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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Cuando Bruselas se rindió al islamismo: ‘Lo de Barcelona volverá a pasar’

 

Las palabras del coordinador antiterrorista de la UE, en las que admite que es «imposible» controlar a los radicales, resumen a la perfección las políticas fallidas de Bruselas ante el islamismo.

«Lo de Barcelona volverá a ocurrir, hay 50.000 radicales en Europa». La entrevista de El Mundo a Gilles de Kerchove, coordinador europeo de la lucha contra el terrorismo, evidencia la incapacidad de Bruselas para controlar la amenaza que se cierne sobre el Viejo Continente. Aunque el titular resulta llamativo, el discurso es muy antiguo y conjuga con las palabras pronunciadas por el alcalde de Londres, Sadiq Khan, en las que pedía a los ciudadanos que «se acostumbraran al terrorismo».

Aunque la Unión Europea no cuenta con cifras concretas de radicales -básicamente porque no dispone de los medios necesarios para realizar esta labor-, De Kerchove cree que no es complicado hacer un cálculo aproximado: «Reino Unido -no es un secreto, se ha publicado- tiene 20.000. Francia, 17.000. España muchos menos, pero más de 5.000, supongo. En Bélgica casi 500 se han ido a Siria y hay unos 2.000 radicales o más. No me aventuraría a dar una cifra concreta, pero decenas de miles, más de 50.000».

«Vamos a sufrir más ataques. La mayoría, salvo Bruselas y París, no fueron dirigidos desde Raqqa, sino inspirados, por decirlo así. La propaganda de la organización ya no pide tanto a la gente que vaya al califato, sino que ataque en sus lugares de origen o de residencia, incluso a pequeña escala», señala De Kerchove, que sorprendentemente considera que esto supone «una pequeña victoria en una historia triste».

Con respecto al adoctrinamiento que se lleva a cabo en las mezquitas, De Kerchove asegura que ser radical «no es ningún delito». «Ser ortodoxo, agresivo hacia Occidente en la retórica, no es un crimen», afirma sin reparos.

‘Hay que comenzar con las deportaciones’

Las palabras del coordinador contra el terrorismo de la UE chocan con las pronunciadas por Richard Kemp, jefe del Equipo Cobra de Reino Unido. El líder británico contra el terrorismo apostó por comenzar con las «deportaciones administrativas» ante la incapacidad de controlar las células terroristas.

«Lo primero que deben hacer los gobiernos occidentales es reconocer la naturaleza y el alcance de las amenazas. La Unión Europea y su propia estructura han puesto en marcha una política de negación que impide reconocer al enemigo. Nosotros somos cómplices de que estos problemas cobren hoy vigencia, porque hemos permitido un flujo constante de inmigración de países donde el yihadismo se encuentra muy arraigado», explicó.

Kemp mantuvo que los estados deben tomar decisiones en tres campos de acción determinados: «Hay que evitar que el problema siga creciendo y para ello hace falta cerrar la puerta de entrada a aquellas personas relacionadas con grupos yihadistas, especialmente a las que proceden de zonas de conflicto en Oriente Medio. Además, la política de deportaciones debe cambiar y agilizarse para que los gobiernos puedan llevar a cabo expulsiones administrativas. Por último, las detenciones administrativas deben ser legisladas para los casos de personas que, siendo ciudadanas del país, ponen en riesgo la seguridad de los habitantes del mismo», aseveró.

Semilleros islamistas

Generaciones completas de europeos han vivido bajo el paraguas de la UE. La creación del espacio comunitario ha sido siempre uno de los grandes logros esgrimidos desde Bruselas, hasta que sus numerosas fallas se convirtieron en evidentes a ojos de la opinión pública. El espacio Schengen, que elimina los controles en los pasos fronterizos, retiró una competencia clave del Estado y permitió la entrada de centenares de terroristas procedentes de Siria e Irak y listos para atentar.

La llegada de islamistas acrecentó un fenómeno que se lleva gestando durante años gracias a la connivencia de las autoridades: la creación de barrios donde los imanes radicales han tomado el poder, la sharia se ha ido implantando y las Fuerzas de Seguridad tienen restringida la entrada. París, Londres o Bruselas son algunos de los ejemplos más evidentes.

Los ciudadanos, que sí se posicionaron en contra de estas zonas y denunciaron lo que allí ocurría, ahora guardan silencio. Sin ir más lejos, los terroristas de París y Bruselas habían residido y habían sido radicalizados en Molenbeek, el barrio islámico más famoso de Europa y en el que son los propios vecinos los que aseguran que están dispuestos a vivir bajo la sharia.

Los últimos ataques en Reino Unido han sido perpetrados por terroristas procedentes de zonas deprimidas del país y barrios musulmanes en los que imanes radicales se han hecho con el control. Hace unos meses, el Servicio de Seguridad (MI5) ya se declaró “incapaz” de controlar a las decenas de células terroristas activas en el país, pero la amenaza ha ido en aumento. Según una información del periódico The Times, 23.000 islamistas han sido identificados por los Servicios de Inteligencia como posibles terroristas, pero sólo 3.000 son vigilados a diario.

Cabe recordar que los autores de las masacres en Londres y Manchester estaban en el primer fichero, pero los responsables del MI5 consideraron que no representaban suficiente amenaza. En el caso de Salman Abedi el despropósito fue aún mayor, pues las autoridades británicas conocían sus viajes a Siria para entrar en contacto con miembros del Estado Islámico.

La reacción de la opinión pública fue tibia y los grandes medios, que tan raudos acuden a denunciar otro tipo de situaciones, han guardado un conveniente silencio ante la imposibilidad de los países europeos de controlar la situación. El temor a ser tachado de islamófobo hace que -una vez más- muchos callen en un momento crucial para el futuro de Europa.

Ya ocurrió en Suecia durante la oleada de abusos y agresiones. El testimonio de una joven sueca, que aceptó hablar para el Daily Mail, muestra lo que las autoridades del país han tratado de ocultar. “Vivo muy cerca de la ‘no-go zone’ y cada vez que vuelvo del trabajo tengo que evitar a grupos de delincuentes que tratan de robarme”, explicó Lucy, que siempre porta un aerosol de seguridad por “miedo a sufrir” abusos sexuales.

En el mes de febrero, coincidiendo con los disturbios, un grupo de delincuentes asaltaron su vivienda y robaron todas sus pertenencias, incluido su vehículo. Cuando llamó a la Policía, la respuesta fue sincera: “Estamos desbordados, no tenemos efectivos para atender tu petición”.

“No quiero que los medios saquen mi fotografía, no quiero que me conozcan. Después podrían acusarme de racista y eso me produce pánico”, explicó Lucy, que cree que las autoridades han hecho “todo” por silenciar los delitos de los recién llegados.

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‘Es imposible controlar a 23.000 yihadistas. Hay que comenzar las deportaciones’

 

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