No la traigo por ser ministro de Sanidad de un Gobierno abortista, que podría ser un motivo. Ni por tratarse de una ministro florero, en mi opinión inútil antes del parto, en el parto y después del parto rajoyista. Opinión que por supuesto no tiene que ser compartida. Es la mía.
Si viene hoy al Blog es porque personifica a la perfección un caso que se repite en la Iglesia y que muchas veces tiene el mismo desenlace. Hay personas que se empeñan, en la política, la empresa, la Iglesia… en sostener lo insostenible. Y hay muchos casos insostenibles con distintas variedades según los ámbitos en los que se muevan. Unos son corruptos, otros pederastas, en la Iglesia los hay que van a pelo, a pluma o a ambas cosas, otros son inútile o no se enteran de nada, sea un jaguar en su garaje, un inmoral en su presbiterio o un ladrón en su sindicato, y en no pocas ocasiones el inútil coicide con el «despistado».
El que manda, y podría y debería librarse de esas personas, responde también a varias tipologías. Por afectos, ordenados o desordenados al sobrante, por el prurito de que a mí no me dice nadie, y menos me impone, lo que tengo que hacer que para eso el poder es mío, por encontrar en el otro valores que nadie aprecia y el otro se encarga todos los días de demostrar que no existen o por lo que sea se resiste en acabar con lo que clama al cielo, a la tierra y en ocasiones hasta al infierno.Y pasa lo que tiene que pasar. Que en el peor de los momentos para el sostenedor le estalla el petardo o la petardo en las narices y se ve obligado a hacer lo que tenía que haber hecho hace mucho tiempo. Y lo que entonces hubiera sido una muestra de buen hacer político, eclesial, sindical… ahora se ven obligados a hacerlo con la retambufa al aire y ante el jolgorio de sus enemigos que se ven vencedores de aquello en lo que nunca debieron obtener una victoria. Porque era absurda una batalla que el perdedor sabía, o debía saber, que no podía ganar.
El grito a Alfonso XIII el 14 de abril de no se ha «marchao», que le hemos «echao» se podría hoy repetir en muchos casos. Desde ricas hasta pobres. Y no hay derecho a que los ciudadanos, los católicos, los trabajadores honrados… tengan que pasar por esa vergüenza que afecta ciertamente a los que se tienen que ir pero también y de modo muy grave a quienes les han matenido hasta que no pudieron aguantar más.
No se ocupa este Blog más que de asuntos de la Iglesia. Y si viene a cuento la exministro Mato hoy es sólo por la extrapolación desgraciadamente muy posible a casos eclesiales. Hoy tenemos en el candelero a tres archidiócesis que están teniendo una notable repercusión mediática. Y no digo lamentable porque lo lamentable es que esos hechos hayan ocurrido. Un diácono en Zaragoza, tres sacerdotes, hasta el momento presuntos, en Granada, unos canónigos en Santiago… Pero lo malo es que se trata sólo de la punta del iceberg. Porque en otras diócesis se dan casos análogos. Y escandalosos. ¿No se ha enterado el señor obispo de Huesca, por no salir de Aragón, de un sacerdote suyo que está en muchas bocas? ¿Tendré que ser yo quien se lo diga? ¿Albañil, travesti, le suena?
Vivimos en la era de internet. Ya nada se puede ocultar mucho tiempo. Y la Iglesia tiene que aprobar de una vez esa asignatura. Porque los casos, antes o después, van a explotar. Y no se resuelven en decúbito prono o supino, que ahora no recuerdo cual de las dos es la posición. Aunque estuviera muy bien. Hay una serie de personas que no pueden ser diáconos, presbíteros u obispos. Pues, si no pueden, puerta cuanto antes. Porque después va a ser mucho peor y también con puerta. Que no es lo mismo echar al indeseable que echarlo quedando tú también como indeseable.
Comprendo que haya obispos que lamenten la aparición de internet. Pero es como si lamentan la del automóvil, la penicilina o el teléfono. Ahí están, hay que contar con ello. Lo que no se puede es intentar seguir viviendo como si no existieran. Tras esta advertencia a navegantes y sin pasarme a la política sino siguiendo en cuestiones eclesiales, me voy a permitir parafrasear a aquel poeta genial de fines del XIX, Manuel del Palacio:
Tenemos una mujer
en este Gobierno ingrato
que no duda en sostener
tras los abortos, yo, Mato.