Eduardo Bolsonaro (Resende, 1984) es el tercer hijo del expresidente de Brasil y, desde la salida de su padre del poder, la cara más visible del Partido Liberal de Brasil, sobre todo en el ámbito internacional dentro y fuera de Iberoamérica. Todavía diputado federal del país, es un referente político frente a la enésima expansión del populismo de izquierdas en la región y un exponente en alza de la nueva derecha alternativa a la intransigencia woke en Occidente.
Ha pasado un tiempo razonable desde las elecciones que permite hacer balance con cierta perspectiva. ¿Cómo ve el Brasil de hoy comparado con el Brasil de hace un año?
Sólo hay que mirar los números. El desempleo, que durante el gobierno de Bolsonaro bajó del 14% para 7,9%, vuelve a subir. Todo lo que este gobierno hace, principalmente en la parte económica, es al revés. Sube el gasto público, lo que va a implicar un aumento de la deuda y, como consecuencia, la salida de inversiones internacionales o hasta de brasileños que tienen la posibilidad de invertir en otros países.
En lo político, este gobierno tiene una preocupación muy clara de perpetuación en el poder. Uno de los principales proyectos de ley que envió al Congreso Lula, fue el de la ley de censura, una reglamentación de Internet que incluye la creación de una agencia pública para controlar lo que se puede o no se puede hablar en las redes sociales. Es como el Ministerio de la Verdad de George Orwell en 1984. “Homofobia”, “discurso de odio”, todo eso que siempre es una excusa para perseguir a los conservadores.
¿Existen una conciencia generalizada entre los brasileños de que la situación es peor en lo económico y en lo político?
Cada vez más. Lula, durante su campaña electoral, dijo sin ninguna vergüenza que regalaría picaña y cervecita.Lo hizo en el pasado, cuando llegó a la presidencia a comienzos de los años 2000. Entonces China estaba comprando commodities en Brasil. Eran otros tiempos.
Hoy Lula tiene contra sí un congreso de mayoría conservadora. O sea, la cámara no va a hacer lo que él quiera. A pesar de eso, está poniendo al país en muchas dificultades y cada vez más la gente se va a resentir. Lamentablemente, primero lo sufrirán los más humildes, que son precisamente las personas a quien la izquierda dice proteger. No creo que la mayor parte de los brasileños apoye a Lula.
¿Antes de las elecciones sí le apoyaba una mayoría de los brasileños? La última vez que habló con LA GACETA nos mostró su preocupación por la limpieza del proceso electoral en Brasil.
Por mucho que digan que las urnas electrónicas utilizadas en Brasil son infalibles, no es así. Decirlo es oficialmente una “mentira” porque hay un relato de la Policía Federal por el que el propio Tribunal Superior Electoral confiesa que ocurrió una invasión desde al menos marzo hasta noviembre de 2018.
Le pedimos al Tribunal Supremo Electoral que, por favor, lo mirara porque no nos parecía bien. Hay personas que están haciendo reclamaciones, preguntando dónde fueron a parar sus votos, porque votaron en sitios que después de mirar hay cero votos para Bolsonaro. Cuando se conoció el resultado, mucha gente reclamó: “Yo voté en esta escuela y hay cero votos para Bolsonaro, quiero saber para dónde se fue mi voto”. Por ejemplo, en mesas con 40 votos para diputados del PL y cero votos para Bolsonaro.
¿Cuál fue la respuesta del Tribunal Superior Electoral ante sus reclamaciones?
Censura. Tuvimos que borrar contenido de Internet y hasta el día de la toma de posesión de 10 diputados federales existía el riesgo de que no pudieran asumir sus cargos porque había procesos abiertos contra ellos por “actos antidemocráticos” sólo por pedir una investigación.
Alexandre de Moraes, juez de la Suprema Corte decretó el silencio en el proceso. Es increíble. Pero, de acuerdo, pensemos que somos ciegos y no lo vemos.Se mira para otro lado sobre cómo se comportó el Tribunal Superior Electoral en las elecciones y en que fue una concurrencia muy injusta entre Lula y Bolsonaro.
¿En qué consiste ese silencio impuesto por Alexandre de Moraes?
