Será porque ya está todo el pescado vendido o porque teniendo a gente como Ursula von der Leyen o Pedro Sánchez a los mandos ya todo va solo, pero la noticia de que la Open Society Foundation (OSF) de Soros, ahora en manos de su hijo Alexander, va a cerrar la mayor parte de sus operaciones en Europa es un alivio.
La fundación —25.000 millones de dólares— a través de la cual el financiero internacional influye en la política de medio mundo lleva más de una década promocionando activamente y con éxito la llegada de millones de presuntos «refugiados» del Tercer Mundo a Europa, con lo que quizá hayan colgado el cartel de «misión cumplida». En cualquier caso, la decisión se produce después de que la OSF anunciara una reducción de personal de al menos el 40%.
La OSF dice que su nuevo modelo operativo —un «cambio radical de dirección estratégica»— exige una «reestructuración adicional significativa» y «cerrar todos los programas regionales y globales», según una carta enviada a sus socios en Hungría.
«En última instancia, la nueva dirección estratégica aprobada prevé la retirada y terminación de gran parte de nuestro trabajo actual dentro de la Unión Europea, cambiando nuestro enfoque y asignación de recursos a otras partes del mundo», dice el mensaje, que cita otra nota enviada al personal de la sede de la OSF en Berlín.
«La OSF terminará en gran medida la financiación dentro de la Unión Europea, y la financiación adicional será extremadamente limitada», se lee, sin dar más detalles, excepto para decir que la organización está cambiando de enfoque porque «las instituciones y los gobiernos de la UE ya estaban asignando recursos significativos a los derechos humanos, la libertad y el pluralismo» dentro del bloque. Es decir, porque ya están perfectamente «sorosizadas».
En la UE, cuenta la revista Bloomberg con entusiasmo, la OSF financió una amplia gama de programas filantrópicos en los antiguos miembros comunistas orientales del bloque, incluidos Hungría, Polonia, Eslovaquia, Rumania, República Checa, Bulgaria y otros lugares. Entre ellas figuraban iniciativas encaminadas a «fortalecer la democracia, promover los derechos humanos y aliviar la pobreza» y la discriminación a que se enfrentaba la minoría romaní. También financia proyectos en países europeos no pertenecientes a la UE, como los Balcanes y más allá de Asia Central.
La organización estableció su sede europea en Budapest hasta 2018, cuando se mudó a Berlín después de una campaña de años contra Soros y los valores liberales de la OSF por parte del Gobierno del primer ministro Viktor Orbán. También cuenta con oficinas en Barcelona, Bruselas y Bélgica. En las últimas tres décadas, la OSF ha gastado más de 19.000 millones en varios proyectos, incluidos 209 millones en 2021 para proyectos en Europa y la región de Asia central.