«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Se trata de ofrecer alternativas viables para proteger la vida del no nacido

El modelo provida húngaro marca el camino y perturba a los abortistas

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán. Christoph Soeder/dpa

La reciente polémica por el hincapié de García-Gallardo en Castilla y León para que la mujer embarazada tenga acceso a toda la información posible antes de abortar ha mostrado la verdadera cara de la izquierda hegemónica en España. Titulares manipulados, debates sobre una propuesta inexistente, proclamas propagandísticas y un largo etcétera sirven para comprender a qué nos enfrentamos y cuál es una de sus líneas rojas.

Lo primero es justo remarcarlo: no es una medida antiaborto. Con esto quiero decir que no sirve para eliminar o reducir los actuales plazos para abortar, ni siquiera afecta al procedimiento quirúrgico vigente. A lo que sí afecta es a la posibilidad de pensar de la mujer que hoy en día se busca minimizar al máximo posible entre falsos eslóganes feministas y determinados intereses económicos. Nadie dice que esta decisión se tome a la ligera –excepto por algunas según podemos ver en ciertos vídeos de TikToks y otras redes sociales–. Es más, sabemos que no es una decisión fácil y que, por mucho que lo nieguen, los riesgos son mucho mayores de lo que aseguran. Determinadas píldoras abortivas pueden producir hemorragias fatales y determinadas intervenciones pueden producir desgarros de órganos que afectarán a la fertilidad de manera permanente. No se pueden dejar de lado los efectos psicológicos.

Sobre lo segundo, muchos han argumentado que esa información ya se ofrece, sea o no bajo petición de la mujer. ¿Entonces qué es lo que molesta? ¿Qué es lo que les perturba? ¿Acaso resaltar un procedimiento que ya existía pero que quizás no se conocía no es de su agrado? ¿O quizás el hecho de que se pueda –o deba– ofrecer de manera obligatoria por el médico aun respetando la opción que escoja la mujer más adelante? Ambas situaciones llevan a pensar que lo que se quiere evitar es la duda –o dudar algo más de lo que permiten las abortistas–. Por si esto fuera poco, cabe recordar que Irene Montero quiere eliminar la objeción de conciencia para los médicos ante el aborto. Es decir, ellos se verán obligados a practicar abortos pero no se les puede obligar a ofrecer una simple ecografía 4D o de latido fetal. ¿Es que nadie ve la incoherencia en esto? Y repito que no se está haciendo campaña para atentar contra abortorios o para meter a las mujeres que aborten en la cárcel. Tan solo estamos hablando de una prueba médica y ya se han puesto así. Imagínense lo que queda por recorrer.

Medidas para ayudar a la natalidad

La cuestión principal de este artículo es, por tanto, demostrar que no hace falta ir contra las políticas abortistas para reducir el aborto. No hace falta ni mencionarlo siquiera. De lo que se trata (y lo saben, por eso se oponen) es de ofrecer alternativas viables no invasivas –ni psicológicas ni físicas– para que la mujer (y también el hombre, que el hijo es igualmente suyo) puedan proteger la vida del no nacido y recibir unas ayudas que actualmente no existen para favorecer la natalidad de los españoles. El ejemplo a seguir en esto es Hungría.

No hacen falta medidas extraordinarias, ni radicales. Algo tan sencillo como favorecer económicamente a los matrimonios jóvenes con un préstamo de hasta 30.000 euros que no se devuelve a partir del segundo hijo, la eliminación del IRPF para la mujer a partir del tercero o la condonación de deuda estudiantil para mujeres que hayan sido madres durante la carrera antes de pasar al último ciclo no pueden llamarse medidas de «ultraderecha». Estas son las verdaderas políticas feministas y no las actuales del Ministerio de Igualdad, entre otras.

Entre 2010 y 2015 se consiguió en Hungría reducir el aborto en un 23%, lo que supuso más de 9.000 vidas salvadas. Quizás no parezcan muchas comparadas con los 100.000 abortos anuales en nuestro país pero, si consideramos que Hungría tiene una población levemente superior a Cataluña o Andalucía, la percepción cambia considerablemente. 

Si hablamos de matrimonios, los números no han parado de crecer y eso es una buena noticia para la estabilidad del país. ¿Estoy diciendo que no se pueden tener hijos fuera del matrimonio? No. ¿Estoy diciendo que un matrimonio estabiliza una relación de forma general y que ayuda a que los niños crezcan en un ambiente deseable para su correcto desarrollo? Sí. ¿Acaso no hay matrimonios que han fracasado y que casarse no siempre indica estabilidad? También. Pero lo importante es entender que los matrimonios forman núcleos familiares necesarios para que en una sociedad crezca con raíces fuertes. Los ataques a la familia sólo se entienden en este sentido. No hay nada más primario en cuanto a protección se refiere que una familia. Algunos quieren que la familia sea el Estado, pero para los demás, no para ellos.

Ahora, si vemos el ratio de nacimientos en los últimos 50 años, este no ha parado de bajar. Coincide con la tendencia general de Occidente. La esperanza de vida también ha mejorado en estos últimos años, y eso también ayuda a formar familias porque genera la sensación de que se están tomando las decisiones correctas a nivel político y económico. Según el Banco Mundial, es los últimos 10 años ha crecido la natalidad en 0,4 puntos por mujer, pasando de 1,2 a 1,6. Sigue estando 0,5 puntos por debajo de lo necesario para la renovación generacional como apunté en un artículo anterior, pero sin duda muestra que las medidas aplicadas funcionan y que se puede revertir hasta cierto punto el invierno demográfico que asola Europa. España tiene 1,2 contando la inmigración masiva.

Este último punto es muy importante. Dijeron que gracias a la inmigración masiva podríamos recuperar la natalidad que hemos perdido, que vendrían a pagarnos las pensiones… aunque todo esto ya hemos visto que es falso. Pura propaganda para vendernos algo inaceptable hace pocos años. ¿Es esto un alegato antiimigración? No. ¿Entonces podemos recuperarnos en cuanto a natalidad se refiere por nosotros mismos? Sí.

Las políticas húngaras conservadoras han desmontado dos mitos: el mito de que la natalidad es irrecuperable por nosotros mismos y el de la inmigración masiva para que tengan los hijos que no podemos tener. Todo el castillo de naipes de la izquierda se viene abajo con tan solo estas propuestas. Todos sus dogmas se desvanecen. ¿Quizás sea por esto por lo que se ponen tan nerviosos ante cualquier atisbo de algo semejante en España? Creo que es obvio, y eso que solo acabamos de empezar.

No hace falta tocar el aborto –por ahora–. ¿Que muchas mujeres abortan por motivos económicos? Veamos cómo ayudarlas. ¿Que no pueden compatibilizar la maternidad con estudiar? Veamos cómo ayudarlas. Nadie está odiando a las mujeres por defender esto. Sólo cabe este razonamiento en una mente enferma o envenenada de odio. Eso sí, estas medidas pueden y deben restringirse para las nacionales porque, si no, otros problemas se verían agravados. Esto es de pura lógica, aunque algunos verán racismo. Y no sólo esto. Debe ir acompañado de un cambio de mentalidad general, de entender la maternidad como una bendición y no como un castigo, de acabar con el odio entre hombres y mujeres explotado políticamente, de animar y construir de nuevo una sociedad armónica que entienda que la labor diaria de cada uno bien realizada ayuda al conjunto de la nación, de una educación revitalizada basada en la meritocracia y en la búsqueda de la excelencia… Hungría ha demostrado que se puede. Tan sólo es ponerse a caminar.

+ en
Fondo newsletter