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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Una lección de Historia al alcalde cristianófobo de Callosa de Segura

El catedrático de la Universidad de Sevilla José Martín Ostos censura «la fechoría cometida con la cruz (…) al amparo de la sectaria Ley de Memoria Histórica».


El catedrático de la Universidad de Sevilla José Martín Ostos ha escrito una columna en la Tribuna de Cartagena en la que narra la historia de parte de los callosinos 81 asesinados por el Frente Popular y cuya Cruz en su recuerdo y memoria ha retirado el Ayuntamiento -liderado por el socialista Fran Maciá con el apoyo de Podemos e Izquierda Unida-.
Cuenta como fueron asesinados, señala que «la fechoría cometida con la cruz de esta localidad es una más en la larga y abusiva serie de demoliciones llevadas a cabo, con el amparo de la sectaria Ley de Memoria Histórica» y pone en valor «la firme lucha llevada a cabo por los familiares, junto con la solidaridad de muchas personas de bien». «La gesta de los héroes de Callosa de Segura (…) no caerá en el olvido. Por supuesto, tampoco la cruz desaparecerá del mundo», señala.
Por su interés, le reproducimos la columna completa:
En julio de 1936, José Antonio -basta la mención de su nombre para identificarlo, lo que en la historia no sucede con cualquiera- se encontraba preso en Alicante. El día 18 de ese mes, un grupo de aproximadamente cuarenta de sus partidarios de Callosa de Segura, junto con otros de localidades próximas, se concentró con objeto de trasladarse a la capital y liberar a su dirigente nacional.
La edad de los miembros oscilaba entre los 16 y los 40 años, predominando los jóvenes; unos eran casados. De profesión los había barbero, mecánico, chófer, espadador, albañiles y pequeños labradores, además de un maestro; pero, la mayor parte estaba compuesta por jornaleros. Armados de varias escopetas viejas, diversos revólveres y pistolas, más un hacha y una navaja, después de mil peripecias propias de una novela de aventuras, el día 19 fueron interceptados, atacados con ametralladoras y detenidos. Pocos lograron huir.
Acabaron recluidos en el Reformatorio de Adultos. De allí salieron, en septiembre del mismo año, para ser juzgados por un Tribunal Popular formado por representantes de los partidos que conformaban el Frente Popular. Por unanimidad, el 11 de septiembre se acordó su condena a muerte; al día siguiente (apaleados por los presos comunes, en presencia de los funcionarios) fueron conducidos al cementerio alicantino y ejecutados, sin el previo enterado del gobierno y sin haberse despedido de sus familias.
Al leer las crónicas del juicio y los relatos de aquellos días, se conoce el admirable comportamiento de esas docenas de jóvenes que soportaron estoicamente muchas privaciones, malos tratos e, incluso, la muerte ante un pelotón de fusilamiento, para finalmente ser arrojados sus cuerpos a la fosa común. Todos mantuvieron hasta el final la firmeza de sus convicciones políticas y el arraigo de sus creencias religiosas.
Aproximadamente dos meses después, su jefe nacional, el hombre que renunció a tantos lujos y privilegios que le ofrecía la vida, para dedicarla sin desmayo al bien de sus compatriotas, le siguió en el martirio.
Más tarde, terminada la triste contienda nacional, se erigió una cruz junto a la fachada de la iglesia del pueblo, en la que, junto a sus nombres, se recogían los de decenas y decenas de personas que también fueron asesinadas en el pueblo.
Ahí ha permanecido el recuerdo en piedra hasta que, en fecha reciente, con nocturnidad y alevosía, la autoridad municipal ha ordenado su demolición. De nada ha servido la permanente resistencia de gran parte de los habitantes de Callosa del Segura, así como las medidas cautelares de carácter urgente que acordó la Sección Primera de la Sala de lo Contencioso-administrativo del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana para evitar una situación de hechos consumados.
La fechoría cometida con la cruz de esta localidad es una más en la larga y abusiva serie de demoliciones llevadas a cabo, con el amparo de la sectaria Ley de Memoria Histórica. A la vez que se persigue suprimir todo vestigio o recuerdo de planteamientos políticos distintos, obsesivamente se aprovecha para borrar cualquier signo que pueda aludir al cristianismo.
Sin embargo, fenómeno que comienza a manifestarse cada vez más, este lamentable hecho no ha pasado desapercibido para los españoles. La firme lucha llevada a cabo por los familiares de aquellos jóvenes, junto con la solidaridad de muchas personas de bien, ha desencadenado una imparable campaña en muchos medios de comunicación y redes sociales.
La gesta de los héroes de Callosa de Segura, a pesar del tiempo transcurrido y del comportamiento ruin y mezquino de los responsables de su Ayuntamiento, no caerá en el olvido. Por supuesto, tampoco la cruz desaparecerá del mundo.
 
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