Maria Comín es hermana del cesado y huido conseller de Salut, Antoni Comín. Ambos vienen de una familia izquierdista. María define el procés como una «contrarrevolución burguesa» apoyada en sectores rurales que «no cuestiona lo estructura capitalista ni la correlación de clases en Cataluña».
Viene de una familia comunista que combatió al franquismo en la clandestinidad. Es hija de Alfons Carles Comín i Ros, ingeniero, periodista, sociólogo y uno de los referentes del eurocomunismo durante la Transición. En 1980 fue elegido diputado en la I Legislatura del Parlamento de Cataluña por el PSUC, aunque murió antes de poder tomar posesión del escaño.
En una entrevista en El Triangle, su hija, la historiadora Maria Comín, describe el procés en el que se embarcó su hermano como una operación de las clases burguesas «que se han apropiado de Cataluña porque lo necesitan tapar sus equivocaciones, los recortes y la corrupción; se suman al carro del independentismo, lo convierten en bandera y arrastran estos sectores descontentos, en una situación de crisis económica y social y unas clases medianas que se han visto amenazadas».
¿Cómo y por qué empezó todo?
Al contrario que la opinión general, que atribuye al recorte del Estatut el inicio de proceso de secesión, Maria Comín sitúa la génesis en la «desmembración de Convergència» y la corrupción de la familia Pujol y de los gobiernos convergentes. Esto es, la crisis como elemento de activación del nacionalismo.
Es en el momento más agudo de la crisis y ante una más que posible hegemonía de las fuerzas de la izquierda que «la derecha del 3% en Cataluña se rearma y se lanza al independentismo como una forma de ser hegemónica». Comín recuerda a Josep Rull, que confesó públicamente que tenían que hacer un frente nacionalista, porque si no les arrebatarían la Generalitat.
«Con la cuestión del tricentenario de Carod-Rovira ya se empieza a poner fecha fija a la independencia. Y a Mas también le interesaba porque tenía mucha prisa por tirar por los suelos la corrupción. También pasa que cuando ya se ha puesto en marcha, no saben como pararlo».
Lamenta que, consecuencia de toda la operación quedará, sobre todo, «una fractura en Cataluña, una cosa muy preocupante». Y reconoce que ella misma y su entorno está viviendo la fractura social. «No conozco ni una sola familia que no esté dividida«, lamenta.
«Una contrarrevolución burguesa»
«La burguesía que está en el poder busca alianzas con las clases medianas y el pueblo y hace ver que esto es una revolución. Exactamente lo contrario de lo que realmente es: una contrarevolución burguesa o, como mucho, una revuelta, en la cual adquieren protagonismo sectores no metropolitanos, aliados con la burguesía. Cosa que refuerza la ley electoral, que hace que el territorio rural esté sobrerepresentado», explica la historiadora.
El triste papel de la izquierda
«El izquierdismo cuando ve a la gente en la calle piensa que hay que estar, sin analizar quién son y por qué lo hacen. La historia nos enseña que no siempre son revolucionarios los movimientos de masas. Además, el sesgo de la izquierda del proceso hace que se piense que tal vez tienen razón o que no nos podemos quedar fuera de un posible cambio social, que sólo se produce cuando hay una ruptura estructural». Sin embargo, para Maria Comín el procés no ha tenido nada que ver con un cambio social. ¿La razón? «No cuestiona lo estructura capitalista ni la correlación de clases en Cataluña». Denuncia que haya gente de izquierdas que piensen que pueden arrebatar al nacionalismo la hegemonía del proceso y otras fuerzas de izquierda que «sólo piensan en aritmética electoral (por el deseo de ocupar el lugar del PSOE a escala estatal) y por eso buscan alianzas con fuerzas que solamente aspiran a independizarse de España».
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