«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Fue el presidente más exitoso del país

El Papa Francisco impulsa la leyenda negra contra el expresidente Julio Argentino Roca

El Papa Francisco impulsa la leyenda negra contra el expresidente Julio Argentino Roca
El Papa Francisco. Europa Press.

Las leyendas negras son las armas del marketing político más antiguas que existen. Su construcción no es azarosa ni ingenua, sino que surge de un proceso de dialectización, mayormente entre culturas, y se utilizan en la lucha por el dominio del relato fundacional de una sociedad. Las leyendas negras son mitos y como tales se trata de narraciones situadas en el plano fantástico, protagonizadas por personajes de carácter ilusorio, pudiendo ser sobrehumanos o subhumanos. A diferencia de los mitos tradicionales en los que abundan los héroes, en las leyendas negras abundan los antihéroes pero estos no se complementan con héroes sino con víctimas. En efecto, las leyendas negras constituyen un tipo especial de mitología política protagonizado por oprimidos y opresores (suena familiar, ¿verdad?) en donde los protagonistas son seres monstruosos y grotescos diseñados con el fin de evitar cualquier análisis serio en torno a su figura y de esta forma convalidar una conciencia social emocional.

Por ejemplo, el Papa Francisco acaba de decir, durante la conferencia en la Conmemoración de los diez años del primer encuentro de los Movimientos Populares en el Vaticano, acerca de Julio Argentino Roca, uno de los próceres de la historia argentina: «Que nadie nos robe la memoria histórica y el sentido de pertenencia a un pueblo. Aun la memoria histórica de las cosas salvajes. Nosotros los argentinos, que tenemos solo 600.000 aborígenes sobre 46 millones de gente, (sic) acordémonos de Roca que les cortó la cabeza a todos los aborígenes, una cosa vergonzosa. Memoria histórica total».

El Papa Francisco no es una persona común, es el obispo de Roma, cabeza del Colegio Episcopal y pastor de la Iglesia católica, patriarca de Occidente, sumo pontífice y una decena de títulos más; además de soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano. También es un señor llamado Jorge Mario Bergoglio, conspicuo soldado del peronismo. Hablamos de la formación política que marcó a fuego el destino de Argentina. El peronismo es un proyecto de poder, se amolda a las ideologías de cada época para sobrevivir y es por eso que se puede encontrar un peronismo para cada gusto a lo largo de su historia.

Particularmente el peronismo en el que se desenvolvió Bergoglio era filosóficamente parte de las luchas políticas de la Guerra Fría, del lado de los que «combatían al capital», para que se entienda. Como si se tratara de un adolescente que hubiera sido congelado en los años 60, Bergoglio sigue abrazado a la farsa sesentayochista de «Las venas abiertas de América Latina«. No interesa cuánto se haya demostrado sobre lo falso y asesino que resultó este pensamiento; el actual Papa sigue soñando con que baja, cada mañana, de Sierra Maestra. Por eso es tan feliz cuando se rodea de horrendos dictadores comunistas y por eso procura infectar sistemáticamente su prédica de las consignas que sumieron a países como Cuba en la miseria asesina desde la época en la que el Sumo Pontífice quedó congelado.

Casualmente de aquellos años data el auge y la expansión de muchas leyendas negras creadas alrededor de la historia de occidente, de sus protagonistas y de su cultura. Leyendas negras que se anabolizaron en las universidades, en todas las expresiones artísticas y también en los seminarios. Bergoglio y su rancia pero no por ellos menos emponzoñada cosmogonía, consigue la jerarquía máxima de la religión formativa de la cultura occidental, justamente en la época en la que comienza a suicidarse occidente. El actual Papa Francisco no ha dejado de predicar los ítems del ataque a occidente desde que comenzó su papado, y entre ellos se destaca la deriva interseccional indigenista que es fundacional de la Leyenda Negra sobre el descubrimiento de América.

De esos polvos surge el lodo en el que pretendió embarrar al dos veces presidente argentino Julio Argentino Roca. Roca es el presidente más exitoso del país, medido con cualquier índice, y por tanto es el más odiado por quienes detestan el mérito, el crecimiento económico, científico y civilizatorio. En efecto: el peronismo y la izquierda odian a Roca.

Es prerrogativa de cualquier persona pensar sobre un político lo que le plazca, también es un derecho mentir con descaro, aunque no deja de ser un ejercicio de mala fe agravado según la caja de resonancia del mentiroso. Lo que el Papa Francisco dijo sobre Roca es mentira y es parte de la leyenda negra sobre la Conquista del desierto, relato tan ridículo y artero como fácilmente desmontable. Aunque personas con la ideología de Bergoglio son inmunes a los números y a los datos, vale la pena para el resto de la gente hacer una muy breve aclaración:

