«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
enésima ofensiva del terrorismo islámico en suelo europeo

Radiografía de Abdesalem L, el terrorista de Bruselas: tunecino, con orden de expulsión y vigilado por los servicios de inteligencia

Abdesalem L, el terrorista de Bruselas.

Europa vuelve a sufrir un atentado terrorista en sus calles. En la tarde del lunes, un islamista armado con un kalashnikov abrió fuego en una céntrica calle de Bruselas y asesinó a dos personas que se habían refugiado en el interior de las oficinas bancarias del Fondo Flamenco. Tras conseguir darse a la fuga, el terrorista ha sido abatido en las cercanías de su domicilio en el barrio de Schaerbeek.

El ataque en Bruselas se trata de la enésima ofensiva del terrorismo islámico en suelo europeo y la segunda en apenas una semana tras el asesinato de un profesor en Arras (Francia). Tras cometer el atentado, el islamista compartió en sus redes sociales dos publicaciones en las que afirmaba ser miembro del Estado Islámico y asegura que su ataque era una «venganza».

Abdesalem L., como se llama el terrorista, era un tunecino de 45 años que se encontraba de forma ilegal en Bélgica. En el año 2019, presentó una solicitud de asilo que fue rechazada a los pocos meses. Desde entonces vivía al margen de la ley y fuera del radar de las autoridades, que justifican así que no se llevara a cabo la orden de expulsión emitida en el año 2021.

«Nunca ha pernoctado en un centro de asilo de Fedasil. Nunca había sido detenido por la Policía y presentado a la oficina de extranjeros para permitir la devolución» a Túnez, afirmó Nicole de Moor, secretaria de Estado de Inmigración.

Los servicios de inteligencia vigilaban sus pasos. El ministro de Justicia, Vincente Van Quickenborne, aseguró a los medios que «la policía le conocía por trata de personas, residencia ilegal y poner en peligro la seguridad del Estado». No obstante, las autoridades belgas ya habían sido informadas en el año 2016 del perfil radical de Abdesalem L. y de su intención de unirse a algún tipo de movimiento yihadista. El titular de Justicia belga también admitió que Abdesalem L. estaba fichado en Túnez por delitos comunes.

Apenas unas horas antes del ataque, los medios belgas informaron de las dificultades del Gobierno y las autoridades belgas para contener a las células islamistas que operan en el país. Tras el ataque terrorista de Hamás sobre Israel y la llamada de los terroristas islámicos palestinos a atentar en cualquier ciudad del mundo, las alarmas se habían disparado en Bruselas.

La Seguridad del Estado había solicitado apoyo a los servicios de inteligencia para vigilar a más de 600 islamistas monitoreados en el país. «La lucha contra las mafias de la droga y las organizaciones criminales, que era su prioridad en los últimos meses, ha pasado a un segundo plano. El extremismo se ha convertido en la prioridad número uno», apuntó una fuente a Sudinfo.

Un sistema con múltiples fallos

El 7 de enero de 2015, una célula yihadista irrumpió en las oficinas del semanario Charlie Hebdo y asesinó a doce personas al grito de Alá es grande. Comenzaba así una oleada de atentados terroristas en suelo europeo, con epicentro en la noche del 13 de noviembre del mismo año en París, que no se ha detenido hasta la fecha.

Si algo demostraron esos ataques es que los países europeos no estaban preparados para la amenaza que les tocaba enfrentar. La incapacidad de los servicios de inteligencia para controlar a los islamistas, las políticas de fronteras abiertas, los mecanismos de expulsión de ilegales y la imposición de sociedades multiculturales a nivel institucional fueron los grandes señalados. Ocho años después, y a la luz de los acontecimientos, no se ha solucionado nada.

Abdesalem L. es un retrato clarificador de la situación en la que se encuentra Europa. El terrorista estaba fichado por los servicios de inteligencia de Bélgica, había entrado al país de manera irregular y no se había cumplido con su orden de expulsión. La red legal y policial que debería proteger a los ciudadanos europeos volvía a fallar.

No se esperan grandes reacciones de parte de los grandes líderes de las naciones europeas. No reaccionaron de forma efectiva en 2015, ni parecen dispuestos a hacerlo ahora. Declaraciones tibias y medidas sin efectos reales, sin ir a la raíz del problema al que se enfrenta el viejo continente.

Hoy los atentados islamistas no copan las grandes portadas, las grandes movilizaciones han quedado atrás y el goteo de crímenes pasa de puntillas por los medios de comunicación. Partidos políticos y sus satélites mediáticos trabajan abiertamente para que los europeos normalicen la barbarie y aprendan a convivir con este tipo de ataques. En palabras del alcalde de Londres, Sadiq Khan: «Los europeos se acostumbrarán a los ataques islamistas porque es algo inevitable en las grandes ciudades».

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