier lector con buen corazón sentirĆ” empatĆa con la situación de los desesperados afganos descritos por el Times. Sin embargo, el reportaje es, en su conjunto, como he dicho antes, engaƱoso: estĆ” diseƱado para promover la causa de unas fronteras cada vez mĆ”s abiertas, un punto permanente de la agenda de las clases dirigentes liberales internacionalistas de Occidente, independientemente de los acontecimientos en la región. Para entender cómo, es necesario desentraƱar las sutiles omisiones de la historia y hacer visible el contexto que falta.
Para empezar, debemos preguntarnos: las personas de las que habla el Times, Āæson refugiados o meros inmigrantes económicos? La distinción es clara y crucial, pero los activistas de las fronteras abiertas, las ONG y sus aliados mediĆ”ticos suelen difuminarla. AsĆ lo demuestra el artĆculo del Times: las palabras Ā«refugiadoĀ», Ā«asiloĀ» y Ā«solicitante de asiloĀ» aparecen en todo momento cuando se habla de personas concretas; Ā«migranteĀ» se utiliza solo en referencia a la polĆtica. En otras palabras, el periódico aceptó acrĆticamente las reclamaciones de sus sujetos (sin duda desesperados).
SegĆŗn mi estimación aproximada, uno de cada diez, si no mĆ”s, de los Ā«afganosĀ» que encontrĆ© en el camino eran iranĆes que se hacĆan pasar por afganos
Al hacerlo, los defensores de la apertura de fronteras juegan con la ignorancia general de los occidentales de a pie, que asocian las propias palabras AfganistĆ”n o Irak con Ā«tragedias terriblesĀ». Sin embargo, aunque las condiciones en esos lugares son realmente terribles para muchos, no se deduce que cada persona de AfganistĆ”n o Irak sea un refugiado de buena fe, pues de lo contrario los millones de personas que viven en esos paĆses tendrĆan automĆ”ticamente derecho al asilo por el hecho de ser afganos o iraquĆes.
No todas las personas que huyen, por ejemplo, de Kandahar tienen un temor fundado a la persecución o han sido desplazadas por la guerra o por agentes no estatales (la definición tradicional de refugiado codificada en la Convención de 1951). Sin embargo, durante la crisis de 2015-2016, la prensa de prestigio trató a todos los Ahmad y Morteza como refugiados. Mientras informaba sobre esa crisis anterior, al principio adoptĆ© el mismo enfoque, aplicando generosamente la etiqueta de Ā«refugiadoĀ» a cada sujeto que describĆa. Sin embargo, cuanto mĆ”s tiempo pasaba con grupos de afganos, iranĆes y Ć”rabes, mĆ”s me preocupaba la cuestión del estatus.
Cada vez que los gobiernos europeos hacen llamamientos a la apertura de las fronteras, los contrabandistas hacen caja
Por ejemplo, en la ruta migratoria que se extiende desde el oeste de TurquĆa a travĆ©s de los Balcanes, muchos de los afganos con los que me encontrĆ© habĆan nacido en IrĆ”n y apenas habĆan pisado su tierra ancestral. Fueron sinceros sobre este hecho conmigo, un reportero de habla persa al que consideraron como uno de los suyos. Pero tambiĆ©n dejaron claro que escapar del Ā«AfganistĆ”n devastado por la guerraĀ» serĆa la base de sus solicitudes de asilo en Europa.
Ahora bien, Āæes una experiencia agradable vivir como afgano en la RepĆŗblica IslĆ”mica de IrĆ”n? Es una cuestión de perspectiva. SĆ, el gobierno niega a muchos afganos los documentos legales, obligĆ”ndoles a vivir y trabajar en la sombra. TambiĆ©n hay discriminación, un hecho cruel de la vida en toda la región, tanto en tiempos de paz como de guerra. Pero no, no se enfrentaban a ataques con mortero y bombas de barril, una distinción que importaba profundamente a las autoridades turcas y no solo, pero que la mayorĆa de mis compaƱeros reporteros ignoraban.