Sin ir más lejos, todos los presidentes de la historia de Brasil que concurrieron a reelección utilizaron, por ejemplo, imágenes de sus charlas en las Naciones Unidas.Brasil siempre hace la apertura de la Asamblea General. Solamente Bolsonaro no pudo utilizar esas imágenes en su campaña electoral ni tampoco las de las más grandes manifestaciones de toda la historia de Brasil en favor de un político que tuvieron lugar el pasado 7 de septiembre, el Día de la Independencia de Brasil.Bolsonaro no podría ni hablar sobre las relaciones de Lula y Daniel Ortega, de Nicaragua, o Nicolás Maduro, de Venezuela.
El Tribunal Superior Electoral decretó que personas como mi hermano Flavio, otros políticos de derechas o yo mismo teníamos que borrar de nuestras redes sociales cualquier mención relacionando a Lula con Maduro u Ortega. La peor dictadura es la dictadura del Poder Judicial, porque no hay a quién recurrir.
¿Es De Moraes más poderoso que Lula?
Yo diría que sí. Sus decisiones están basadas aparentemente en principios constitucionales. El día a día consiste en una hipertrofia judicial que de alguna manera tendrá que acabar. Una buena parte de la prensa mainstream, de la gran prensa, apoya Alexandre de Moraes y lo pinta como un gran defensor de la democracia, aunque para ello tenga que hacer cosas antidemocráticas, como callar a la oposición.
Son importantes los paralelismos entre el proceso electoral que se vivió en Brasil hace poco y el de Estados Unidos con Trump: falta de limpieza, intervención del Poder Judicial, el papel de los medios de comunicación.
Es una guerra particular contra el presidente Bolsonaro. Una guerra que sigue, y seguirá.
¿Es de esperar entonces que ese sistema insista en acabar con la carrera política de Bolsonaro?
Seguro. En cuanto Bolsonaro tiene un alto capital político se intensifica la persecución contra él. En poco tiempo fueron a la casa de mi padre, a la Policía Federal. ¿Para qué? ¿Para encontrar “dinero de la corrupción”? ¿Para acusarle de asesinato? No. ¡Para sacar fotos de su tarjeta de vacunación!¿Increíble, no? La estrategia real fue tomar su teléfono para intentar desde ahí entrar en su red de mensaje privada.
Por ejemplo, cuando estuvo en Londres se quedó en un hotel donde una noche sale cómo a 20.000 euros.Mi padre, cuando fue, costó cero euros al contribuyente, porque se quedó en la embajada de Brasil, que ya está muy bien. Pero para Lula no: está de luna de miel con su nueva mujer, a la que por cierto conoció en la cárcel.
En Brasil se da un panorama excepcional en Occidente: a pesar del mensaje casi único de los medios de comunicación, la derecha gana en las grandes ciudades y las principales celebridades del país no piden el voto para la izquierda. ¿Existe una sensación generalizada de que la opinión publicada no tiene relación con la realidad?
Está cada vez más claro. La gente se da cuenta, porque hoy tenemos algo que no teníamos en el pasado, que se llama Internet. De ahí la preocupación desde el Gobierno por la aprobación de la reglamentación de Internet. Es muy difícil que defender según qué puntos de vista sin mentir. Y, entonces, es fácil para nosotros explicar que la prensa brasileña está podrida. Como pasaron mucho tiempo sobreviviendo a través de subvenciones públicas, tienen que someterse al Gobierno, como es el caso de Globo, siempre al lado del poder, hasta que llegó Bolsonaro y no permitió más esa prostitución de los medios.
Con esta situación, con todo difícil, vamos teniendo más apoyo para poder volver a presidir Brasil. Aunque primero tendremos que mirar al proceso electoral. En 2026 habrá otra configuración del Tribunal Superior Electoral con la entrada de jueces nombrados por Bolsonaro. Será una más equilibrada que en 2022. Después, habrá que mantener altas la energía y la movilización de nuestra gente. Los ingredientes para que logremos el éxito en 2026 están claros.
¿Contemplan el riesgo de que la izquierda brasileña, como la estadounidense, plantee opciones similares a pack the Court, ampliar el número de miembros del Tribunal para mantener en el tiempo una mayoría afín?
