«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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EN EL MONTAJE POR LA VICTORIA DE FELIPE GONZÁLEZ EN 1982

El PSOE reconoce la traición: no le gustan los obreros

Pedro Sánchez y Felipe González. Flicker

El PSOE reconoce, sin quererlo, su traición a los trabajadores. El cartel electoral de 1977 contrapuesto (¡por ellos mismos!) al montaje en que aparecen Sánchez, Zapatero y Felipe González sin fábricas de humos contaminantes ni sucios obreros vale más que mil ensayos explicando la España de los últimos 40 años. Es como si Sánchez hubiera pintado la versión socialista de Las Meninas autorretratándose junto a las generaciones precedentes. El resultado es un fondo new age que nos condena (mucho antes que el Foro de Davos) al «no tendrás nada y serás feliz», auténtica metáfora del paso socialista por La Moncloa.

Por eso el cambio anunciado en la Transición por quienes se decían redentores de los descamisados ha sido un truco de trileros. Una estafa que llama progreso a la transformación de un país virtuoso, trabajador, industrializado, con un 3% de paro y que miraba al futuro gracias a su alta natalidad, en un país enfrentado, subsidiado, envejecido, que desmantela la industria nacional, tiene el mayor paro juvenil de Europa y mira al pasado con rencor.

Es verdad que Alfonso Guerra atinó cuando viajó en el tiempo para contarnos que a España no la iba a conocer ni la madre que la parió, pero se olvidó de algo: del propio PSOE. Porque del partido de los trabajadores que llegó a los 202 escaños no queda nada excepto el envoltorio, como esa función que interpretan cada año en Rodiezmo, puño en alto, mientras balbucean la Internacional. 

Claro que la traición a las clases medias y trabajadoras ha sido desde el principio, por eso no se puede excluir al mito al que aún recurren quienes imploran moderación a Sánchez. El paso de Felipe González por La Moncloa no engaña. En 1996 había ejecutado casi 80 privatizaciones, entre las más sonadas, las de SEAT y ENASA, y comenzó otras parciales de empresas rentables como Endesa, Repsol, Argentaria o Telefónica. De esos primeros 14 años en el poder se extraen conclusiones que el tiempo ha corroborado: el PSOE es un amabilísimo mayordomo de multinacionales, bancos y organismos supranacionales a los que entrega soberanía a cambio de colocar después a los suyos.

Desde luego, su condición de partido izquierdista hace más efectiva la coartada al sistema, pues el eje izquierda-derecha imperante reparte los papeles que hacen posible que los socialistas hayan traicionado a los trabajadores y el PP a la nación sin que ocurra nada. Así, mientras el PSOE ha impulsado la mayor fusión bancaria de la historia de España (CaixaBank-Bankia), Aznar cedió la educación al separatismo catalán sin mayores sobresaltos.

Como las tendencias anglosajonas y europeas siempre tardan en cruzar los Pirineos, el fin de la clase trabajadora como sujeto revolucionario para la izquierda decretado en el mayo del 68 no llegó a España hasta los ochenta. La izquierda tuvo que reinventarse y posó sus ojos en la inmigración y más recientemente en la mujer, a la que mercantiliza cada 8 de marzo. En 2004 casi nadie se dio cuenta, pero cuando el Congreso aprobó por unanimidad la ley contra la violencia de género, en realidad, consagró el fin de la igualdad real entre hombres y mujeres, eliminando la presunción de inocencia del varón. La igualdad, otra antigua bandera de la izquierda, se esfumaba triturada por el feminismo.

Cartel electoral del PSOE en 1977 y el montaje creado para conmemorar el 40 aniversario de la victoria de Felipe González en 1982. La Gaceta de la Iberosfera

Esta deriva también se aprecia en el sometimiento a los dictados del cambio climático. La persecución de la energía nuclear, la prohibición del coche, el aumento de peajes en carreteras y las campañas contra la carne atacan directamente el modo de vida de millones de personas. Si además la dependencia energética ha encarecido la factura de la luz y la gasolina, ¿de verdad un obrero puede aplaudir esta agenda verde construida contra el sentido común? 

Esta hostilidad climática la sufren especialmente los trabajadores del campo. El abandono al sector primario ha provocado, entre otras cosas, el éxodo de las zonas rurales a las grandes urbes, que acumulan cada vez más población. Por ejemplo, la Comunidad de Madrid tiene la misma población que Castilla y León, Extremadura, Castilla-La Mancha y Aragón juntas. Y eso que la superficie de Madrid es de apenas 8.030 km² mientras que la suma del resto es de 263.044 km². Es decir, Madrid concentra 827 habitantes por kilómetro cuadrado frente a los 25 de Castilla y León. Otra evidente desigualdad entre españoles inexistente para el PSOE.

Hay más. Quizá la mayor sea la eliminación del ascensor social a través de los planes educativos. Los postulados progres han destruido la autoridad, el esfuerzo y la meritocracia sin apenas resistencia. El último hito de la ley Celaá es la imposición del aprobado general, negación del esfuerzo y castigo perpetuo para los alumnos de familias más humildes, pues igualando a todos en la mediocridad se elimina la única herramienta que los pobres tienen para prosperar.

En definitiva, el PSOE lo abarca todo. Es el sistema y la destrucción del mismo, parasita como nadie la foto de la Transición mientras aprueba leyes de memoria histórica que refutan aquellos mismos años, se viste de obrero pero es el gran responsable de la desindustrialización que sindicatos y patronal permiten mientras disimulan pelear entre ellos. Un chiste, por cierto, como el de ese otro cartel de 1979 que presumía de los 100 años de honradez.

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