Hablando de afganos e iranĆes, tambiĆ©n podrĆamos preguntarnos: ĀæquĆ© parte de los Ā«afganosĀ» que se encuentran actualmente en la frontera iranĆ-turca son, de hecho, iranĆes oportunistas que buscan aprovechar la Ćŗltima crisis para colarse? Lo pregunto porque, segĆŗn mi estimación aproximada, uno de cada diez, si no mĆ”s, de los Ā«afganosĀ» que encontrĆ© en el camino eran iranĆes que se hacĆan pasar por afganos; el persa que se habla en IrĆ”n y el darĆ que se habla en AfganistĆ”n son casi idĆ©nticos. Un periódico curioso lo investigarĆa, pero el Times no es curioso. (La Ćŗltima vez, la confusión u omisión mayor fue la utilización de la expresión: Ā«la crisis de los refugiados siriosĀ», una expresión que los reporteros siguen lanzando a veces, a pesar de que los reciĆ©n llegados procedĆan de todo el mundo Ć”rabe, IrĆ”n, AfganistĆ”n e incluso de lugares tan lejanos como el Congo y Bangladesh).
Que todo esto sea bueno para los Estados receptores, o incluso para los propios inmigrantes, es otra cuestión que las ONG estÔn dispuestas a evitar
TambiĆ©n hay que tener en cuenta que la Ćŗltima vez llegaron cientos de miles de afganos mientras en Kabul estaba en el poder el gobierno respaldado por Estados Unidos, un hecho que podrĆa sugerir que no hay un factor de presión particularmente urgente que impulse la actual ola afgana. O, al menos, que los factores de presión pueden no ser igual de urgentes para los afganos que escapan del resurgimiento de los talibanes. De ser asĆ, no harĆa mĆ”s que reforzar la decisión de Ankara de no aceptar indiscriminadamente a todos los que intentan cruzar las fronteras de TurquĆa. Una vez mĆ”s, valdrĆa la pena que un periódico que tenga la verdad, y no las fronteras abiertas, como su objetivo principal, lo analizara.
Por Ćŗltimo, el Times podrĆa haberse preguntado: ĀæquĆ© papel desempeƱan los contrabandistas y la tecnologĆa de contrabando en esta Ćŗltima ola migratoria afgana? El artĆculo del Times solo hace referencia al trĆ”fico de personas de pasada, en el Ćŗltimo pĆ”rrafo, donde describe cómo contrabandistas iranĆes habĆan robado a un grupo de afganos que se dirigĆa a TurquĆa. Sin embargo, hay mucho mĆ”s en este factor de lo que los periodistas y activistas de las fronteras abiertas estĆ”n dispuestos a analizar.
La guerra, la desubicación y la persecución han estado presentes en Oriente Medio y el Norte de Ćfrica desde siempre. Pero los intentos de cruzar a Europa han aumentado en los Ćŗltimos aƱos, porque el transporte barato y la tecnologĆa GPS han facilitado mucho el negocio de los contrabandistas. Un contrabandista afgano que conocĆ en Estambul me ofreció cruzar el Egeo por 2.000 dólares. Por esa cantidad, Ć©l y otros contrabandistas podĆan comprar un bote y cargarlo con cinco docenas de afganos e iranĆes, pagando cada uno 2.000 dólares: un gran modelo de negocio, si lo piensas. Una minĆŗscula parte de los botes se hundĆa, pero la mayorĆa llegaba a las islas griegas, desde donde los reciĆ©n llegados podĆan continuar su viaje hacia generosos Estados de bienestar como Alemania y Suecia.
Cada vez que los gobiernos europeos hacen llamamientos a la apertura de las fronteras, los contrabandistas hacen caja. Que todo esto sea bueno para los Estados receptores, o incluso para los propios inmigrantes, es otra cuestión, la que las ONG y sus portavoces del centro de la ciudad estÔn dispuestos a evitar.
Sohrab Ahmari es editor de opinión del New York Post y colaborador de The American Conservative. EstĆ” escribiendo un libro sobre la tiranĆa privatizada de Estados Unidos.
Publicado por Sohrab Ahmari en The American Conservative.
Traducido por Verbum Caro para La Gaceta de la Iberosfera.