Roca puso fin a la mayor tragedia que asolaba a los argentinos de la época: el «malón». Se trataba de un azote asesino que se especializaba en comerciar lo pirateado de las propiedades rurales y ciudades. Cuando decimos pirateado nos referimos a ganado, a todo lo robable y sobre todo a mujeres y niños. El “malón” era el sistema de trata de personas más extendido y brutal que conoció la región y por tanto era un drama social dado que se trataba de la comercialización organizada de esclavas. La  Campaña del Desierto fue, en consecuencia, una campaña de defensa de la población. La magnitud de la amenaza y el terror en el cual vivían las poblaciones era brutal. Los malones a veces realizaban ataques aislados y a veces ataques grandes, planeados y dirigidos a asesinar y robar pueblos y ciudades. Por ejemplo, en el malón de 1875 a Azul y Tandil, participaron entre 3.500 a 5.000 combatientes. Para entender la magnitud del ejército que constituía el malón basta compararlo con el Ejército de los Andes que contaba con 3778 soldados.

Siendo Roca Ministro de Guerra, el Congreso Nacional en 1878 le ordena la Segunda Campaña del desierto. Roca llevó en la expedición a un nutrido grupo de periodistas, médicos y científicos que fueron controladores independientes de sus acciones y aval de estos datos. La delegación científica tenía como propósito estudiar la flora, la fauna y las condiciones del suelo. La otra novedad avanzada para la época es la presencia de un cuerpo de enfermeros y auxiliares dedicados a los prisioneros y a los no combatientes que los acompañaban, que fueron vacunados y remitidos a diversos hospitales de Buenos Aires. Las formas de la guerra fueron excepcionales para la época, por eso es demencial trazar un paralelo anacrónico con las normas de la guerra actual. Mucho más grave aún es decir que Roca «cortó las cabezas a todos los aborígenes». Quien miente con tanta desfachatez y falta de vergüenza… ¿Qué otras barbaridades, mentiras y falsificaciones habrá desparramado a lo largo de su papado?

De acuerdo con la Memoria del Departamento de Guerra y Marina de 1879, en base a datos y documentos cotejados con material periodístico y científico de los participantes no militares de la expedición, en la Campaña del Desierto, se tomaron prisioneros cinco «caciques principales», uno fue muerto (Baigorrita), hubo 1.271 «indios de lanza» prisioneros, 1.313 «indios de lanza» muertos, 10.513 «indios de chusma» (no combatientes) prisioneros y 1.049 «indios de chusma» reducidos. Por cada indio muerto Roca entregó al Gobierno Nacional casi nueve prisioneros. Los 1.313 muertos de la Campaña de Roca significan el 2,6% de los muertos en conflictos indígenas desde los inicios en 1828. Debido al accionar de los malones, en ese período murieron 35.000 criollos sin sumar las jóvenes y niñas tomadas cautivas, violadas, torturadas y esclavizadas; lo que haría ascender la cifra a más de 50000 personas víctimas de «el malón». La historia argentina está llena ataques de malones en los siglos XVIII y XIX, hasta la exitosa campaña de Roca. En otra Campaña del Desierto, la de Juan Manuel de Rosas (Bergoglio omite, habrá que preguntarle por qué razones, hablar sobre esta anterior campaña) murieron más del doble de miembros del malón y la relación de muertos vs. prisioneros fue 24 veces más alta.

Roca y los soldados de su Campaña (ciudadanos mestizos como todos los que habitamos este continente) concluyó con el asedio de los malones, llevando paz y seguridad a la tierra poblada por expedicionarios desde el siglo XVI y a la que los malones empezaron a asolar casi dos siglos después. Sostener las demandas del primer poblador es falaz, las tierras conquistadas por españoles tienen por característica el mestizaje y hablar de pureza racial en la región siglos después en ridículo e integrista, mucho más si se omite hablar de las migraciones de grupos previa y posteriormente a la formación de los Estados americanos. Pero es muy redituable a la luz de los reclamos indigenistas propios de la izquierda setentista y que la ideología woke transformó en una industria del racismo. Si sostenemos la demanda del primer poblador todos los que cruzaron por el Estrecho de Bering serían usurpadores del Neandertal y a su vez los araucanos serían usurpadores de estos y así.

Durante su Gobierno Julio Argentino Roca firmó los tratados con Chile que aseguraron la Patagonia y Tierra del Fuego, logró que se reconociera a la Cordillera de los Andes como límite y la solución pacífica del conflicto por los estrechos. Amplió los confines del territorio nacional y de la educación y la libertad de enseñanza. Argentina pasó de tener sólo un tercio de los niños escolarizados a ser la nación más alfabetizada de América. Roca creó la primera ley de previsión social, dotó al país de la primera flota de mar y modernizó el ejército con la escuela superior de guerra y el servicio militar. Encargó a Juan Bialet Massé un informe sobre la situación de la clase obrera argentina, las comunidades indígenas y los sectores marginales y este trabajo fue la base de una ley de trabajo que contemplaba la jornada laboral de ocho horas, la supresión del trabajo nocturno, el sábado inglés, la prohibición del trabajo de menores de catorce años, el preaviso, licencia con goce de sueldos, reconocimiento de las organizaciones obreras y tribunales de trabajo. Todas conquistas que el peronismo se adjudica mentirosamente.

