«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

¿Un muy breve pontificado?

He dicho en alguna ocasión que las palabras del Papa Francisco precisan diccionario. Porque su sentido en no pocas ocasiones no es el habitual. Ya que las imprecisiones sean voluntarias o fruto de una personalidad imprecisa, el Papa lo sabrá. A mí, personalmente, las imprecisiones me preocupan y hasta me irritan. Y a no pocos les desorientan. Lo que no debería ser el resultado del ministerio petrino. Pero, dicho esto, he de reconocer también que el último viaje de Francisco a Corea ha sido modélico en ese sentido. Nada chirrió, no ha tenido el P. Lombardi que hacer equilibrios sobre el alambre para interpretarnos las palabras pontificias, incluso a martillazos, hasta se podría decir que ha sido un viaje, por quienes le recibieron y por el viajero, absolutamente tradicional. Llegaba el Papa  y sus hijos recibían al Papa. No al obispo de Roma, a alguien venido del fin del mundo, a un armador de líos, a un periférico… Llegó simplemente el Papa. Y nada menos que el Papa. Aquel catolicismo, martirial y proselitista, le recibió como tal y Francisco fue lo que tenía que ser: el Papa.

En alguna ocasión he escrito que iba a aprendiendo su oficio. Nadie nace enseñado. El aprendizaje ocasionó no pocas perplejidades. En Corea no las ha habido. Bendito sea Dios.

La sorpresa no es lo mismo que la perplejidad. Sería sorprendente que el Papa anunciara que mañana sale en viaje a Bagdad o que viniera a despedir al cardenal Rouco en Madrid en el anuncio de su relevo por Don Carlos Osoro. Relevo que me parece le va a encontrar al cardenal madrileño en Alemania. Por lo que los periodistas convocados al absurdo acto de anunciar lo que ya todo el mundo sabe pueden olvidarse de preguntas al cardenal. A quien felicito por el hecho de poner tierra por medio. La perplejidad es otra cosa. Por ejemplo oír al Papa que no es quién para juzgar algo.

En el vieje a Corea no ha habido, afortunadamente, ninguna perplejidad pero sí alguna sorpresa. Como la del anuncio de que se va en dos o tres años. La versión de sus palabras que transcribo es de la nada sospechosa Ecclesia que nos transcribe lo que el Papa dijo en el avión cuando regesaba a Roma. 

«(Anaïs Feuga)

En Río, cuando la gente gritaba: “Francisco, Francisco”, usted respondía: “Cristo, Cristo”. ¿Ahora cómo lleva esta enorme popularidad? ¿cómo lo vive?

(Papa Francisco)

No sé qué decir… Lo vivo dando gracias al Señor de que su pueblo sea feliz –esto lo hago de verdad– y deseando lo mejor al pueblo de Dios. Lo vivo como generosidad del pueblo, esto es verdad. En mi interior, pienso en mis pecados y en mis errores, para no creérmelo, porque sé que esto durará poco tiempo, dos o tres años, y luego… a la casa del Padre… Y además no es prudente preguntarse estas cosas, pero lo vivo como la presencia de Dios en su pueblo que usa al obispo, que es el pastor del pueblo, para manifestar muchas cosas. Lo vivo con más naturalidad que antes: antes me asustaba un poco… Hago estas cosas… Me digo también interiormente: no te equivoques, porque no puedes confundir a este pueblo; y todas esas cosas… Un poco así…» 

A este Papa no se le pueden reclamar literalidades. Esto no es una despedida a dos o tres años. Pero sí una consideración de la misma. Se sabe mayor, próximo a cumplir 78 años, ha tenido problemas recientes de salud, que reconoce en su diálogo con los periodistas, y contempla una retirada que no será lejana. Dos o tres años o cinco o seis. No cabe pensar en muchos más. Y él así lo piensa. 

Pero se vaya el Papa cuando se vaya, que eso es una decisión suya o de Dios, renuncia o muerte, hay otras palabras del Papa hablando del pueblo de Dios que le aclama y que le quiere, que me parecen mucho más importantes y mucho más dentro de su ministerio petrino que el día en el que aquel cese. Porque en la Iglesia, como en las viejas monarquías, rige aquello de:El Papa ha muerto. Viva el el Papa. Y es eso de «Me digo también interiormente: no te equivoques, porque no puedes confundir a este pueblo». 

Parece que Francisco tiene claro que su misión es no equivocarse para no confundir a su pueblo. Al pueblo de Dios. Que Él quiera que eso sea verdad. Que en días de confusiones tantas no nos vengan algunas de Rona.   

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