No sé cómo lo harían, porque el Congreso en Brasil no estaría de acuerdo. Necesitarían un cambio en la Constitución y de los 513 diputados federales, por ejemplo, para cambiar la Constitución necesitan 308 votos que no tienen. Algo similar ocurrió en Venezuela, pero no creo que esta posibilidad podría darse en Brasil, al menos si depende del Congreso Nacional.
¿Cuál es la relación de Lula con el Ejército?
Mala, muy mala. Hay una relación más institucional, más de cercanía con los generales, pero veo claramente que no es buena. Tanto es así que al Gobierno intenta revertir la situación. Las Fuerzas Armadas son lo último obstáculo para la implantación del comunismo. Entonces se intentan infiltrar como hizo Chávez en Venezuela, que empezó a nombrar generales a partidarios políticos.
En Brasil tenemos creo que 200 hasta 300, el máximo. En Venezuela, ahora, son más de 2500. Entonces es necesario una infiltración y un dominio dentro de las fuerzas de seguridad para que controlarlas. Pero va a ser muy difícil porque las Fuerzas Armadas tienen una mentalidad muy fuerte, pero lo van a intentar hasta 2026.
Entre que cambia y no la situación en Brasil, habrá elecciones en otros países de Iberoamérica. ¿Qué perspectivas tienen del futuro próximo de la región?
Ocurre algo muy similar en Brasil, Chile, Perú, Colombia, que es una disputa muy acerada por la presidencia, donde siempre gana la izquierda por un 1% o 2% de margen, seguida de una caída de la popularidad muy rápida, casi que inédita. Está pasado también con Biden en Estados Unidos.
Creo que, por ejemplo, que en Argentina va a ganar alguien que no sea de izquierda. Creo que se va a quedar entre Javier Milei, que es mi preferido, o Larreta, que es el gobernador de la provincia de Buenos Aires. El actual presidente, Alberto Fernández, ni va a intentar concurrir a la reelección.
La situación de Petro en Colombia es muy mala. Luego escándalos de corrupción y ahora hablando de la utilización de los medios del Estado en favor personales. En Chile las cosas tampoco van bien. Quisieron hacer una nueva Constitución, eligieron a una Asamblea Nacional Constituyente, arrasó la derecha y la izquierda desistió de la idea de una nueva Constitución. El Partido Republicano de José Antonio Kast, está en una subida fenomenal. Será muy difícil José Antonio no sea el próximo presidente de Chile.
Con la caída de Petro en Colombia y el pronóstico cada vez peor para Lula, no va a pasar mucho tiempo hasta que la derecha vuelva a liderar Iberoamérica.
¿Cree que Gustavo Petro saldrá del poder en Colombia antes de agotar la legislatura?
Es muy posible. Se nota que la popularidad de Petro está cayendo mucho y muy rápido.Sigo de cerca la actuación de la senadora María Fernanda Cabal, que es muy crítica y firme contra los terroristas de las FARC. Tiene un liderazgo muy fuerte y se puede posicionar como alternativa presidencial. Cabal puede ser la próxima presidente de Colombia.
Las próximas elecciones generales del 23J serán a todo o nada en España e importantes para Iberoamérica. ¿Cómo las ven desde su partido? ¿Y desde la llamada “nueva derecha” en la región?
Hay una esperanza grande. Pienso en lo que ocurrió en Italia con Meloni y creo que puede pasar algo similar en España. La izquierda está decadencia y cada vez hay más espacio para partidos como VOX que se mueven por principios. Ahí está una distinción importante en el espectro de la derecha. Hay partidos como VOX con banderas claras, como la familia, la unidad de España, la reducción del tamaño del Estado. Y también hay una visión más de mercadotecnia política, que consiste en cuanto más personas haya dentro de mi partido, mejor.
Yo pienso que al final lo que importa no es si el partido tiene dinero o muchos afiliados y representantes, sino la defensa de la verdad. La mayoría de los españoles, como la mayoría de los brasileños, quieren cuidar de sus familias, creen en su derecho a la legítima defensa, apoyan el orden en las calles o rechazan esta depravación moral. Enfrente, la izquierda plantea opciones como la Agenda 2030. Cuanto más combatamos la Agenda 2030, mayor será nuestro éxito electoral.