La destrucción de la figura de Roca instrumentalizada en la leyenda negra que Bergoglio escribe y difunde es parte del mandato de satanizar los cimientos de lo que fue un país próspero. Roca condujo al país a un crecimiento y desarrollo tan enorme que nos lleva a pensar si no son estas, precisamente, las razones del desprecio al prócer. La marea iconoclasta que se propuso reinventar la historia necesita de sentencias falsas. El Papa Francisco no puede hacer honor a la verdad, porque eso daría por tierra su narrativa viciada por su ideología. Roca representa la comprobación tangible de un ideario de libertad, crecimiento y respeto que es la contracara de la decadencia que surgió cuando sus ideas se dejaron de lado. Justamente con el nacimiento del peronismo.

Según el Maddison Historical Statistics entre 1895 y 1896 Argentina era el país más próspero del mundo, con el PBI per cápita más alto, delante de Estados Unidos, Bélgica, Australia, Reino Unido y Nueva Zelanda. Julio Argentino Roca fue el mayor artífice de ese crecimiento, gracias a esa expansión de la tierra, el trabajo y el capital, debido al cual Argentina fue receptor de un enorme flujo migratorio que consideraba al país el mejor lugar para vivir. Los flujos migratorios se forman con los sectores menos privilegiados de los países y se mueven en dirección a los lugares en donde puedan estar mejor. O sea, los flujos migratorios son el indicador de dónde se halla el bienestar y de dónde los sectores desprotegidos pueden prosperar. Eso era Argentina antes de que llegara el partido político de los amores de Bergoglio.

En 1996, en Río Gallegos ciudad que no existiría si no fuera por Roca, a la Avenida Presidente Julio A. Roca se le cambió el nombre por el de Néstor Kirchner. Este es sólo un ejemplo de los cientos que existen del damnatio memoriae al que se condenó a Roca. Conforme crecían en Argentina y mundo las instituciones y subsidios para sostener el reclamo indigenista, más se pisoteaba la figura de Roca de la mano del kirchnerismo y sus movimientos sociales. Movimientos homenajeados por el Papa Francisco en el Vaticano, ceremonia en la cual el Sumo Pontífice se dedicó a alimentar con calumnias la leyenda negra. De pronto todo cobra siniestro sentido.

La mitología política es un arma con poderes extraordinarios: fundamentalmente permite la legitimación de un tipo de figura e ilegítima otro, en base a una escala de valores con reglas propias en las que no tiene cabida otra lógica. Claramente el Papa no puede hablar de una población indígena actual y a la vez sostener que fue totalmente exterminada hace dos siglos. Tampoco debería poder hablar abiertamente de la protección de la pureza racial y al mismo tiempo diferenciar «aborígenes» de «gente». Pero en el marco del refuerzo de la mitología política lo hace con natural desparpajo.

Otro de los poderes de la mitología política, vale decir, la construcción de leyendas negras como herramienta de poder, es la irracionalización de la imagen del antihéroe (Roca, Colón, Cortés) otorgándole superpoderes para el mal: por ejemplo la capacidad de aniquilar siderales poblaciones completas, cientos de veces mayores que sus huestes, y sólo por el placer de la aniquilación pura. No interesa que este razonamiento se dé de bruces con la lógica, los documentos históricos o los datos científicos, las leyendas negras trocan el pensamiento crítico por la argumentación emocional.

El Papa Francisco, además de mentiras sobre Julio Argentino Roca, dijo más cosas en la conferencia del viernes en el Vaticano. Por ejemplo: «Mi abuela nos repetía siempre: Estén atentos, que el diablo entra por los bolsillos»; «Las ideologías deshumanizadas promueven una cultura muy fea, la cultura del ganador. Algunos llaman a esto meritocracia»; «A los empresarios de la tecnología informática, de las plataformas digitales, de las redes sociales, de la Inteligencia Artificial, les pido: dejen la arrogancia de creer que están por encima de la ley. Sean respetuosos de los países donde funcionan y sean responsables de lo que pasa en las plataformas que controlan»; o «Por favor, no se crean superiores a nadie. Y un consejito: y paguen los impuestos. Es muy importante».

Bergoglio no es ignorante, ingenuo y mucho menos tonto. Por eso es necesario comprender por qué y para qué está dinamizando la leyenda negra de Roca. Su discurso forma parte de una agenda que ahora está radicalizada, urgida y brutalizada; que necesita mantener la hegemonía de la conciencia legal y política de occidente, y la mitología política es un factor determinante para estos fines. La cabeza de la Iglesia Católica está pensando en su legado político. Su prédica ideológica se inscribe en un marco geopolítico de lucha de poderes que añora y que tiene más de medio siglo. Bergoglio no puede permitir que el sesentayochismo se extinga porque se extinguiría su prédica dominante alimentada durante décadas en la que generaciones de argentinos fueron educados en la mentira del «genocidio indígena», demonizando a Roca al tiempo que enaltecían al Che Guevara.

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